sábado, 18 de abril de 2009

LA TORMENTA













Volviendo a lo cotidiano de un labrador, que es ir a arar y venir de arar, os voy a señalar las distintas formas que había de labrar la tierra en sus distintas fases.
Cuando se acababa de “alzar”(1ª vuelta de arada) por un pago, ya había que empezar a “binar”(2ª vuelta) por otro, con lo que se cumplía el antiguo refrán que dice: - Arar sobre arado nunca fue pecado.
. En algunas zonas donde salía mucho forraje se “terciaba” (3ª vuelta) para limpiar bien la tierra y por el efecto de la lluvia, el sol y el viento adquiría reservas de oxígeno y otros minerales para la obtención de una buena cosecha al año siguiente.
Como buen labrador, mi padre siempre me decía que para marchar bien en este oficio había que hacer tres cosas, arar, arar y arar. Con su larga experiencia había observado en los que con cualquier pretexto olvidaban estas tres cosas, o se arruinaban o no salían del “perantón”.
Ya conté que las mulas tardan bastante en comer, y para que logres arar la media hectárea reglamentaria cada día, tenías que extremar los cuidados de su alimentación mezclando la cebada con alguna leguminosa arremojada, como yeros, guisantes, e incluso garbanzos cuando la inapetencia era grave. El cuidado de su boca era fundamental especialmente contra la “listera”, que como su nombre indica es una herida formada por la acumulación de las listas de la cebada, que se quitaba frotándola con un hisopo empapado en vinagre y sal.













La primavera en sus últimos días había sido propensa a nublados, por lo que la faena de alzada no se había podido rematar. Un poco preocupado por esto dije a mi padre:- “Debería intentar arar la tierra arenosa de Torramilo por avanzar la labor”. “No estaría mal”, contestó. “Pero para ararla mas fácilmente debes sacar una escuadra por el lado del mediodía y aras alrededor el trozo de barrial que tiene al lado de la peña”.
Este modo de hablar era consecuente con el horario solar en que el dicho popular decía: “a las doce es mediodía”.Esto nos indicaba la interrupción de la jornada para comer cuando el sol recorría la mitad de su ciclo y marcaba la posición del sur.
La peña indicaba el Norte, pues en esta comarca el horizonte de este punto está enmarcado por la cordillera de los Picos de Europa. Allí se encuentra una peña muy visible desde aquí por ser la más próxima. Se llama Peña Corada y coincide en esta zona con el Norte geográfico. Por este detalle, en días claros, servía para saber bastante bien la hora. Puesto en pie y mirando hacia ella se trazaba una línea imaginaria del centro de tu sombra a la peña y cuando coincidía con ella marcaba el mediodía.














Quizá con un método igual o mejor que este, los antiguos orientaron todas las torres de esta comarca de manera que cuando los rayos del sol blanqueaban su cara Oeste eran las doce solares. Este horario solar era casi obligatorio si querías aprovechar al máximo la luz del sol. En la sementera tenías que estar en las tierras, preparado para comenzar la tarea al clarear el día y por la tarde la oscuridad de la noche ponía fin a la faena.
Este armonioso orden natural se ha roto con la implantación de la hora oficial que dicen es para ahorrar energía eléctrica. Sobre este punto no lo veo muy claro pues lo que se ahorra en la primavera y verano adelantando la hora, se pierde al atrasarla en otoño e invierno donde la jornada de tarde casi se hace toda con luz artificial.
Por esta causa se dice que en Europa tienen en estudio cambiar sólo una hora para disminuir en lo posible el trastorno del ritmo biológico que estas modas modernas ocasionan.
En San Nicolás, por tener el campo cercano, se venía a comer a casa muchos días, pero cuando en el camino empleabas más de un cuarto de hora, para no malgastar energías se optaba por llevar “merienda”. De esta manera me dispuse aquella mañana, preparando las cebaderas y metiendo en un seno de las alforjas, además de la reja de repuesto, puntillas y la necesaria llave inglesa, el fardel con las viandas para todo el día. En el otro seno puse la cebada para el segundo pienso y metida entre ello la botija de vino, que como es de barro conserva tanto la frescura del grano humedecido, como la de la tierra si la tapabas en el surco más arenoso y húmedo.












