miércoles, 29 de diciembre de 2010

DEPORTES TRADICIONALES














PELOTA A MANO

Recuerdo ver jugar a los mozos a la pelota los domingos después de la misa. El frontón era la pared espadaña de la iglesia y tenía sus peculiaridades muy bien aprovechadas por los del pueblo y un tanto difícil para los forasteros.
La pared lateral en vez de estar a la izquierda como en todos los frontones, estaba a la derecha, en su parte delantera se ampliaba el frontis con una pared más baja que la principal con muy poco espacio de juego que se llamaba el “rincón” y que en realidad lo era, cuya modalidad de juego sólo se aprendía por algún especialista con mucho entrenamiento.
Para participar la mayor cantidad de gente posible se jugaba tres contra tres, dos en lo que podíamos llamar el campo de juego grande y otro que se encargaba de jugar en el rincón. Los juegos eran de quince tantos y ganaba la partida el que primero hiciera dos quinces.
El castigo por perder era pagar una cuartilla (cuatro litros) de vino de la cosecha que era consumido por todos los asistentes a la partida. Los que ganaban seguían jugando con nuevos contrincantes con lo que se lograba que participaran en el juego casi todos los mozos aficionados a este deporte.














LAS TABAS
También recuerdo las partidas de tabas que se jugaban al remanso de alguna pared aprovechando el tibio calor del sol invernal. Las tabas son un pequeño hueso que tienen las ovejas en sus patas delanteras y se jugaba tirando al alto tres de estas hasta que una de ellas quedaba de canto. Al empezar a jugar se sorteaba el que debía empezar a jugar, tirando al alto una sola taba y se pedía una posición de las dos que tenía más normales que se llamaban “penca y suiz”.
El que acertaba tiraba las tabas y “casaba” una cantidad de dinero a todos los asistentes al corro y si lograba que alguna de las tres tabas quedara pinada de canto en una cara que se llamaba “carne” cobraba a todos lo que había apostado, si sacaba “culo”, la cara opuesta a carne, perdía lo que apostaba y pasaba a tirar las tabas otro del corro.
Al que se agachaba para recoger las tabas del suelo y entregárselas al que las tiraba se le llamaba “garite” y recibía la propina del que ganaba. Este personaje podíamos decir que era el maestro de ceremonias del juego contribuyendo con sus ocurrencias a la alegría del corro. Una vez recogidas las tabas las besaba y soplaba en la mano antes de entregarlas y cantaba cuando estaban en el aire: “hala pindeja, carne de oveja” o también “carne en viéndola” y otras frases graciosas que se le ocurriera.
Este juego también tenía momentos de emoción si el que tiraba las tabas quería dárselo. Si cuando sacaba la primera carne decía : “o todo o nada, juego los tres golpes” se entendía que no recogía las ganancias hasta lograr tres carnes seguidas.
Suponiendo que se jugara una peseta por cada jugador del corro, este, a la primera carne, tenía que jugar dos pesetas, a la segunda cuatro y a la tercera ocho. Algunas veces se conseguía pero la mayoría se fallaba por salir el culo y ganaban todos los que no tiraban las tabas. Si alguno no quería exponer, seguía jugando normalmente y ganaba o perdía según el juego normal.
Como en todos los juegos, este tenía también sus trampas pues algunos las tiraban con efecto o muy bajas y entonces cualquiera de los que jugaban podía decir en voz alta: “barajo” y automáticamente quedaba invalidada la jugada.
Otra trampa poco corriente era jugar con tabas emplomadas. Algún manitas poco escrupuloso, daba unos pequeños taladros en la parte que marcaba el culo y metía en ellos unos perdigones de plomo y lo tapaba con una mezcla de cera, yeso y resina que al secar imitaba muy bien el hueso de la taba. Con este contrapeso había más posibilidades que saliera carne que lo contrario.
En algún pueblo cercano se cruzaban apuestas importantes, aquí se jugaban pequeñas cantidades he incluso los chavales jugábamos con cartones de las cajas de cerillas.

LA PITA

Juego de gran pulso y tino que consistía en derribar una pita de madera que se preparaba con adornos y se ampliaba sus bases para que se pinara mejor y de unos veinte centímetros de alta. Los tejos que así se llamaban con los que había que acertarla eran dos discos de hierro de aproximadamente diez centímetros de diámetro y trescientos gramos de peso.
Para establecer el orden del juego de los participantes se “ tiraba a mano” que era ver quien aproximaba más el tejo a una raya marcada sobre el suelo de algo más de un metro de largo, marcando en sus extremos una raya perpendicular en cada uno que se llamaba “gallífaro” y cuando el tejo de algún jugador rebasaba dicha raya lateral siempre era el último en jugar.
Determinado el orden, se ponían sobre la pita las monedas que se jugaban, y desde una distancia que siempre elegía el primero en jugar, se lanzaban los dos tejos. El primero para acercarle lo más posible a la pita y el segundo con más fuerza para desplazar a la pita lo más lejos posible del dinero.
Como las monedas, al dar a la pita, se esparcían en todas las direcciones, muchas veces, por medio de una cuerda se medía la distancia que había entre cada una de ellas al tejo o a la pita y en el primer caso las ganaba el que tiraba y en el segundo quedaban en “cama” que se decía cuando la pita estaba caída y tiraba el siguiente para ver si podía levantar la cama. Cuando después de varias tiradas, ningún jugador lograba ganarla, se volvía a tirar a mano como al principio y las monedas que quedaban sin ganar se añadían a la “pona” normal.

