Aunque resulte monótono quiero
expresar el conglomerado de peregrinos de diferentes naciones que el día 26-7-2012 pasaron por esta iglesia. Españoles 6, Alemanes 4, Franceses 4, Italianos
4, Holandeses 4, Austriacos 3, Belgas 2, Polacos 2, Norteamericanos 1,
Checoslovacos 1, Surcoreanos1.
Me animaron a poner esta relación
dos peregrinos de Tudela (Navarra) que me dejaron este escrito “Hemos llegado a
Moratinos y al visitar la iglesia nos hemos encontrado con Modesto que ha hecho
de guía y hemos pasado un rato agradable, son una más de las cosas buenas del
Camino.”
Se quejaban de que, como los
españoles son minoría, los extranjeros parece que quieren controlar el Camino
tanto en los albergues como en las tiendas donde se suministran.
Decían que esto era debido
principalmente a la crisis que se empieza a sentir de unos meses para acá,
influyendo hasta en este apartado que parecía tan ajeno a los vaivenes económicos.
Hasta esta iglesia llega el
sonido de dos niños de corta edad que corretean felices por nuestra plaza bajo
la atenta mirada de su padre, hijo del pueblo, que pasa unos días de vacaciones.
La escasez prolongada de niños
constituye actualmente un espectáculo que concita la atención de todos,
especialmente de los mayores y de una profesora dedicada a la enseñanza, que
parece echar de menos la materia prima con la que trabaja.
El padre comentaba que como la
crisis se agudice y los salarios caigan por los suelos, muchos, si quieren
pagar las hipotecas y demás empeños, tendrán que venir a trabajar por aquí.
Ojalá sea posible, aunque lo veo
difícil, y que con sus niños sean capaces de cortar la galopante despoblación de
estos pequeños pueblos.
También me chocó la reacción de dos
peregrinos alemanes al explicarles la particularidad que tiene la entrada de
esta iglesia por debajo de la torre. Uno de ellos, al ver la cadena que sirve para tocar la
campana, se encaprichó como un niño para que le dejara tocar, aunque fuera una
sola campanada. Parece mentira que estos alemanes que parecen tan serios y
circunspectos se emocionen por cosas tan sencillas. Ver la cara de satisfacción
que puso al hacerlo combinaba con la que ponían sus compañeros al sacar varias
fotos como si se tratara de una gran hazaña.
Ya al tiempo de cerrar y libres de sus pesadas mochilas, se acercaron dos austriacos que iban a pasar la noche en el albergue del vecino Bruno. Al verles con ropa más veraniega parecían turistas y se dedicaron a visitar las cuatro cosas más sobresalientes del pueblo, como el hostal y restaurante que se han abierto recientemente.
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