El ambiente era caluroso y un bochorno sofocante. El pelo de las mulas se inundaba de sudor, que al secarse tomaba un color blanquecino.
Cuando al mediodía las quité todos los aperos se olvidaron de venir a la cebadera por revolcarse con deleite varias veces donde hubiera arena seca para empapar el sudor y que luego expulsaban al sacudirse fuertemente.
Para librarme del calor puse una manta sobre las manillas del arado y, recostado sobre el surco, di buena cuenta de la fiambrera, descansando un rato con mi espalda apoyada en la fresca tierra sacada por el arado en el surco abierto.
El día se había vuelto muy nublado, pero el sol a ratos se abría paso por entre las nubes que formaban cúmulos nimbos muy blancos por arriba y con su base teñida de un deslumbrante color de acero.
Cuando reanudé la faena, la tarde se había vuelto desapacible. Un fuerte viento levantaba nubes de polvo y barría con fuerza el reseco suelo. Las nubes aumentaban y la falta de luz acrecentaba el temor de una tormenta inminente.
Al estar estas tierras en lo más alto de la loma que separa el Sequillo y el Valderaduey, en el límite de Palencia y León, creo que contribuyó a que esta tormenta me afectara más que otras, pues dada mi posición parecía que las nubes las alcanzaba con la mano.
Viendo que la tenía encima, venirme para casa hubiese sido una temeridad. Coloqué a las mulas de espaldas al viento y yo, siguiendo los consejos de mi padre, me distancié de ellas como unos cuarenta metros previniendo la caída de algún rayo.
Sentado sobre las alforjas y tapado con las dos mantas que llevaba, me dispuse a aguantar la tormenta lo mejor posible. El sonido ronco que ella producía se fue acercando y como avanzadilla cayeron unas pocas gotas de agua gordas como uvas, que al aplastarse contra el suelo salpicaban de polvo su contorno.
Con un pequeño intervalo comenzó a caer un granizo mediano que al dar sobre las orejas de las mulas las obligaba a recogerlas hacia atrás y metían su cabeza entre las patas permaneciendo inmóviles. Los truenos se asociaban al ruido del agua y del granizo formando un eco ensordecedor.
Las nubes, que parecían bailar en el cielo, habían cogido un color como de panza burro y se intercambiaban potentes relámpagos con brillo tan fuerte que te quedaban medio ciego.
Desde mi puesto elevado podía apreciar como la nube avanzaba sobre el cauce de los dos ríos y desde largo los relámpagos parecían rayos que caían sobre la arboleda de los mismos.
La cantidad de agua que cayó fue tan grande que las dos mantas se empaparon así como mi ropa y comencé a sentir el frío contacto del agua sobre toda mi piel.
Se dice vulgarmente que el que no teme a una tormenta no teme a Dios, puede ser verdad por lo mal que se pasa al verte solo en pleno campo a merced de todos los elementos.
Cuando cesó de llover, desenganché las mulas y montando sobre una de ellas volví lentamente al pueblo. A causa de la mucha agua caída el camino estaba impracticable y los animales casi no hacían pie dando continuos resbalones.
Mi llegada a casa tranquilizó a la familia y en directo me quité la ropa empapada. Por prescripción maternal tuve que meterme en la cama para secar la humedad de la buena merluza pescada hasta la hora de la cena.
Cuando no había ninguna clase de seguros, la aparición de estas tormentas ponía a todos los pelos de punta ya que peligraba la subsistencia familiar de todo el año, y se recurría a los más extraños métodos para mitigarlas.
En Sahagún desde tiempo inmemorial, había la costumbre de tocar la campana de San Juan porque decían que tenía el poder de dispersar las nubes. El encargado de hacerlo era el sacristán, que en pago de su trabajo salía por las eras en Septiembre y casi todos le daban voluntariamente un cuarto de trigo.
Otro caso que quiero contaros, y que a los jóvenes puede parecer inverosímil, me tocó vivirlo personalmente pues en aquel momento ejercía funciones de monaguillo.
Un alcalde, que estuvo muchos años rigiendo los destinos del ayuntamiento de Moratinos y tenía buena amistad con Don Angel, tan pronto como veía indicios de tormenta avisaba a los monaguillos y al Señor cura para conjurar la nube. Revestido este con capa pluvial salíamos a la puerta exterior de la iglesia y el alcalde nos recomendaba seriamente, que como mano inocente, teníamos que coger las puntas de la capa para que la fuerza de la nube no le levantara.