EL FÚTBOL
Por los años cincuenta se extendió por esta región la afición de su juego y todos los jóvenes, por ser un deporte nuevo ponían mucha ilusión por ejercitarlo.
En San Nicolás se empezó a jugar como diversión local, pero como los demás pueblos lograban formar sus equipos representativos, intentamos hacer lo mismo. Para empezar se hizo una derrama entre los jóvenes con el fin de comprar las camisetas y balón reglamentario imprescindible en cualquier equipo. Recuerdo que acompañado por otro chico fuimos a León y compramos, además del balón y el equipo del portero, diez camisetas numeradas blanqui-rojas. Los pantalones, para no aumentar el presupuesto, nos lo hicimos cada uno el nuestro de color azul oscuro.
Queriendo dar constancia y nombre al club, mandamos bordar a las monjas de Sahagún un escudo con el nombre rimbombante de Real San Nicolás, que lucimos sobre el pecho con tanta ilusión como cualquier equipo de campanillas.
Como partíamos de cero y poco enterados de este juego compramos un reglamento para enterarnos de las medidas reglamentarias de porterías y campo y lo más elemental en las faltas de castigo en el juego así como también el sabernos poner el número del dorsal que correspondía a los diferentes puestos del equipo.
Con estas pobres ayudas y un mundo de ilusiones, comenzamos a entrenar y adaptarnos a los diferentes puestos. La portería la cubría un tocayo mío, Modesto, que por desgracia ha fallecido no hace mucho, que suplía sus cualidades físicas con una excelente colocación y anticipación a la jugada con lo que lograba unas paradas no espectaculares pero sí muy efectivas. La defensa era el puesto que mejor se cubría, pues es más fácil destruir que crear. Por su fortaleza física y decisión jugaban en estos puestos los hermanos Pepe y Ángel, Nicolás, Sixto o José Luis que eran contundentes despejando, especialmente cuando calzaban las pesadas botas de arar en el campo, claveteadas de relucientes tachuelas que imponían respeto en los delanteros contrarios.
De medios jugaban Luis y los hermanos Fidel y Vicente, que como eran jóvenes y muy voluntariosos, enlazaban bien las líneas corriendo mucho, subiendo y bajando según pidiera el juego.
En la delantera jugábamos Zósimo, Agustín y el que lo cuenta. Los dos primeros, además de juventud, tenían un buen toque de balón y rápido regate para burlar las defensas contrarias y yo hacía lo que podía desde el extremo derecha jugando casi siempre rayando el fuera de juego, que entonces casi no se sabía lo que era y aprovechando algún fallo de la defensa.
Aunque las tácticas de juego eran un lujo para un equipo tan bisoño como el nuestro, por lo menos los números de las camisetas, procurábamos llevarlas según la moda del cuatro- tres- tres que empezaba a usarse entonces, como también la W.M. El catenasio italiano y el defensa escoba.
Lo que mejor resultaba en nuestro caso era el patadón y adelante, procurando suplir nuestra falta de técnica con la férrea voluntad de sacar el partido adelante.
Si he mencionado la anterior alineación se debe sólo a que me la recordó la foto que adjunto, sacada en Villelga, sin suponer que jugáramos siempre los mismos. Se procuraba que jugaran todos los mozos y algún casado joven, que con mucha ilusión, incluso nos acompañaban en nuestras salidas.
Colaborando todos se hicieron dos porterías reglamentarias y se marcó un campo de buenas dimensiones, ya que la llana y espaciosa era del pueblo se prestaba a ello.

De nuestras salidas a jugar en pueblos próximos recuerdo la que hicimos a Pozuelos del Rey, pueblo cerca de Villada, una tarde gris del mes de Diciembre. Como ya teníamos concertada la fecha, no nos arredró salir del pueblo, acompañados por varios casados, andando por un camino de herradura y en parte campo a través, con el cielo plomizo y encapotado que poco antes de llegar comenzó a nevar copiosamente, por lo que resultaba difícil jugar un partido de mero trámite y en plan amistoso.
Con buen criterio los mozos de Pozuelos, muy atentos, al no haber bar en el pueblo, nos acomodaron en una bodega que tenía una espaciosa lagar cuyos tablones y madera de prensa nos sirvieron de mesas y asientos bastante confortables.
De la cercana Villada trajeron dos lechazos asados que con otros aditamentos y abundante vino de cosecha, nos brindaron una buena merienda-cena que trascurrió en un ambiente muy cordial por tratarse de juventudes afines en costumbres de pueblos muy pequeños como los de ambos.
En este buen ambiente se nos hizo muy tarde para volver por el camino de ida, nos fuimos a dormir a la pensión de Sofoca en Villada, después de tranquilizar por teléfono a las familias del pueblo. Siguiendo la juerga en la pensión, por la mañana, medio dormidos, cogimos el célebre tren mixto, del que ya os he hablado, que nos trajo a Sahagún retornando al pueblo contentos por el buen trato recibido.
A los pocos días que vinieron ellos a jugar aquí, quisimos corresponder con la misma moneda y después de jugar el partido de trámite, que no recuerdo como acabó, organizamos una fiesta para todo el pueblo en la era. Una semana antes, escotando a cántaro de vino por mozo, preparamos una gran limonada siguiendo las instrucciones de una especialista de Sahagún. En un gran “pozal” mezclamos los catorce cántaros de vino con dos sacos de azúcar y los kilos de limones correspondientes.
Por la noche después del trabajo, con la disculpa de probar y macerar la mezcla, nos pasábamos unos buenos ratos. Para trasportar esta ingente cantidad de limonada tuvimos que echarla en una carral, que puesta sobre una escalera, llevamos entre todos a la era. Servida en jarras se consumió en plan de fiesta y el que no supo reprimir a tiempo el buen sabor de la mezcla acabó dando tumbos y algunos tuvimos que hacer de enfermeros llevándoles a sus casas bastante enfilados.

