Hoy voy a hablaros de este asunto que puedo desarrollar detalladamente, por vivirlo con toda intensidad en los muchos años que tengo.
Al echar una mirada retrospectiva de mi vida debo hacer un balance de las diferentes etapas que tuve.
La niñez, con el ansia de aprender cosas.
La adolescencia, con el anhelo de hacerte hombre y disfrutar de las prerrogativas que esto conlleva.
La edad madura, acaso la más importante por tratarse de elegir el estado de vida junto a tu mujer para sacar los hijos adelante.
Labor fundamental esta en la que los padres derrochan todas sus energías disponibles para que su descendencia disfrute de una vida mejor que la de ellos y en consonancia con la época en que han de vivir.
Luego viene una época hasta los sesenta y cinco años que podríamos llamar de transición, en la que los hijos se van buscando su acomodo en la vida emancipándose de los padres, que aceptan con resignación quedarse solos.
Luego viene la jubilación que, como indica la palabra, hay que aceptar con júbilo por ser sin duda la época mas apasionante de nuestras vidas.
Una gran parte de los mayores disfrutamos haciendo lo que el ajetreo del trabajo no nos ha permitido disfrutar y sentirte casi libre de todas las obligaciones que la vida normal impone.
Contribuye a este bienestar el dejar de ocuparte del trabajo en que has estado ocupado siempre y dejar que los hijos u otros tomen las riendas de tu explotación.
También influye que los próximos veinte años de tu jubilación puedas pasarlos sin agobios económicos debido principalmente al ahorro, costumbre muy arraigada en esta zona y siguiendo la tradición de nuestros mayores.
La pequeña aportación de la pensión que nos da el Estado a los labradores no viene mal como un complemento de nuestro ahorro.
Todos estos factores han contribuido a que en la mayoría de los pueblos dedicados a la agricultura no se haya dejado sentir la actual crisis económica que ha afectado a las poblaciones mayores, donde la moda era vivir por encima de sus posibilidades.
En compensación de tener tan bajas las pensiones en el campo, el Estado por medio del IMSERSO y Castilla y León por el CLUB de los 60 facilitan amplios periodos vacacionales a todo el jubilado que lo solicita.
Los que tenemos el privilegio de pasar de los ochenta años a medida que pasan estos se va notando un vacío por la falta de familiares, amigos y conocidos muy difícil de llenar, pues se acaba la convivencia que tuviste con ellos durante toda la vida y te sientes desplazado entre las nuevas generaciones que nos darán el relevo inevitable cuando faltemos.
Estos mismos problemas confesaba tener el gran periodista José María Carrascal de ochenta y dos años en una entrevista en televisión. Aconsejaba seguir la vida activa para compensar la falta de apoyo que supone no contar con compañeros.
La inexorable muerte es la que nos iguala a todos, sin que nada ni nadie pueda hacer algo por remediarlo.
Me parece oportuno terminar estas líneas recordando la tercera copla de las que hizo el sin par poeta castellano Jorge Manrique a la muerte de su padre.
Nuestras vidas son los ríos
Que van a dar en la mar,
Que es el morir;
Allí van los señoríos
Derechos a se acabar
E consumir;
Allí los ríos caudales,
Allí los otros medianos
E más chicos,
Allegados, son iguales
Los que viven por sus manos
E los ricos.
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