sábado, 17 de noviembre de 2012

LAS SEIS ETAPAS DE NUESTRA VIDA






Como creo que por mis años estoy recorriendo la última, me parece oportuno que con carácter general haga un breve resumen de todas ellas, con las  variantes que el paso del tiempo ha impuesto irremediablemente.


LA NIÑEZ. Es sin duda la etapa más feliz pues nos convertimos en el centro de atención, en primer lugar,  de nuestros padres, a la que acompañan la de los abuelos, tíos y demás miembros de la familia.

Todos rivalizan en atendernos como compensación de la que ellos también recibieron, y que quieren aumentar en nuestro caso como orgullo personal.

En los últimos años se ha impuesto la costumbre de tener pocos hijos pero bien criados, equilibrando de alguna manera la natural inclinación de perpetuar la especie.




 Si en mi época ya disfrutamos de muchas atenciones, en la actual acaso se peque de exceso, pues se convierte al niño en el centro idolatrado de toda la familia, consintiendo todos sus caprichos, que no contribuyen en nada a formar los principios del carácter que debía tener a lo largo de su vida.

Tampoco contribuyen a su formación, pues el niño recibe imágenes gratuitas en la televisión sin poner ningún esfuerzo. Esta comodidad influye más tarde para no coger afición a la lectura, pues esta requiere más concentración y esfuerzo personal.


LA  ADOLESCENCIA  Este primer paso ya nos va imponiendo alguna obligación como asistir a la escuela con regularidad, cumplir las obligaciones que nos mandan los maestros haciendo los deberes tanto en la escuela como en casa.





Nuestra inclinación natural a seguir jugando despreocupados de todo, hace sentirnos incómodos y nos fastidia tener que acomodarnos a un horario y condiciones de vida diferentes precisamente por vencer estas carencias logramos formar nuestro carácter y convierte esta etapa en la más fundamental de nuestra vida, pues de ella depende nuestra formación, para que en el futuro sepamos afrontar con éxito las dificultades que la vida impone.


LA  MOCEDAD  Aunque esta palabra ha caído en desuso, en mis tiempos era lo que actualmente  se llama juventud. Importante esta etapa donde casi todos los jóvenes quieren estudiar, y se afanan por sacar alguna carrera, aunque sea a costa de grandes sacrificios de los padres y su renuncia a estar con la familia no siendo en vacaciones.

En mi época esta tendencia era escasa pues la situación económica de nuestros padres no daba para tanto y empezábamos nuestra vida laboral siguiendo los consejos de nuestros padres, siempre en consonancia con la tradición y las reglas inmutables de la naturaleza.

En los años cincuenta y sesenta con motivo de la industrialización de las grandes urbes, una buena parte de la mocedad emigró, quedando a los pueblos en precario y privados del empuje que la juventud lleva consigo.




Esta época era también la de “pretender” como antes se decía, que no era otra cosa que alternar con las chicas buscando una compañera con quien casarse.

En la época actual es quizá donde haya habido los cambios más radicales. Con la marcha, especialmente de la juventud femenina, se ha sentido un bajón en los matrimonios de los pueblos contribuyendo a su galopante despoblación, pues los jóvenes encuentran muchas dificultades para casarse.

En mis tiempos, al estar toda la juventud aquí, era más fácil encontrar novia aunque la pequeñez de los pueblos y las relaciones familiares, en alguna ocasión, no era la mejor para tener relación con una chica.

Para subsanar esta deficiencia, y como los pueblos no están muy distantes, se buscaba relación con las mozas de ellos, que siempre resultaban más distendidas y libres, lográndose concertar en este ambiente bastantes matrimonios.

Desde tiempo inmemorial este intercambio de matrimonios en pueblos próximos ha sido muy enriquecedor pues el cambio de costumbres, aunque sea pequeño, siempre es bueno para evitar la monotonía de la pareja que siempre debemos evitar si está a nuestro alcance.


LA VIDA DE CASADOS  Esta es sin duda la más trascendental e importante de nuestra vida. Esta, con la llegada pronta de los hijos, que entonces era lo más normal, imponía a la pareja una dedicación especial. A ella el cuidado y crianza de los hijos y a él lograr los bienes con los que se podía sustentar económicamente a la familia.




 Estas dos obligaciones, antes nítidamente separadas, en la actualidad se han ido difuminando dado que la mujer trabaja y no puede llevar la casa sin la ayuda del esposo, que por muy buena voluntad que ponga nunca podrá sustituir a la esposa en las labores domésticas.

Este cambio de roles, tan debatido actualmente creo que va en contra de las cualidades intrínsecas de cada sexo. La mujer, que llamamos sexo débil, nos gana largamente en intuición, paciencia, sufrimiento y otros muchos matices que resaltan a la vista, y que han demostrado muchas viudas sacando la familia adelante mejor que los viudos.

Aunque la fuerza física de los hombres ha sido mermada por la actual era de la robótica y mecanización, no podemos confundir la diferencia que la naturaleza ha dotado a cada sexo, y sería temerario que fuésemos iguales para todo.

De la unión de estas dos cualidades es donde radica la fuerza del matrimonio, y se acrecienta con los hijos que estimulan el esfuerzo común para su crianza y educación.