En otra ocasión para que nos llevasen en su remolque agrícola a jugar a Villlalcón, distante unos veinte kilómetros, recuerdo que nos pasamos toda la mañana empeñados en hacer arrancar el tractor. Este que fue el primero que se vio por estos pueblos quizá porque era de petróleo o por que su amo no estaba muy impuesto en la mecánica, llevaba unos días sin funcionar, por lo que intentamos hacerlo entre todos. Atando dos fuertes maromas le sacamos a la carretera y con la fuerza unida de al menos veinticinco personas y después de cansarnos de dar tirones, se le ocurrió arrancar y pudimos hacer cómodamente el bien ganado viaje.
Vivía en Villalcón Don Primitivo, veterinario titular muy conocido en esta zona, que se brindó a hacer de árbitro. Después de jugar dos cortas medias partes para que no nos cansáramos mucho, en plan chungo nos decía : - Vamos a tirar una tanda de penaltis para que se estiren los porteros. Con este plan jovial nos hizo pasar un buen rato y al final dictaminó un diplomático empate y en el bar del pueblo pasamos una tarde de convivencia con muchos chicos que conocíamos.
Como veis, en muchos sitios que visitábamos, el fútbol sólo era el pretexto para fomentar el buen trato con la mocedad de los pueblos cercanos. Como todos jugábamos por diversión sin estar sujetos a ningún calendario o torneo, el resultado no era lo más importante. Por fortuna muy pocos eran los pueblos que guiados por un prurito de amor propio mal entendido, se tomaban en serio el resultado del partido, con lo que contribuían a fomentar un ámbito hostil que nosotros entendíamos no merecía la pena aumentar.
Durante unos diez o doce años esta afición al fútbol perduró, hasta que se generalizó la emigración y muchos jóvenes marcharon del pueblo. Los que quedamos, con el paso inexorable del tiempo, algunos nos casamos y otros ya mayores no supieron cultivar la afición a los pocos jóvenes que aún quedan en estos pueblos.
Acompaño fotografía, que conservo en el álbum familiar, del equipo que jugamos en Villelga y un poema dedicado a nuestro querido equipo.
Botas con las que jugué al fútbol. En lugar de tacos, llevaban unas bandas de cuero.















La foto está amarillenta , fruto del paso de los años. Este equipo en poco se parece a uno de esos archimillonarios de las grandes estrellas. El estadio en el que jugábamos no era tampoco de los que salen por la tele. Sin embargo este sí que era el equipo de los sueños de todos aquellos que lo componíamos. Se llamaba Real San Nicolás, jugaba en las eras de los pueblos donde íbamos, en este caso Villelga, junto al cauce del Templarios.
Estaba compuesto por los siguientes jugadores: ( de izquierda a derecha y de arriba abajo)
Nicolás Borge, Sixto Borge, José Santos, José Luis Celada, Vicente Velasco, Zósimo Garrán, Agustín Campos, José Luis Borge, Fidel Velasco, Modesto Celada y Modesto Carvajal.

domingo, 19 de diciembre de 2010

SEMBLANZAS DE D.MIGUEL DELIBES



















Aunque ya son muchos los trabajos y estudios que se han hecho y seguirán haciéndose sobre la obra de este gran escritor, quiero recopilar en estas líneas mi modesto parecer de los recuerdos que tengo, después de haber leído y releído su extensa obra.
En ella ha logrado reflejar como nadie el alma, vida y costumbres de esta zona de Castilla, con epicentro en Valladolid donde pasó su vida. Aunque tuvo buenas oportunidades, nunca quiso salir de su Valladolid natal y Castilla sería el escenario donde desarrolló su extensa obra literaria. Nació en Valladolid siendo el tercero de ocho hermanos el día 7 de Octubre de 1920 y murió en el mismo después de haber cumplido los 89 años el día 12 de Marzo de 2010.
Sería ocioso decir que para mí Delibes ha sido el escritor moderno que mejor ha sabido expresarse en el rico idioma castellano, empleando con suma maestría los modos y giros que el pueblo llano usa, y que son la expresión del buen hablar de nuestros antepasados.
Aunque oficialmente no dejó escrita ninguna memoria, sin perjuicio que puedan aparecer ya, nos las dejó indirectamente expresadas, pues en cada una de sus novelas nos desvela aspectos íntimos de su personalidad que denotan a un hombre muy cabal.
Cuatro cosas son las que coincidieron para que Delibes fuera el gran escritor que llegó a ser:
1ª) La carrera de derecho mercantil que hizo, por seguir la tradición familiar, enamorándose de la manera de escribir que tenía su profesor Garrigues.
2ª) El haber entrado en el periódico el Norte de Castilla, primero de caricaturista y después de la guerra haciendo críticas de libros, cine etc.
3ª) El premio Nadal, que consiguió con su primera novela “La sombra del ciprés es alargada.”
Y 4ª) y principal la ayuda de su novia primero y esposa después Ángeles Castro, que le impulsó a la afición a la lectura haciendo también de mentora y consejera del novicio escritor.




















Según propia confesión tres fechas fueron decisivas en su vida: en 1947 en que ganó el premio Nadal, el año 1974 en que murió su esposa Ángeles y en 1990 en que cumple 70 años en los que había fijado la meta de sus actividades, tanto deportivas como literarias.La influencia de su padre Adolfo Delibes fue decisiva para la formación de su carácter como lo cuenta en su estupenda novela “Mi vida al aire libre”, en la que preferentemente recuerda sus enseñanzas. A su madre Maria Setién la recuerda siempre al cuidado de la casa. Aunque siempre tuvo varias criadas, la compra y la reparación de la ropa siempre fue cosa suya. Era una consumada cazadora de los chinches que abundaban en las camas, relata Delibes con una sinceridad que le honra, y con no menos ternura confesaba que su madre hacía de dos cuatro y que las sabanas tenían más puntadas que la fábrica de Sabadell donde las hicieron.















