La vestimenta de los varones siempre ha sido menos complicada que la de las mujeres, más dadas a la moda y a lucir, siempre que pueden, modelos diferentes, sin que esto quiera decir que los hombres no seamos sensibles al buen gusto.
Nuestro clima extremo y el estar muchas horas en el campo ha influido en que siempre se hayan buscado prendas de abrigo prácticas, como las hechas con pana, tejido muy usado en aquella época.
Cuentan que cuando rodaron la película de Los Santos Inocentes, Paco Rabal anduvo buscando un traje que le identificara con el entorno en la que se desarrollaba la película, consiguiéndolo a medias con su raído traje de pana.
Y digo a medias porque ya sabemos que en el cine se exageran las cosas, pues los trajes que se usaban entonces no eran ni tan viejos ni tan remendados como el que lució este gran actor. Exagerando las cosas también parecía que le venía pequeño y habían tenido que ensancharle visiblemente la espalda.
Y digo a medias porque ya sabemos que en el cine se exageran las cosas, pues los trajes que se usaban entonces no eran ni tan viejos ni tan remendados como el que lució este gran actor. Exagerando las cosas también parecía que le venía pequeño y habían tenido que ensancharle visiblemente la espalda.
Aparte de esto diré que esta prenda se complementaba con la pelliza de alto cuello abrochable y de piel para librarse del frío cierzo del Norte.
Aunque ya empezaba a usarse el gabán o abrigo para las celebraciones, su corte más largo le ha hecho siempre más incomodo que la pelliza o tabardo como actualmente se le llama. Esta prenda por dejar las piernas más libres es acta para cualquier labor manual y montar sobre las caballerías al ir y venir de arar.
Aunque ya empezaba a usarse el gabán o abrigo para las celebraciones, su corte más largo le ha hecho siempre más incomodo que la pelliza o tabardo como actualmente se le llama. Esta prenda por dejar las piernas más libres es acta para cualquier labor manual y montar sobre las caballerías al ir y venir de arar.
Los servidores de estos pueblos como vendedores ambulantes, barberos, practicantes y médicos les daba buen resultado usar un amplio capote que cubría sus piernas, que es lo más sensible al frío de un jinete, sacando los brazos y cabeza por tres cortes hechos a tal efecto.
Todavía llegué a ver a mayores que para las fiestas y grandes celebraciones usaban la típica capa castellana, con gran colorido en su embozo y artístico broche metálico.
Todavía llegué a ver a mayores que para las fiestas y grandes celebraciones usaban la típica capa castellana, con gran colorido en su embozo y artístico broche metálico.
Esta prenda, para usarla con elegancia, requería un don especial que no todos lograban, pues al cubrir todo el cuerpo los brazos y piernas tienen que moverse con una cadencia muy medida, especialmente cuando se embozaban con ella.
Como prendas de cabeza se usaban en invierno tapabocas y otros más livianos llamados tapa boquinas y los prácticos pasamontañas. Para el verano la clásica gorra castellana, la gorra visera y el sombrero muy útiles para librarse de los fuertes rayos solares.
La indumentaria femenina era muy diferente a la que se usaba para las labores domésticas, como la bata y el práctico delantal, del que llevaban fuera de casa, como en alguna celebración familiar y especialmente para ir a la iglesia.
Como prendas de cabeza se usaban en invierno tapabocas y otros más livianos llamados tapa boquinas y los prácticos pasamontañas. Para el verano la clásica gorra castellana, la gorra visera y el sombrero muy útiles para librarse de los fuertes rayos solares.
La indumentaria femenina era muy diferente a la que se usaba para las labores domésticas, como la bata y el práctico delantal, del que llevaban fuera de casa, como en alguna celebración familiar y especialmente para ir a la iglesia.
Todavía recuerdo a mujeres mayores tocadas con seria y artística mantilla que no tardó mucho en desaparecer.
Lo que más recuerdo de las mujeres coetáneas de mi madre es que iban a misa cubiertas de un pañuelo negro anudado a su cuello. Cubrían su cuerpo con un mantón que llamaban de rizo, que por cierto sólo lo ponían en las grandes fiestas del lado más vistoso.
En cambio la mayoría del año lo usaban con los rizos hacía dentro, no sé si sería para que se conservara bien y lucirlo en las grandes celebraciones lo mejor posible.
Como este mantón abrigaba bastante, en verano usaban otro más liviano de algodón también negro. Su forma era rectangular y para su uso más cómodo se le doblaba por la mitad quedando en forma de cuadrado. Se le llamaba de ocho puntas, pues sus dobleces y puntas visibles se las consideraba como un adorno.
Debajo de estos mantones llevaban una falda muy plegada a la cintura y una chaqueta ajustada con algún adorno.
El uso de la bata que sustituía a estas dos últimas prendas fue de época posterior y costó bastante imponerla. Otro tanto pasó con el abrigo para reemplazar a los mantones.
Recuerdo con nostalgia, no exenta de cariño, lo mucho que mis hermanas tuvieron que batallar para que nuestra madre usara el abrigo, pues decía que ir a misa sin mantón era como ir desnuda.
El mobiliario de las iglesias era diferente del actual, pues no existían bancos ni reclinatorios, especialmente en el espacio reservado a las mujeres.
Estas se reunían por familias sobre una especie de alfombras tejida con esparto que se llamaba celpo. Delante de él se ponía el hachero donde se colocaban las hachas, que eran grandes velones de cera que se iban reponiendo según fallecían los miembros de la familia.
La encargada de encenderlas y cuidarlas se colocaba delante y las demás se arrodillaban detrás sobre una almohadilla, que le servía doblada también de asiento.
Estas son las grandes diferencias que el paso de los años y el progreso ha ido cambiando, espero que para bien de todos.
Lo que más recuerdo de las mujeres coetáneas de mi madre es que iban a misa cubiertas de un pañuelo negro anudado a su cuello. Cubrían su cuerpo con un mantón que llamaban de rizo, que por cierto sólo lo ponían en las grandes fiestas del lado más vistoso.
En cambio la mayoría del año lo usaban con los rizos hacía dentro, no sé si sería para que se conservara bien y lucirlo en las grandes celebraciones lo mejor posible.
Como este mantón abrigaba bastante, en verano usaban otro más liviano de algodón también negro. Su forma era rectangular y para su uso más cómodo se le doblaba por la mitad quedando en forma de cuadrado. Se le llamaba de ocho puntas, pues sus dobleces y puntas visibles se las consideraba como un adorno.
Debajo de estos mantones llevaban una falda muy plegada a la cintura y una chaqueta ajustada con algún adorno.
El uso de la bata que sustituía a estas dos últimas prendas fue de época posterior y costó bastante imponerla. Otro tanto pasó con el abrigo para reemplazar a los mantones.
Recuerdo con nostalgia, no exenta de cariño, lo mucho que mis hermanas tuvieron que batallar para que nuestra madre usara el abrigo, pues decía que ir a misa sin mantón era como ir desnuda.
El mobiliario de las iglesias era diferente del actual, pues no existían bancos ni reclinatorios, especialmente en el espacio reservado a las mujeres.
Estas se reunían por familias sobre una especie de alfombras tejida con esparto que se llamaba celpo. Delante de él se ponía el hachero donde se colocaban las hachas, que eran grandes velones de cera que se iban reponiendo según fallecían los miembros de la familia.
La encargada de encenderlas y cuidarlas se colocaba delante y las demás se arrodillaban detrás sobre una almohadilla, que le servía doblada también de asiento.
Estas son las grandes diferencias que el paso de los años y el progreso ha ido cambiando, espero que para bien de todos.
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