Parece que esta temporada la hemos comenzado con buen pie, pues nada más abrir llegó un peregrino que pudiéramos llamar honorífico del Camino Santiago, porque nada menos lo ha hecho en treinta ocasiones.
Con que orgullo lo atestiguaba en las tarjetas que recordaban su trigésimo aniversario con el nombre de “ El peregrino de la RIOJA “PEPE”, con su nombre, dirección postal y teléfono de Logroño.
De trato muy afable, como buen veterano del Camino, lleva sobre sus hombros una pequeña bolsa con lo más imprescindible, ya que lo mayor de su equipaje se lo llevan de un hotel a otro según convenga al peregrino.
Con este fin se ha montado un espacio cada vez más próspero que evita, según propia confesión, el mayor sacrificio del Camino que es cargar sobre los hombros los treinta o cuarenta kilos de mochila que todo peregrino normal necesita como saco de dormir, ropa personal y una esterilla para descansar en caso de emergencia en cualquier sitio.
Esto normalmente no se da, pues todo el Camino esta tachonado de albergues, hostales y hoteles que según el nivel económico puede servir para pasar la noche.
Estos peregrinos tan reincidentes según confesión del riojano Pepe empezaron por hacer lo más difícil como hacerlo cargado con la mochila y en casos extremos haber dormido en un cementerio.
Con el paso de los años el gusanillo de hacer el Camino les lleva a hacerlo con más comodidad adaptándose a la falta de facultades físicas que la edad trae consigo.
Cada vez se dan más casos de estos repetidores del Camino que toman esto como una escapatoria anual que tienen que hacer en lugar de otras excursiones más modernas y complicadas.
No quiero con esto restar méritos a los sufridos peregrinos que, según cuentan, encuentran en él una satisfacción íntima y un duende especial que es lo que más atrae a muchos a hacerlo, sin encontrar muchas veces la causa material que lo explique.
A estos veteranos del Camino les gusta llevar algún distintivo que les haga especiales, como el nuestro riojano Pepe, que llevaba un cayado más alto que el habitual con la clásica calabaza y la concha de la vieira, rematado con un artístico ramo de flores rojas acompañado del oloroso tomillo que sale a la orilla del camino.
También me dedicó un corto verso que traía impreso en una de sus tarjetas y yo se lo compensé con otro más amplio de mi cosecha.
También Pepe, este peregrino tan especial, quiso ser generoso y nos regaló un trabajo de marquetería fina consistente en la cáscara de una nuez serrada con mucho pulso pues su parte inferior se trasforma en una cesta y la otra mitad superior convenientemente afinada hace de una asa muy artística.
Dentro de esta mini cesta aparece la silueta de estar llena de alubias muy típicas de su región, blancas con una pinta negra por lo que en unas zonas se las llama blanca y negra y en otras moros y cristianos.
Pasaron también dos peregrinas más: una de Galicia y otra extranjera, muy tratables sacándonos unas fotos con su báculo tan especial.
Al tratar de arreglar el movido de las mías, pues mi pulso ya no me acompaña, las perdí, y he tratado de suplirlas con las fotos de sus tarjetas y el regalo de la cestita.
Cambiamos unas pequeñas impresiones pues tienen prisa por aprovechar el fresco de la mañana y poder librarse del fuerte calor que nos acompaña ya unos días.
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