Le gustaba jugar al fútbol y montar en bicicleta y como el sueldo de su padre no daba para comprar libros nuevos tenía que contentarse con los libros usados de sus hermanos.
Donde su padre no era tan tacaño era en los gastos de compra y arreglos de bicicletas con las que inculcó a sus hijos la afición al aire libre y a los deportes.
Es célebre la anécdota que cuenta Delibes, de cómo su padre cuando cumplían sus hermanos seis años les amarraba una soga a la cintura y les lanzaba al agua sosteniéndoles un rato, hasta que al cabo de una semana se soltaban a nadar solos.
Del tiragomas pasó a la carabina de aire comprimido, que su padre le regaló por los Reyes cuando tenía once años.
En la novela “ Madera de héroe” relata el principio del alzamiento de la guerra civil del treinta y seis. Aunque Valladolid siempre estuvo en la zona nacional, recuerda que su madre nunca fue muy amiga de los falangistas y en su casa nunca hubo una camisa azul. Como expresión de su religiosidad, su madre les puso a todos los hermanos una pequeña cruz en la solapa, que fue motivo de más de un enfrentamiento con los chicos republicanos.
Al cumplir los 18 años se alista voluntario en la marina, siendo designado al crucero Canarias. Al acabar la guerra se licenció al cumplir los 19 años.









Cuenta en la novela “Un año de mi vida” que el único placer que tenían dentro del crucero era lanzarse al mar desde la cubierta y disfrutar nadando teniendo de profundidad muchos metros de agua, por lo que muchos compañeros no se atrevían a hacerlo. La guerra la compara como el drama de Caín y Abel, pues en los dos bandos hubo mucho ensañamiento. Los malos para la derecha eran los de la izquierda y para los de izquierda los de la derecha.
En "Las guerras de nuestros antepasados” Delibes usa la guerra como telón de fondo no comprometiéndose con ningún bando por miedo a la censura, que existía cuando escribía estos libros.
Al terminar la guerra se encuentra en Valladolid con un padre de cerca de 70 años, ocho hermanos por colocar, el bachillerato terminado y tres años de peritaje mercantil. Exigencias económicas le llevaron a estudiar derecho y comercio, con el apremio de gastar poco y estudiar rápido, presentándose a varias oposiciones bastante difíciles.
Acuciado por la necesidad escribió con precisión y sencillez los títulos “Aún es de día” y “Camino”, que denotaron ya las buenas maneras del inminente autor.
Con el seudónimo de “MAX” ( M de Miguel, A de Ángela y X de incógnita) por cien pesetas mensuales se dedica a hacer caricaturas de todo bicho viviente en el Norte de Castilla y aprovechando la limpieza política que hubo después de la guerra entra de simple colaborador. Después de hacer un cursillo de tres meses en la escuela de periodismo de Madrid ya fue de plantilla.
“En mi vida al aire libre” Delibes nos cuenta con todo lujo de detalles sus estrecheces económicas y las palizas que tenía que darse en bicicleta si quería ver a su novia Ángeles. También confiesa que ella fue la que le encauzó a su afición a la lectura y le animó a escribir.
¡Con qué detalle y sinceridad nos cuenta sus apuros en su boda! El dice que no estrenó ni una camisa y ella tuvo que conformarse con traje negro, a pesar de ser, ya entonces, un sacrilegio no ir de blanco.
Este detalle del traje lo recuerda con mucho cariño justo el 25 aniversario de su boda. También comenta los regalos que se hicieron en la petición de mano. Él la regala una bicicleta y ella una máquina de escribir como algo premoritorio de lo que ella creía que iba a ser.



















A los nueve meses y medio tuvieron su primer hijo y con gran ilusión de ambos se puso a escribir “La sombra del ciprés es alargada” que le valió el Nadal y fue el arranque creativo de su vida de escritor. El premio Nadal lo dedica a su mujer e hijo y a sus padres. Las quince mil pesetas que le dieron por el premio era entonces bastante dinero y para Delibes mucho más pues sólo ganaba 1000 pesetas como profesor en la escuela de comercio y 500 pesetas en el periódico el Norte. Con este dinero puede atender a los gastos de su segunda hija Ángeles y el resto, como buen castellano, lo administró como mejor pudo hasta que llegó una enfermedad que él tuvo, y se llevó el resto.
Desde entonces el nacimiento de sus hijos y la edición de sus nuevas novelas van saliendo casi a la par. Pues el nacimiento de los siete hijos que tuvieron lo consideraban como lo más natural del mundo.
En la novela “Aún es de día” explica con todo detalle los sentimientos de un niño al verse solo y desamparado. La censura le quitó los devaneos eróticos de un pobre contrahecho, pero no puso ningún reparo en admitir los trapicheos del estraperlo, muy en boga en aquellos años.















En "El camino” Delibes recibe la primer sorpresa, pues a pesar de haberla escrito a capítulo por día, tuvo una buena aceptación de todos los críticos. Con esto se dio cuenta que lo mejor era escribir como hablaba, con poco adorno y desde esta novela se dejó llevar por su instinto natural que tan buenos resultados le había proporcionado.
El argumento de esta novela no puede ser más sencillo. Cuenta los avatares de un pequeño pueblo a través de los ojos de un niño Daniel, apodado el Mochuelo y de sus dos inseparables amigos, el Moñigo y el Tiñoso. Con sus peripecias, sabiamente manejadas, conforma el perfil del pueblo donde el autor había pasado muchos veranos de su infancia.
Como cuenta en “Mi vida al aire libre”, de la bicicleta pasó a la moto Montesa, que a pesar de su pequeña cilindrada le parecía una locomotora. ¡Con qué orgullo y satisfacción cuenta lo que fardó con la moto junto a su mujer!
En una ocasión se atrevieron a ir en moto a Santander, pero al subir los puertos Ángeles tenía que saltar de la moto en marcha para que él pudiera coronar el puerto, pues con los dos no podía.














En “Mi adolatrado hijo Sisí” critica un tema de rabiosa actualidad, como es el tener el hijo único. El protagonista procura siempre gozar de los placeres de la vida. Cuando su mujer le anuncia que van a tener un hijo decide que este no necesita educación, cosa que dice es de pobres, y le da cuantos caprichos le pide su hijo, iniciándole en el sexo desenfrenado como reflejo de la conducta paterna. Estalla la guerra civil y su padre le proporciona un destino poco peligroso. Pero Sisí muere y el protagonista incapaz de soportar su ausencia, se quita la vida.