Todos los padres queremos siempre lo mejor para nuestros hijos, y muchas veces empeñados en esto no nos damos cuenta que crecen, y cuando se casan o se independizan sentimos como haber perdido algo nuestro.



 Esto debe suceder a nivel general pues acabo de leer un libro que se titula Escribir es Vivir, del gran escritor y economista José Luis Sampedro donde cuenta una anécdota que viene muy bien al caso. Dice que cuando se casó y tuvo una hija la enseñó a hacer pis en un orinalito que él la ponía, se sintió desplazado cuando su hija ya no le necesitaba para hacerlo. Estableció un paralelismo con el día que su hija se casó y le dio un nieto y ganó un hijo, pero se pierde un poco a los hijos cuando forman su propio hogar.

Muy difícil la tarea de ser padres: el amor de padres a veces nos ciega y no entendemos que nuestros hijos crecen y deben independizarse. 
Esta necesidad tardamos varios años en asimilarla y cuando los hijos tardan más de lo normal en casarse no paramos de incordiarles para que lo hagan, pues la vida nos ha enseñado que cuando faltemos nuestros hijos tengan una pareja donde apoyarse.

Atendiendo los quehaceres de la agricultura y ganadería que no eran pocos, los años fueron pasando y sin darnos cuenta llegó la edad de jubilación, en la que dejamos la explotación en manos de nuestra hija pequeña casada con un labrador.


JUBILACIÓN. Es la etapa de la vida en la que más se disfruta, pues a los sesenta y cinco años sin tener ningún impedimento físico y libres de los cuidados de la hacienda, procuramos pasarlo lo mejor posible, aprovechando las facilidades que nos da el INSERSO y CASTILLA Y LEON Con el CLUB de los 60.

En varias excursiones hemos visitado muchas zonas de España, todas ellas de mucho interés por la variedad de su ambiente y el trato con los diferentes habitantes de cada región.




 También hicimos un crucero por el Mediterráneo llegando hasta Estambul. Esta gran metrópoli tiene once millones de habitantes, situada estratégicamente en el estrecho de los Dardanelos entre Europa y Asia.

El deseo de visitar a unos primos que tenemos en Argentina nos llevó hasta allí en un viaje en avión de doce horas seguidas. Grande y rica nación Argentina que tiene enormes extensiones de tierra virgen, donde el arado no ha penetrado nunca y la fertilidad de la tierra produce abundante y buena hierba de la que se alimentan multitud de animales, en especial el vacuno.


Da pena ver a una nación tan rica en medios sufriendo una gran depresión económica por culpa de sus gobernantes, que no sé si por corrupción o falta de iniciativa llevaron a la moneda nacional, el peso, a la depreciación más feroz en el célebre corralito.

Frecuentando estas excursiones hemos pasado los mejores veinte años de nuestras vidas, y como los años no pasan en balde hay que amoldarse a las circunstancias de ver mermadas las facultades físicas, por lo que no podemos disfrutar de las muchas excursiones que se programan en estos viajes, y que son la salsa y su atractivo principal.


LA   VEJEZ  Es la última etapa de nuestra vida que llega sin enterarnos, pues los achaques cada vez son más graves y el deterioro físico se va adueñando de nuestro ser.

Sería una temeridad no adaptarnos a la nueva situación y pasar los años que nos quedan de vida lo mejor posible, asumiendo esta situación que es tan natural como el nacer y que afecta a todo ser viviente.

Si el matrimonio en todo tiempo es parte fundamental para llevar entre dos los problemas, estos últimos años se hace imprescindible, pues aunque uno del matrimonio  tenga graves complicaciones, siempre cuenta con la ayuda inestimable de su pareja, que se hace cargo de la situación, a veces con una entrega total.



 Los problemas mayores empiezan cuando falta uno y el otro no puede valerse por si solo y tiene que buscar el apoyo en la familia o de las instituciones benéficas.

Está claro que el mayor deseo de un jubilado es no salir de su casa y por esta zona se dan muchos casos, especialmente de viudas, que viven solas, rechazando de plano ir a ninguna residencia.

 Con  cierta frecuencia me gusta visitar amigos y familiares que están en residencias porque sé que lo necesitan y lo agradecen mucho. Aunque vayas a visitar a uno en concreto cuando te ven entrar en el salón, con alguna disculpa, se acercan todos los de la zona que te conocen, y les encanta que les digas algo de sus pueblos respectivos.

No sabes cuando dejarlos y te acompañan hasta la puerta. En cierta manera te reprochas no estar más tiempo con ellos.

Lo que más pena me da es ver a hombres hechos y derechos curtidos por la vida  disimular como pueden las furtivas lágrimas que salen de sus ojos al verme recordar los episodios vividos en común, y lo solos que se sienten, pues hay familiares que no se ocupan mucho de ellos.

Parece que el Estado, acuciado por la falta de residencias, quiere aumentar la ayuda a las familias que cuiden de sus mayores, pues saben que como en la casa propia no se está en ningún sitio.
Ya lo dice el viejo y sabio refrán "Al buey viejo no le cambies el pesebre."

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