sábado, 9 de noviembre de 2013

EL CAMBIO DE LAS COSTUMBRES

















 Cuando el sábado 2 de Noviembre, celebración de los fieles difuntos, entramos en el restaurante El Castillo de los hermanos Velasco, y vi la gran mesa preparada para más de cincuenta comensales me vino a la memoria la gran diferencia que existe entre esta celebración de la fiesta de la machorra y la que yo viví hace unos setenta años.





 Si nos remontamos a los orígenes de esta fiesta, creo puede tener un sentido religioso, al fomentar entre los pueblos la costumbre de tocar las campanas llamando a la oración en la noche de difuntos.
Pero como la fragilidad humana siempre busca aliviarse de lo que estima una obligación, con el paso de los años esta fiesta religiosa se fue convirtiendo en profana y la acompañó en una cena, al principio solo para la juventud que se encargaba de tocar las campanas, y que actualmente se ha generalizado para todo aquel que quiera participar.


 Esta costumbre se ha contagiado a otros eventos de la vida en general, pues no hay fiesta, celebración, efemérides, inauguración o cualquier recordatorio familiar que no incluya alguna recepción gastronómica para celebrarlos.
Desde que se restableció esta costumbre en Moratinos ha ido cambiando el lugar de celebración, pasando del atrio de la iglesia a la plaza en año de buen tiempo, y para más comodidad, al restaurante que tenemos en el pueblo.
¡Que diferencia abismal existe entre este amplio comedor y el que tuvimos que habilitar en aquellos años! 
Como no teníamos otro lugar adecentamos lo mejor posible la antigua fragua comunal donde se aguzaban las rejas de los arados y otros aperos con los que se labraba la tierra y que también servía de reunión nocturna.



También hay diferencia en la carne consumida, pues antes la oveja tenía por lo menos dos años y ahora es de cordero del año.
Con ella nos sirvieron un buen guisado seguido de excelentes chuletillas de cordero a la plancha. 
De postre unos canutillos rellenos de crema pero muy modernizados por los aditamentos que les acompañaban.


Y finalizamos con café y chupitos: estos a cargo de Julio Cuesta e Hilario González vecinos que se jubilaron este año.
Hace sesenta y cinco años la natalidad en Moratinos era normal, prueba de ello es que se jubilan ahora una media de cuatro quintos al año. Pero pasados 30 años, por culpa de la emigración, la natalidad cayó a cero.
Entonces nos parecía que este problema no tenía importancia, pero aquí la tenemos con toda su crudeza, pues sin niños criados en el pueblo el relevo generacional es imposible.
Nos debemos alegrar porque casi todos los vecinos e hijos del pueblo lleguen felizmente a la jubilación y puedan disfrutarla muchos años como premio a la vida laboriosa que han llevado.
Pero este lado positivo puede ser también motivo de preocupación si se piensa que no dentro de muchos años todos los vecinos del pueblo estaremos jubilados y su futuro se presenta muy incierto.
Las ayudas que hasta ahora da el Estado para el relevo en el campo con jóvenes agricultores no ha tenido el efecto deseado por carecer estos del necesario apego al terruño, tan necesario en este oficio.
De todos modos debemos alegrarnos de que los cambios operados en estos años hayan sido siempre para bien, y desear a las nuevas generaciones no les falte el trabajo, que siempre fue el impulso del progreso y bienestar de la humanidad