En “Diario de un cazador” Delibes ensaya otro método nuevo de hacer una novela. El sistema de hacer escribir un diario al protagonista le sirve para que el lenguaje vulgar que usa tome visos de naturalidad, expresado en la jerga del cazador, casi siempre exagerada y parlanchina. También incluye un relato explícito de como se debe cazar, en especial la perdiz roja. Esta fue su caza preferida en la versión más pura practicada los domingos, que con el perro y la escopeta al hombro salían al campo a buscar noblemente la pieza, con buenas piernas y mejor vista.















“La muerte de un cazador” está dedica a la muerte de su padre Adolfo Delibes a los 81 años, tan enamorado del campo como de joven. Siguió ejerciendo la caza hasta que le fallaron las facultades físicas y para no estar en casa se pasó a la pesca que practicó hasta sus últimos días.
En “Diario de un emigrante” recoge las andanzas de su viaje a Chile, Brasil y Argentina, que le dieron material para escribir varios libros de viajes, muy bien documentados.
“La señora de rojo sobre el fondo gris”es un cariñoso homenaje literario a su esposa, a la que llama Ana en la novela, que fue protagonista absoluta en la vida del autor. Ella le hizo feliz durante 48 años y a su muerte exclamo: "!Ha muerto la mejor mitad de mi mismo!"
No me resisto a dejar de contaros un pasaje que cuenta en esta novela que demuestra la mutua comprensión y amor que siempre se dieron en esta pareja. Ángeles, además de ayudar a Delibes como una consumada secretaria, creyó conveniente prepararle un despacho apartado e insonorizado para que escribiera más tranquilo. Por deferencia hacia ella se recluyé en él unos días, pero tuvo que desistir, pues en aquel silencio no lograba escribir nada, teniendo que volver a su antiguo escritorio desde donde apreciaba el bullicio que producían sus siete hijos jugando por toda la casa.
En “La hoja roja”, título alusivo a la hoja de ese color que aparecía en los libritos de papel de fumar avisando que ya quedaban pocas. Con esta imagen nos hace meditar sobre lo fugaz que pasa esta vida.















“Las ratas” es una denuncia de la postración del medio rural castellano. El protagonista cazaba ratas, que aquí llamamos aguaderas, con la ayuda de un punzón y un perrito. Para sobrevivir le encargaba venderlas a Niní, niño prodigio que sabe más que nadie, con una ciencia infusa que traspasa e ilumina la brutalidad y suciedad que domina todo el ambiente sin que él se manche en absoluto. Este ambiente tan pobre y miserable fue comprendido por otro castellano, Antonio Jiménez-Rico que filmó esta novela 35 años después, rodando muchos planos en el próximo pueblo de Población deArroyo.
En “Viejas historias de Castilla la Vieja” cuenta la vida de un joven campesino en un pueblecito castellano, duro de mollera y parco en afanar en el campo. Emigra a América Lorenzo, que así se llama el protagonista. Cuando vuelve, después de muchos años, se encuentra conque nada había cambiado en su pueblo, excepto las personas, que ya eran todos para él hijo de fulano y mengano. Todas las demás cosas permanecían inalterables.
“Cinco horas con Mario” es el monólogo de una joven viuda ante el cadáver de su esposo Mario. En principio fue recitado con desparpajo por la vallisoletana Conchita Velasco que entonces era conocida con este diminutivo. Sutilmente en el monólogo va introduciendo el autor todas las carencias que sufre esta tierra, como malas carreteras, escasez de cosechas, calles enlodadas en invierno y polvorientas en verano. Ante este crudo panorama que trata de endulzar lo más posible para despistar a la censura, Delibes hace una pregunta, que cobra actualidad ahora mismo ¿A quien puede extrañar que los jóvenes se escapen? Desde que se hizo esta pregunta han pasado 44 años y el problema no se ha resuelto ni se ha buscado una respuesta fundamental.
















En “Vivir al día” cuenta el autor lo difícil que era entonces vivir de la pluma y más en su caso con la familia super numerosa que tenía. En su manutención y enseñanza gastaba todo lo que ganaba como director del Norte de Castilla y colaboraba en varios más, y la paga de profesor de la Escuela Mercantil.
Los derechos de autor por las novelas publicadas tuvo que negociarlos al alza de quince a veinticincomil pesetas mensuales. Es en esta novela donde más detalla su situación económica no muy desahogada.
Por la “Parábola del naúfrago” sabemos que Delibes, a raíz deun viaje a Praga, sintió miedo tanto de la dictadura de izquierdas de Checoslovaquia, como por la de derechas de España. También narra las primeras revueltas estudiantiles en la universidad de Madrid y el primer atentado mortal de un guardia civil perpetrado por ETA.
En “El príncipe destronado” relata la historia de un niño de tres años que con mimos de sus padres y de cinco hermanos más se siente muy feliz las doce horas que está despierto. Mas todo esto se va al traste cuando llega una hermanita de un año. Aquí se demuestra la gran veteranía del autor para hacer protagonista, muy bien definido, a un niño de tres años.