De esta guisa nos enfrentábamos a la tormenta con hisopo en mano y conjuros a la nube para que pasara por donde no hiciese daño a nadie. En una ocasión recuerdo que la furia del agua, relámpagos y truenos nos hizo retroceder al interior del portal. Los dos monaguillos fieles a nuestra misión de anclaje, seguíamos aferrados a la capa del celebrante, que con redoblado empeño seguía repartiendo bendiciones con el hisopo.
El alcalde, que ejercía de técnico meteorólogo, seguía la evolución de la tormenta y cuando apreciaba que la dirección de esta o algún ramal amenazaba al pueblo, aconsejaba la repetición del rito.
Esto, bajo mi punto de vista viene a demostrar que cuando el hombre se ve en peligro se agarra a un clavo ardiendo y siente la imperiosa necesidad de confiar en algo.

viernes, 10 de abril de 2009

CRUCERO POR EL EGEO Y EL ADRIÁTICO

ESTAMBUL
Un buen grupo de jubilados del Club de los 60 fuimos convocados en VILLANUBLA.
A las doce menos cuarto salimos de Valladolid con buena visibilidad. El cuadriculado de las fincas, en esta época, y el verdor frondoso del cereal contrasta con el ocre de los barbechos, formando un conjunto, que desde el aire, parece un cuadro de pintura moderna.
Se da la circunstancia que en esta zona, al ser las fincas más pequeñas, han tenido que hacerlas de diferentes formas.
Debido a que esta zona sería de las primeras en concentrarse, los ingenieros, no sé si por distracción o capricho, han trazado fincas completamente circulares y otras octogonales, cosa poco vista en nuestra tierra.
Alguna mancha de monte hace el contrapunto en todo este conjunto, al que las amapolas y rábanos con sus vivos colores contribuyen a hacer más policromado.
Cuanto más volamos hacia el Este se van haciendo las fincas más pequeñas y de formas caprichosas. Da la impresión de no estar concentradas.
Los pueblos se los ve más grandes y junto a ellos terreno labrado. Lo demás monte y de montañas no muy pronunciadas.
Pasamos cerca de Madrid, Cuenca y Valencia y por el lado izquierdo de Mallorca. Siguiendo por el Mediterráneo encontramos a Córcega, Italia, Albania, Grecia y Estambul.
Córcega se ve con terreno montañoso y poco labrantío, amplias playas y estaba cubierta de bajos cúmulos nimbos, acaso debido a una potente evaporación.
Al poco tiempo se ve Italia como una franja de tierra estrecha, de características parecidas a las de Córcega.
Según avanzamos hacía el Este en un pequeño trayecto, nos vimos envueltos en una neblina indeterminada situada a media altura entre el mar y el avión.
Albania y Croacia son muy montañosas, con anchos ríos repletos de arena, que se asemejan a playas interiores.
Grecia es un constante pasar de golfos, cabos, ensenadas y muchas islas diseminadas por el mar.
El avión sufrió varias zonas de turbulencias leves, que pudieron ser debidas al continuo pasar por zonas de mar y fajas de tierra.

