Aunque ya escribí sobre este tema,
quiero ampliarlo pues he recibido un correo de Pedro Borge, hijo del pueblo, con
valiosos datos que en internet ha puesto el historiador Guillermo Castán Lanaspa
sobre el hospital de San Nicolás.
Entre todas las epidemias que han
azotado a la humanidad siempre fue considerada la lepra como la más peligrosa y
contagiosa. A principios del siglo XII, después de las cruzadas, se extendió por
el occidente europeo facilitada por las deficientes condiciones higiénicas,
contribuyendo a la expansión de esta epidemia considerada como una maldición.
Al apóstol Santiago se le atribuían curaciones milagrosas, lo que contribuyó que en su Camino se juntaran gran cantidad de enfermos. Para no contribuir a su contagio masivo se vio la necesidad de poner lazaretos en su ruta.
Al apóstol Santiago se le atribuían curaciones milagrosas, lo que contribuyó que en su Camino se juntaran gran cantidad de enfermos. Para no contribuir a su contagio masivo se vio la necesidad de poner lazaretos en su ruta.
Como la abadía de Sahagún era muy
importante y gozaba de amplias prerrogativas, no es extraño que antes de llegar
a ella se estableciera una fuerte barrera fundando en San Nicolás el lazareto
más importante del Camino Santiago, pues contaba con trece plazas de leprosos,
que se iban alternando según se iban curando.
Este conjunto de lazareto y
albergue de peregrinos fue fundado a finales del siglo XII por el magnate
castellano D. Tello Pérez, que entrego su cuidado y administración al
monasterio de Agustinos Regulares de Santa Maria de Trianos que está próximo a
este y también dependiente de los Tellez, aunque el prior de San Nicolás gozaba
de amplia autonomía.
Para el mantenimiento costoso de estos hospitales se sostenía por el producto de las posesiones que su fundador tenía en San Nicolás, Trianos y Tordillos, que actualmente se llama Terradillos de los Templarios y Ledigos con su extenso campo.
El albergue de peregrinos funcionaba
de modo independiente del lazareto, construidos en módulos independientes para
no contribuir a la difusión de esta terrible enfermedad.
Además de los pueblos ya citados
en la cuenca del río Cueza, en la del Valderaduey tenía también la de
Villavelasco, Villazanzo, Carvajal y San Andrés, todos ellos dependientes del
fundador.
No es de extrañar que estando en
la comarca de Tierra de Campos destacara el cultivo de cereales, en especial
del trigo, que trasformaban en harina los molinos instalados en la corriente de
estos ríos con lo que el abastecimiento de pan no faltaba, convirtiéndose en el
alimento principal de aquella época.
Otro capitulo fundamental en la
economía de este hospital fue la cabaña de lanar que formaba en armónico
contacto el buen abonado del terreno de labrantío con su estimada gisle.
Cuando el censo ganadero creció
por encima de la producción de pastos estos se complementaban con los más
frescos y abundantes en la cuenca del Valderaduey. Para lograrlo se estableció
como una corriente trashumante particular parecida a la que se hacía en toda
España a nivel general.
Por estar este hospital muy junto a nuestra casa puedo recordar con claridad los restos que quedaban de él por los años cuarenta. Además de llamarse siempre este paraje el hospital, abarcaba su perímetro un buen trozo de pradera en la que las mujeres tendían la ropa. También existía una pequeña capilla que se llamaba el oratorio. Seguramente ya sirvió para los rezos de los peregrinos de entonces ya que sus cimientos y paredes denotaban su antigüedad. Dentro de este recinto había un altar con un pequeño crucifijo que descansaba sobre una peana adornada con las clásicas tibias y calaveras. Debajo de la mesa altar habían retirado una antigua talla de un gran crucifijo muy deteriorado.
Cuando de monaguillos
preparábamos el altar para decir la misa nos atraía como un imán mirar aquel
Cristo yacente, aunque nos imponía un gran pánico.
Solo una vez al año, el día
primero de Mayo, se celebraba aquí una misa. Se advertía al pueblo tocando solo
con la más pequeña de las campanas que llamábamos el campanín.
También se usaba este oratorio
cuando había un entierro. Se posaba el cadáver dentro de él y se rezaban unas
preces antes de pasar al cementerio para su inhumación.
Actualmente con el paso de los años no queda más que el ancho lienzo de
la pared sur del cementerio afirmada en su lado oeste por un fuerte pilar de
viejos ladrillos ennegrecidos por el paso del tiempo
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