La novela de “El disputado voto del Sr Cayo”es una de las que yo he leído varias veces, encantado de lo bien reflejado que está en ella el ambiente y personajes que hoy día todavía perviven en estos pequeños pueblos en los que nos ha tocado vivir.
Para mi es un misterio no fácil de explicar, por qué un hombre de ciudad como el autor haya sido capaz de penetrar en el acervo cultural tan cerrado que ha existido en estas comunidades minúsculas del campo castellano. Solo con la fina perspectiva de Delibes visitando muchos pueblos semidespoblados es posible llegar a la redacción de esta novela, tan bien fijada en la cruda realidad.
Su argumento es una fina ironía sobre las campañas electorales, que unos candidatos que tratan de lograr el voto del Sr Cayo. A este Sr le describe como arquetipo del campesino castellano,hombre íntegro, sobrio y sacrificado con una buena retranca, que trae de cabeza a los candidatos, que daban por sentado, al principio, lo fácil que sería lograr su voto. Delibes contrapone en la novela dos modos de vida y también de lenguajes: El urbano y el rural. Cada palabra del Sr Cayo encierra una sentencia, en cambio el candidato Rafa es un chiquilicuatro con mucha palabrería y poca enjundia. En este pueblo de la novela solo quedaban dos viejos que no se hablaban, como desgraciado ejemplo del egoísmo y envidias tan perniciosas como inútiles.
"Los santos inocentes” es la novela donde los personajes están retratados con una maestría inigualable. El inocente Azarías, el señorito Iván, la Régula y su marido Paco el Bajo, sus hijos la Charito y la invalida niña chica y otros que componen lo más representativo de esta singular novela. A esta disposición de los personajes añadió otra no menos rara pues en ella no hay puntos más que al final de cada capítulo, empleando solo la coma y en muy contadas ocasiones el punto y coma. El episodio de la alfabetización de los señoritos que vinieron de la ciudad, es una crítica al barullo que se forma con los diferentes sonidos que emiten ciertas consonantes según la vocal que se acompañe. La novela se lee con fluidez y le basta al autor con prescindir de los convencionales signos para obtener un inusitado y brillante efecto.















Dada la popularidad que alcanzó esta novela el director de cine Mario Camus la llevó a la pantalla con un reparto de lujo. Entre ellos destaca el de Paco Rabal interpretando al inocente Azarias. Para interpretarlo con la perfección que lo hizo tuvo que entrenarse a conciencia y el traje de pana agrandado y los pantalones remendados a cuadros que usa en la película, dicen que tuvo que recorrer muchos pueblos hasta encontrar este que juzgó el más adecuado. También Alfredo Landa destacó en su personaje de Paco el Corto y en su papel de secretario de caza del señorito Iban, interpretado por Juan Diego. Paco Rabal y Alfredo Landa fueron premiados por su interpretación y tienen dos secuencias para mi, antológicas. El primero por el ahorcamiento del señorito y el segundo por lo bien que supo imitar el rastreo de un perro de caza.
La publicación de esta novela, un tanto anómala, por ser una crítica a las directrices muy rígidas de los academicistas, suscitó entre estos no sé si prevención o envidia por el gran éxito logrado.Esto dio pie a una disimulada campaña de desprestigio del autor, diciendo que no sabía escribir más que de campo y perdices.
Para demostrarles que sabía escribir también como el mejor Delibes empezó la recopilación de datos y construcción de la trama de su mejor novela.













“El Hereje , novela que tardó en escribir cuatro años. Con ella consiguió una obra diferente, con pasión pausada y con inteligencia alerta logrando uno de los mejores compendios de la literatura. Aunque no quería hacer una novela histórica, al fin le salió una de su estilo, aunque ambientada en el siglo XVI. Cipriano Salcedo de la secta luterana de Valladolid es el protagonista que sufre las persecuciones de la iglesia católica por medio de la Inquisición, que entonces regía todo.
"El Hereje" es la obra más densa y completa que he escrito, aseguró Delibes y se extrañaba que también la alabasen la jerarquía católica, religión que decía profesar él, aunque con dudas que le atormentaban mucho.
Lo curioso del caso es que también los protestantes en el 2007 otorgan a Delibes el premio Unamuno por el comportamiento ejemplar que tuvo Cipriano antes de morir en la hoguera.
“La Tierra herida” escrita a la limón por Delibes padre y Delibes hijo en 2005. En ella el acervo científico del hijo se contradice un poco con la naturalidad del padre, por lo que esa mezcla resta el interés que las demás novelas nos han proporcionado a sus incondicionales lectores.


Debo poner fin a estas semblanzas, pues cuando las empecé no creí que saldrían tan extensas, pero la sola enumeración de los 22 títulos que abarco llevan su tiempo, a pesar de no poner en cada una más que lo mínimo que recuerdo, quedando algún detalle en el tintero.
Su distribución por títulos puede facilitar su lectura, escogiendo a gusto de cada uno.

Doy las gracias al bibliobús provincial que al cabo de estos años me proporcionó estos ejemplares.


Me doy por satisfecho si con estas semblanzas lograra aportar algo a la biografía de Miguel Delibes, el gran clásico popular de nuestras letras

viernes, 3 de diciembre de 2010

TRES PEREGRINOS CURIOSOS
















Una fría mañana de Noviembre y con una niebla muy cerrada pasaron por nuestra puerta tres peregrinos muy diferenciados por su origen pero unidos por el anhelo de hacer el Camino de Santiago.
Uno era de Huesca, perito agrícola, que como español hacía de intérprete. Otro de Brasil, era ingeniero químico, que tenía que hacer uso del intérprete y el tercero de Estados Unidos, maestro que quería estudiar el castellano.
Como el primero era hijo de labrador, al ver los aperos de labranza antiguos que tengo retirados en el portalón, se acercó para verlos y preguntar por sus nombres.
Pasaron luego a ver las dependencias agrícolas donde tengo muchos cachivaches del oficio de los que sacaron un sin fin de fotografías y explicándoles el uso y funcionamiento de todos ellos. Este deseo de conocer cosas nuevas es uno de los incentivos que mueven a estos peregrinos a dar por bien empleadas todas las grandes fatigas y sacrificios que el tránsito del Camino lleva consigo.
Ya puede llover, hacer frío o caer chuzos de punta, que cuando ven cualquier cosa que pueda interesarles sacan la cámara, aunque la tengan bien guardada en el intrincado laberinto que todos portan en su mochila.
Como la mañana era fría les invité a que se calentaran en la gloria que Raquel estaba prendiendo. El nombre de gloria les llamaba la atención pues es como aquí tradicionalmente se llaman estas instalaciones tan antiguas que ya los Romanos las usaban con el nombre de hipocaustum y les servían para el mismo fin.
Al ser esta zona muy productiva en cereales se aprovecha como combustible la abundante paja que estos producen y que resulta muy barata.
Me dejaron una fotografía que sacamos con Raquel y comentaron que les encantaría la pusiera en mi blog.


Confortados con el calor y contentos de haber aprendido cosas de por aquí emprendieron la marcha en la que tenían programado llegar hasta El Burgo Ranero

jueves, 25 de noviembre de 2010

RECUERDOS MUNICIPALES: PRIMERA PARTE

El municipio de Moratinos lo han constituido el pueblo del mismo nombre, San Nicolás del Real Camino y los caseríos próximos de San Martín de la Fuente y Villátima.
Se da la circunstancia que yo, como nacido en San Nicolás, desde mi adolescencia recuerdo participar en las comunes celebraciones, que se hacían en los dos pueblos principales.
Si nos remontamos a los años 1936 al 1939 que duró la guerra civil, las manifestaciones que casi obligaba a hacer el gobierno, cuando se tomaba alguna capital importante, empezaban en San Nicolás, pero dada la proximidad, casi siempre terminaban delante del ayuntamiento, situado en Moratinos.
Con esto las autoridades municipales querían darles un marchamo oficial de todos los componentes del municipio. Quisiera prescindir de estas reuniones, un tanto forzadas por las circunstancias, y ahondar en los sentimientos personales que mi memoria recuerda.
El venir a Moratinos, especialmente los domingos y días de fiestas, constituía para chiguitos y mozos como una costumbre muy arraigada que se hacía casi inconscientemente, pues salir a la carretera y vernos en Moratinos era lo más natural para pasar la tarde y regresar satisfechos con este desplazamiento voluntario.
Este fenómeno social creo se debía a que en estos pequeños pueblos nunca hubo mucha juventud y juntándonos, en un pueblo tanto como en el otro, se formaba un grupo más heterogéneo que facilitaba el trato y diversión juvenil, tanto cuando se hacían bailes improvisados con pandereta o gramola, o simplemente paseando por la carretera.
Fue siempre tradicional en este ayuntamiento celebrar una fiesta el día de la talla de los quintos. Como entonces se apreciaban más las golosinas que ahora, recuerdo que alguna vez vinimos los chiguitos a “correr” los confites y almendras, que ese día el Sr alcalde tiraba desde el balcón del ayuntamiento. Con este detalle la corporación reunida en pleno ese día, quería que el ambiente de fiesta fuera general y no circunscrita a los mozos que se tallaban y a sus familiares.
Cuando el aguacil te entregaba la cartilla militar a tu nombre poco antes de la talla, te sentías por primera vez en tu vida como alguien que tenía la obligación de prestar el servicio militar. Después de la afiliación de cada quinto, se procedía a su talla y medida del perímetro torácico. El médico titular te hacía un somero reconocimiento y levantaba acta si alegabas alguna causa por la que creías no ser acto para realizar el servicio militar.
En este día tan especial nos reuníamos los quintos por la noche y entonábamos varias canciones y en especial recuerdo una que voy a transcribir.
Los quintos, los quintos,
se van a marchar ;
pobrecitas novias. ¡cómo llorarán!
Las que lloran son las madres,
que las novias no lo sienten ;
les quedan cuatro chavales,
y con ellos se divierten.

Tenía más estrofas pero siento no recordarlas.


Antes de suprimir el servicio militar obligatorio hubo unos años en los que algún avispado se libró del servicio militar alegando motivos de conciencia, que no era más que un pretexto para pasar seis meses cómodamente cerca de casa haciendo unos servicios sociales sustitutorios.
Sobre este tema compuse este pequeño poema que me parece oportuno incluir aquí.

¡Dichosos aquellos tiempos en que quinto me llamaban!
¡Dichosos los veinte años, quién de nuevo los pasara!
Con el haber del soldado el Estado te pagaba
todo el tiempo de la mili que en su servicio gastabas

Objetores de conciencia en aquel tiempo no había
pues este especial camelo ningún cuerdo se creía.
Felices aquellos tiempos que empezabas el flirteo:
no quiero lo que me dan , lo que no me dan sí quiero.



Para sufragar los gastos del secretario, el ayuntamiento de Moratinos está mancomunado con el de Lagartos. Según un secretario muy campechano que sirvió a los dos ayuntamientos, con el pretexto de que en Lagartos “no echaban puchero”nos acompañaba y dábamos buena cuenta a un par de pollos de corral guisados con lo que esta corporaciónf inalizaba esta fiesta.
Cuando entro en el salón de sesiones de esta ayuntamiento, recientemente restaurado, recuerdo perfectamente el conjunto deelementos que entonces conformaban su mobiliario.
Entrando a la derecha estaba la plataforma con la placa metálica numerada, con la que fuimos medidos varias generaciones al entrar en quinta. Un banco corrido de doble asiento servía para acomodarse a los muchos vecinos que asistían a las sesiones o reuniones generales.
En dos amplios armarios, con diferentes estanterías se archivaban las copias de actas y libros del registro civil.
Cuando llegó la concentración parcelaria, para mostrar los planos, fueron retirados de las paredes un buen mapa de España. También un completo cuadro con las medidas de capacidad de granos, líquidos y pesas tradicionales, con su equivalencia en el sistema métrico decimal.
No podía faltar la tradicional estufa de hierro fundido alimentada con carbón que se guardaba debajo de la escalera que unía las dos plantas.
Pero lo que mejor recuerdo es una pequeña estantería que conteníalos restos de libros que quedaban de una biblioteca fundada, según rezaba en una placa por D. Feliciano Borge Cuenca.







Por el año de fundación creo que fue en los años de la dictadura de Primo de Rivera, durante la cual la enseñanza primaria recibió un gran impulso, tanto por dotación de complementos didácticos, como escuelas y bibliotecas. Así mismo cursaron la carrera y la ejercieron un singular lote de maestros muy preparados, que renovaron la enseñanza.
De esto puedo dar fe, pues tuve la suerte de disfrutar de uno de ellos, D. Paco, cuya ejecutoria ya explico en mi libro y que fue sin duda el mejor maestro que he tenido.
Mi afición a la lectura hizo que pronto leyera los pocos libros que quedaban. El tema de ellos era muy variado y ameno.




