Después de más de cuatro horas de vuelo divisamos Estambul, dividida por el estrecho del Bósforo y cuyo gran aeropuerto está situado en la zona asiática, mucho más llana y espaciosa que la europea. La hora oficial es una de adelanto sobre la nuestra, debido a su posición más al Este, por cuanto el Sol sale y se pone antes.
Turquía fue poblada por habitantes que en sus orígenes eran mongoles. Luego con el gran imperio romano se fueron mezclando con árabes y otros pueblos limítrofes.
La gran explosión del pueblo mongol por todo el Occidente acrecentó el poder del pueblo turco, convirtiéndose en el azote temible de toda la cristiandad y demás pueblos del Occidente europeo..
El ingreso en la comunidad Europea encuentra muchos escollos, tanto por nuestra parte como de la suya, pues existen muchos grupos radicales que no son capaces de olvidar la enorme rivalidad que existió con los europeos por dominar el Mediterráneo, que llegó a estar casi bajo su dominio.
Su fuente principal de recursos lo proporciona el turismo. Debido a su situación geográfica entre dos continentes, desde la antigüedad convergían las principales rutas comerciales. Actualmente también tiene un comercio muy activo y desarrollado con todo el mundo.
Estambul es una inmensa colmena humana, pues entre los dos lados del estrecho del Bósforo, al que llaman El cuerno de oro, suman 15 millones de habitantes de los que el 35 por ciento tienen menos de treinta años. En Estambul convergen también las principales compañías de recreo en cruceros por el buen atraque que tienen en esta magnifica bahía.
El nombre de Estambul ha sufrido muchos cambios. Primeramente se llamó Bizas o Bizancio y fue la capital del Imperio Romano de Occidente. Luego Constantinopla en memoria del Gran Emperador Constantino y finalmente fue llamada Estambul desde 1453, cuando la conquistó el sultán Mohamed II.
También tenían preponderancia en los textiles, hasta que los chinos han inundado el mercado mundial con sus productos.
Visitamos una fábrica de alfombras y nos enseñaron unos modelos fantásticos. Dominan todas las técnicas, tanto del tejido como la utilización de los materiales más diversos.
Su fuente principal de recursos lo proporciona el turismo, principalmente en Estambul, debido a su privilegiada situación geográfica entre dos continentes, donde convergieron siempre las principales rutas comerciales.
Su estupenda bahía sirve de atraque tanto a los numerosos cruceros de turismo como a los que transitan por el estrecho para pasar al mar Negro

El Estambul europeo, que es el primero que se fundó, está cuajado de mezquitas, palacios y otros monumentos que atestiguan el gran auge que llegó a tener el gran imperio otomano.
El guía nos previno contra las malas mañas que deben tener los taxistas que en nada contribuyen a estabilizar el creciente turismo.
Como el diecinueve por ciento de su población árabe fueron siempre muy aficionados al agua, todavía se conserva una gran cisterna en desuso, donde recogían el agua de lluvia cuya capacidad era de 80.000 m3.
El puente colgante que une las dos partes de Estambul fue construido e inaugurado en el año 1970.

Lo construyó una empresa japonesa por un importe de ciento treinta millones de dólares. Su altura sobre el nivel del mar es de sesenta y cinco metros y su longitud total es de 1510 metros. Su anchura es de 39 metros y sólo circulan vehículos, estando prohibido el tránsito de peatones.
En las horas punta sufre enormes colapsos que tienen que ser resueltos con la ayuda de una bien montada red de trasbordadores.

