Aunque no pensaba escribir más de peregrinos, estos dos días de turno en la iglesia ha sido la de mayor coincidencia de personajes de la más variada procedencia y diferentes profesiones.
El primer día de turno que olvidé la cámara pasaron tres ciclistas catalanes muy comunicativos. Decían que el dinero andaba escaso y que había que salir de casa de cara a la peseta antigua, que acaso haya que volver a implantar, pues esto del euro tiene muchas complicaciones internacionales.
Haciendo gala de la clásica tacañería de los catalanes el de más edad contó este chiste: "Dos catalanes se agarraron a una peseta rubia de las de antes y de tanto tirar la convirtieron en hilo de cobre, para que tuviera más valor."
“Por la calidez y cobijo, que Dios les proteja siempre” Esto escribió en el libro una ciclista peregrina argentina muy fornida y con un físico muy acto para dar pedales.
Decía estar muy contenta pues hasta los vientos ya llevan unos días soplando a favor, lo que en bicicleta es un regalo.
La gustó mucho nuestra iglesia por lo pequeñita y recoleta que era y lo bien cuidada que estaba por los pocos habitantes que éramos. No podía concebir que hubiera pueblos tan pequeños, y al mismo tiempo envidiaba la calma y tranquilidad que se disfrutara en ellos.
Sacó varias fotos y me ofreció una suya como recuerdo de una argentina a la madre patria española, que contribuyó a poblar Argentina en sus primeros tiempos.
Pasaron luego los ciclistas Rubén, Víctor y otro compañero cuyo nombre no pude descifrar, que también dejaron su impronta en el libro: “El Camino por el apóstol Santiago, en breves en Sahagún con estos buenos aires, que majos los peregrinos” Con esta suficiencia exagerada de jóvenes visitaron la iglesia en un plisplas y siguieron el Camino.
Hacía mediodía llegaron dos peregrinas zamoranas de media edad muy francas y comunicativas. Una de ellas llamada Candelas anotó en el libro “Muy sorprendente, me ha llamado mucho la atención las bodegas y el barro con paja de las viviendas."
En animada charla resultó que Candelas era grafóloga. Esto me impactó mucho por no haber tenido nunca contacto con la profesión. Aprovechando que tenía escrito unas lineas en un sobre, quise saber su opinión sobre mi escritura.
Empezó diciendo que los rasgos exagerados, tanto para arriba como para abajo denotaban un carácter elevado, pero con los pies bien pegados a la tierra.
De otros muchos caracteres de mi escritura dedujo con mucho acierto muchos aspectos de mi carácter, pues el más pequeño detalle en los rasgos son para ellos como un libro abierto de nuestro comportamiento.
Comprobando esto no me extraña que esta profesión tenga muchas aplicaciones en todas las facetas de la vida. En la enseñanza para saber el carácter del alumno, o en la criminología para deducir el comportamiento del delincuente.
Saqué su foto en plena faena de investigación comentándolo con su compañera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario