domingo, 31 de mayo de 2015

MI JUBILACIÓN


 Al casarse mi hija Raquel con Jesús, un chico labrador de San Nicolás entendimos que era bueno, para retirarme tranquilo, ceder la explotación al matrimonio joven para que pudieran realizar sus iniciativas modernas.
  Para que el cambio no fuera demasiado brusco, unos años procuraba ayudar algo en las faenas agrícolas de las que me fui apartando paulatinamente, a medida que los años te van mermando las facultades físicas. 
Si en este aspecto la naturaleza te va marcando las pautas a seguir, en lo psicológico tuve más dificultades para adaptarme a la nueva situación.

  
Del síndrome del jubilado había leído bastante, pero hasta que no te afecta no llegas a comprender ese sentimiento de frustración que te envuelve al pasar de la vida activa, a veces llena de problemas y dificultades, a esa otra más tranquila y  apartada, pero nueva para uno y no te acostumbras a ella hasta pasados varios años, aunque el choque mayor lo pasas en unos seis meses.
  A propiciar este estado de ánimo contribuyen de una manera negativa las amistades, convecinos, talleres y todos con los que has tenido una relación laboral que al jubilarte, de una manera muy sutil y acaso interesada van mermando su consideración hacia ti, estimándote como ciudadano de segunda fila.
  Pudiera pareceros lo expuesto sea debido a mi imaginación o carácter, pero puedo aseguraros que he tratado de sondear en mi apreciación con mucho detenimiento e imparcialidad y no llego a comprender este fenómeno.
  Temiendo que mi parecer fuese un caso aislado, he conversado largamente con muchos de mi edad y todos opinan, unos más y otros menos, que han sentido esta impresión.
  


Como todo en esta vida es cambiante y pasajero, en pocos años te olvidas de tu vida laboral y pasas a otra mucho más cómoda y placentera en donde puedes dedicarte sin la premura del tiempo a tus aficiones favoritas.
  


Ya os he contado mi hábito a la lectura, que ahora puedo disfrutar largamente. El bibliobús, que nos visita regularmente, ha puesto a mi disposición muchos libros con una variación de temas que nunca creí tendría la ocasión de leer.


Acaso por esto haya nacido en mi la afición tardía de escribir, claro que comparado con lo mucho y bueno que he leído, sinceramente creo no pasar de un mal aficionado.
  Tampoco podía ni sospechar que a mis años me picara el gusanillo de la poesía, en la que encuentro un pasatiempo divertido y una vez que entras en su manejo, no es más que un juego en el que te dedicas a medir las sílabas de las palabras y buscar en su terminación la rima más adecuada.
   Como principiante uso el verso octosílabo en romances, y para variar como ensayo empiezo el endecasílabo haciendo sonetos, que para mi son difíciles de hacer y en el colmo de mi osadía he querido imitar a Jorge Manrique en sus magníficos versos de pie quebrado.    
  Con estos entretenimientos paso buenos ratos, buscando casi siempre cosas nuevas en que ocupar el mucho tiempo disponible.

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