El Gran Bazar es un gigantesco conjunto de tiendas sobre cuya puerta reza un monograma del sultán Adurmecio que dice “Dios quiere al que hace negocios”. De verdad que pueden hacer muchos en las 4400 tiendas en las que se brindan las más extrañas mercancías.
Llama la atención las 1500 joyerías instaladas, y cuyos escaparates contienen unas diez toneladas de oro.
Los joyeros, muy hábiles, quieren aparentar que venden las joyas al peso poniéndolas en básculas de precisión calculando muy serios su precio fijo. Pero el espíritu arraigado del regateo les traiciona, y si ofreces la mitad de lo que te pidieron, en muchos casos te puedes quedar con la compra.




La gran mezquita de Santa Sofía, nombre que significa sabiduría, es la más emblemática de todas las muchas que aquí hay. Pero como actualmente no se da en ella culto alguno, ha quedado como museo en el terreno de nadie. La iglesia ortodoxa no la apoya y el gobierno no hace tampoco en ella muchos desembolsos.

Da pena ver el estado tan deteriorado en que están sus buenas pinturas al fresco. En la gran cúpula central tienen montado un andamio, que, según me han dicho, lleva así muchos años. Algunos creen que es para justificar las inversiones que no llegan a realizarse.
Si los ingresos de la gran cantidad de turistas que la visitan no sirven para mantenerla decorosamente arreglada significa que estos se destinan a otros fines, pudiendo estar matando la gallina de los huevos de oro.
En sus magníficos jardines anexos han querido perpetuar el paso de otras comunidades, levantando un obelisco con caracteres egipcios. Otro, que está roto por su base, era de bronce y representaba a tres cabezas de serpiente.
También se conserva otro de gran altura y piedra tosca, donde se ven las perforaciones que sirvieron para mantener las muchas y valiosas lápidas de bronce que los cruzados se llevaron para Europa como botín de guerra.
La mezquita Azul está mejor conservada, porque en ella se lleva a cabo el culto musulmán.
Exigen entrar descalzos según prescribe el rito musulmán. Tiene muchas y buenas alfombras en las que predomina el color azul de la que toma el nombre.
También gana a la de Santa Sofía en minaretes pues esta tiene seis y la otra solamente cuatro.

jueves, 9 de abril de 2009

RATAS, RATONES Y TOPILLOS


Los dos primeros pertenecen a la amplia familia de los múrios. Se diferencian en que sus patas carecen de garras como los hurones y la comadreja y sus cuerpos son menos alargados.
Proceden del Sudeste asiático y actualmente son un parásito para el hombre en todo el mundo, aprovechándose de su facilidad para invadir los barcos, alimentadas y camufladas en toda clase de mercancías.He oído comentar a gente marinera que las ratas tienen un sexto sentido para intuir cuando un barco está en peligro de hundirse. Abandonan en masa al barco buscando a nado un nuevo lugar donde guarecerse. Transmiten muchas enfermedades, pues dada su gran movilidad, entran en contacto con muchos alimentos usados por el hombre, a los que contaminan.
Causan grandes daños en paneras, silos o cualquier almacén que contengan grano o cualquier alimento, ocasionando la ruptura de cualquier envase por muy sofisticado que sea.
Para contrarrestar esta acción destructora y evitar su gran propagación, se efectúan con potentes venenos periódicas desratizaciones, incluso en las redes de alcantarillado en las que se alimentan y las sirven de expansión.
En los años cuarenta y cincuenta los venenos eran menos fuertes para combatirlas y se recurría a ratoneras o trampas, que se cebaban especialmente con queso, cuyo fuerte olor lo detectaban a mucha distancia. Si la invasión era muy abundante, se recurría a la táctica “del palo y tente tieso” , que en muchos casos era el más efectivo.
Cuando mi padre compró una vivienda antigua que lindaba a la nuestra, era tal la cantidad de ratas que en ella se guarecían que casi no se podían usar, especialmente las paneras, donde acudían en verdaderas manadas.
Con esta plaga lo más práctico era tenderles la trampa en la misma panera cuando estaba vacía. Se tapaban todas las huras de la parte baja, dejándoles sólo la posibilidad de huida a los tejados, donde la ramuja y juncos de que estaban hechos las servían de cómodo refugio.
Recuerdo como un pasatiempo lúdico el ir muchas noches, después de cenar, a dar una batida a la panera, en la que se habían dejado en el suelo un poco de cebada como cebo. Cuatro personas eran imprescindibles para esta operación. Una para portar el carburo, que era un candil de gas acetileno, muy usado entonces por no haber luz eléctrica y tres más provistos de varas verdes muy flexibles.
Acercándonos en silencio y la luz oculta entrábamos en tromba en la panera. El de la luz cerraba la puerta y los de las varas cada uno a un rincón. Conviene aclarar que las ratas no pueden subir por una pared lisa sino solamente por los rincones, en los que si lograbas batirlos con la vara, todas las ratas que intentaban subir caían al suelo. Como no tenían otra escapatoria volvían a intentarlo y poco a poco quedaban todas tendidas por el suelo.
Excuso deciros la juerga que nos deparo una rata mal herida, que intento salvarse subiendo por la pierna arriba hasta pasada la rodilla. Antonio, un buen muchacho que estaba en casa y del que ya os he hablado en otro capitulo, no le quedó otro remedio que sujetarla en la ingle entre el pantalón y su piel. El sacarla de su estratégico refugio fue la monda para todos, y entre chanzas y risas recogimos los abundantes cadáveres con los que llenamos un caldero.
Con unas cuantas batidas se logró que el número de ratas no fuera superior al de las demás casas labradoras que siempre estarán castigadas con esta plaga.


R A T O N E S















Estos hermanos menores de las ratas siempre concitaron menor rechazo, quizá porque su menor tamaño no les obligaba a destruir tantos alimentos.
También sus depredadores eran muy numerosos. Es típica la frase que dice: "Juegas como el ratón y el gato.” Efectivamente muchas veces vemos a los gatos domésticos bien mantenidos que no tienen mejor diversión que acechar, cazar y jugar con el pobre ratón, que muchas veces ni se molestan en comerle después de muerto.
Dicen que los murciélagos también les atacan, como pudimos comprobar en unas vacaciones que pasamos en Portugal. En la bonita población de Mafra tienen una gran y bellísima biblioteca, que para su conservación tienen un novedoso sistema. En unos pequeños cajones agujereados crían murciélagos, que por la noche se encargan de limpiar la biblioteca de ratones, polillas y otros insectos, sin causar el menor daño a los libros.














Si a nivel casero también son victimas de los venenos y ratoneras, no menor es su persecución en el campo por toda clase de aves de rapiña, córvidos, ardillas, perros, gatos y demás depredadores.
Actualmente por el uso del herbicida son menos abundantes. Dada su reproducción hace años, aguantaban el acoso de todos sus enemigos, que aprovechaban el laboreo de las tierras para atacarles con ventaja.
Motivo de distracción era ver como salían a recibirte antes de llegar a la finca, especialmente los grajos, cuando ibas con el tractor a tu faena y te seguían detrás del surco mucha clase de aves, que tenían en el ratón su principal alimento.
Principalmente en tiempo frío, vi llegar hasta aquí alguna gaviota desde el lejano mar. Las cigüeñas también te seguían buenos ratos, tragando, con sus largos picos, todo bicho viviente que saliera en el surco.
Desde el tractor sin cabina, que yo usé muchos años, podías contemplar las batallas que se entablaban por la posesión de un ratón. Las pegas o urracas, un córvido entonces muy abundante, no tenían inconveniente en arrebatarle la presa a los gabiluchos o cernícalos. Sus garras y pico curvo no era suficiente garantía para que las pegas, con su mayor fuerza y pico corto pero robusto, lograran su objetivo.
También era digno de verse cuando el cernícalo, después de estar un rato batiendo las alas sin moverse un milímetro en el aire, se lanzaba en picado sobre algún ratón que, temeroso por el ruido del tractor, se aventuraba a salir de su madriguera.
Este austero ratón del campo, que se alimentaba de cuatro hierbas y alguna gramínea, apenas se notaba que causara daño alguno. En cambio servía como alimento a una multitud de aves y otros animales que llenaban el ambiente campesino de una vida pujante y armónica.
Cuando salías a dar un paseo se disfrutaba de este armonioso conjunto de la naturaleza, en contraste con la situación actual, en la que, poco a poco y cada vez más, la vista del campo se va pareciendo a un desierto sin vida alguna.


LOS T O P I LL OS



Gran polémica ha causado este animalillo, tanto en sus orígenes como en la manera de combatirlo. Con la publicación en la prensa del hallazgo en algunos pueblos de topillos sueltos, se va generalizando la idea de que son arrojados intencionadamente para favorecer a las aves de rapiña.
Al no haber dado señales de vida esta plaga en casi dos años, su nueva aparición alienta la idea de algunos, que aseguran haber visto hasta las cajas tiradas en el campo, en que suponen eran lanzados desde un helicóptero.
La verdad objetiva es que nadie ha presentado fotos de dichas cajas, ni prueba fehaciente alguna. Según los libros que he consultado, dicen que son eclosiones procedentes de altas zonas de montaña, donde han habitado siempre y consideran lo de su lanzamiento como pura fantasía.
Al margen de esta polémica, la realidad es que este animal tiene la fuerza cavadora de los topos y la movilidad expansiva de los ratones. Ambas cualidades reunidas les hacen temibles, porque en pocos días pueden colonizar amplias extensiones de terreno con sus madrigueras, en las que cómodamente instalados, devoran toda clase de cultivos.











Esta cualidad se ve reforzada por tener un ciclo reproductivo tremendamente rápido.
A los 23 días de gestación las hembras pueden parir hasta siete crías de unos cinco gramos de peso cada una.
Con dos semanas de lactancia y otras ocho de crecimiento llegan a la madurez sexua,l que pueden usar en cualquier época del año, pues su vida subterránea les defiende lo mismo del frío que del calor.
Dependiendo de la clase de cultivo, pueden tener una densidad de hasta cien o más individuos por hectárea. Su dieta alimenticia es variadísima, comen toda clase de cultivos herbáceos y leguminosos, alfalfas, viñas, frutales bajos y productos de las huertas.
Por estar la mayor parte de su vida bajo tierra, la lucha contra ellos es tremendamente difícil. La quema de rastrojos, que se creía efectiva, no ha dado los resultados apetecidos.
La clorafacinona, último veneno recomendado por especialistas traídos de Alemania, es muy bueno, pero tiene complicaciones a la hora de aplicarlo. Se tiene que mezclar con cebada o trigo y para que no lo coman los demás animales hay que meterlo dentro de unos macarrones de plástico y colocarlo casi dentro de las huras.
Esta operación tan meticulosa la van rechazando ya la mayoría de topillos que consideran raro tener que comer lo que se les presenta en un tubo, tan diferente de su comida natural.
Este tratamiento tan minucioso resulta muy costoso por tener que hacerse solamente a mano. Tratar a las grandes fincas, que con la concentración se han formado en esta zona de campos, resulta poco menos que imposible. Se comenta que muchos labradores lo tiraron a boleo, causando mucho daño a las pocas piezas de caza que resistieron la vieja contaminación por los herbicidas.
Los ecologistas dicen que esta plaga es un tributo que hay que pagar a la maltratada naturaleza. Pero siendo ecuánimes debemos admitir que este tributo sale demasiado caro a los que no tienen más medio de vida que su dedicación exclusiva a la explotación agrícola. Cada vez que el hombre interfiere en el equilibrio armónico de la naturaleza, no logra más que estas tremendas plagas que estamos comentando. Esperemos que este repunte de la plaga no avance tan rápido como lo hizo hace dos años y se vaya extinguiendo lentamente, como el caso de la mixomatosis de los conejos.