Recuerdo uno que se titulaba El Sabor de la Tierruca escrito en 1882 por Jose María de Pereda, al que se le tiene por el mejor escritor de las costumbres de la montaña donde nació.
Me agradó tanto su lectura, que a pesar de los muchos años transcurridos recuerdo perfectamente un pasaje del mismo, que con vuestro permiso voy a relatar.
Se trataba de un matrimonio de pastores, que se ganaban la vida cuidando un rebaño de ovejas en la alta montaña cántabra. Tenían una hija que nunca había salido del hogar de sus padres. Estos creyeron que había llegado el momento en que se relacionara con jóvenes de su edad. "Paréceme dijo el marido, que como el tiempo está bueno y el ganado “atilanta” bastante debemos bajar a nuestra hija al baile del pueblo".
Así lo hicieron, pero la falta de comprensión y mala uva que ha existido siempre, en especial en núcleos pequeños, hizo que los mozos del lugar se mofaron de su falta de picardía para saber desenvolverse en el ambiente juvenil, no sabiendo capear el temporal que se le vino encima. Dándose cuenta de ello el Sr Cura y otro Sr de capital que veraneaba allí, le echaron una mano y la sacaron del apuro.
Cuando regresó con sus padres a la montaña dijo llena de rabia en el armonioso habla cántabro: “Gente burra, gente cuchina. Amen cayese un rayu que les abrasase a tous menos al cura y al otru".

lunes, 22 de noviembre de 2010

RECUERDOS MUNICIPALES:SEGUNDA PARTE

Viviendo ya en Moratinos se celebraron las primeras elecciones democráticas, que constituyeron un acontecimiento por la novedad no exenta de misterio y algo de temor.












Este tenía su fundamento en que las últimas elecciones, ganadas por el Frente Popular, fueron el inicio de grandes desórdenes que culminaron en el alzamiento nacional.
Aunque el paso de los años mitigara el recuerdo, todavía prevalecía el ambiente tenso de la postguerra.
Al no estar demasiado lejos, llegaban hasta aquí los estampidos de las bombas que se usaron para la toma del frente norte. Contribuía a fomentar este ambiente el paso de camiones cargados con bombas por esta carretera, destinados al campo de aviación que se instaló cerca de Saldaña.
Por un descuido en la manipulación de las espoletas se produjo una explosión tan enorme, que no quedó ni rastro del camión que las transportaba, quedando en el suelo un cráter de considerable hondura.
Las detenciones que de tarde en tarde se producían y algún fusilamiento cercano tampoco contribuyeron a mejorar el ambiente tenso que se respiraba en todos los ámbitos.
En aquellas primeras votaciones se elegían a tres concejales que a su vez votaban al alcalde con lo que eran cuatro los componentes de la corporación. Todos tenían voto y en caso de empate decidía el voto de calidad del alcalde.
Fui votado concejal por el tercio familiar y con mis compañeros fuimos aprendiendo nuestro cometido, según las directrices que nos mandaban desde el gobierno.
Era tal la penuria de este, que cargaba los gastos de las elecciones a los ayuntamientos, como facilitar a los miembros de la mesa la comida del mediodía para que no se interrumpiera la votación. Como los ayuntamientos tampoco andaban muy sobrados de recursos alguna vez había que echar una mano.
Cuando a fin de año el secretario tenía que hacer los presupuestos le llevaba varios días. Para que no tuviera que desplazarse a su pueblo al mediodía los que vivíamos aquí le llevábamos un poco de vino de la cosecha y “descolgábamos” algún queso o chorizo, con lo que hacíamos una fugaz comida a nuestra cuenta. Más hete aquí que cuando volvíamos a casa con los restos, los vecinos nos decían que si también hoy habíamos tenido comilona.
Esta es la opinión de los que no estuvieron en estos cargos y piensan que todo es oro lo que reluce, pudiendo usar a capricho los fondos públicos.
Para demostrar lo contrario y que muchas veces se tenía que ayudar con el aval personal, detallaré el siguiente caso:

Cuando nos pusieron el teléfono, aunque no fue más que la instalación de una sola central para todo el pueblo,sentimos todos una gran satisfacción por disfrutar de este singular medio de comunicación, en especial los que teníamos los hijos fuera y podíamos comunicarnos mejor con ellos.






















Pasaron unos meses y recibimos en el ayuntamiento un apremio urgente para pagar la parte que le correspondía a este por los gastos de montaje de la línea y que ascendía, en aquellos tiempos, a la respetable cantidad de ochocientas mil pesetas.
En aquella ocasión el ayuntamiento no tenía remanente para hacer el pago. Bajo la amenaza de que nos cortaban la línea, tres miembros de la corporación de Moratinos tuvimos que ir a un banco de Sahagún y con nuestra garantía personal nos hizo un préstamo con lo que salimos del apuro.
En mis largos años de concejal alguna vez más tuve que avalar pequeños retrasos, por lo que me siento satisfecho de haber contribuido al bien común.
Quisiera contar el apoyo que todos los vecinos de Moratinos realizamos para el arreglo de nuestras calles.
Mi llegada a Moratinos coincidió con unos inviernos muy lluviosos que excitaron el brote de los manantiales, pues según parece han existido siempre en esta única calle que tiene el pueblo.
Según las crónicas del año 955 de la abadía de Sahagún, Moratinos fue fundado en terrenos pantanosos, cerca del arroyo llamado Ontanón, con otros detalles que ya expuse al comienzo de este blog.
A tal extremo llegó la abundancia de tollos y hojarones que se hizo imposible transitar por ella por lo que los vendedores ambulantes dejaron de venir. Tan solo el panadero, en un alarde de servicio, que todos agradecimos siguió viniendo. Dejaba el carro a la entrada y cargaba al hombro un saco de panes que iba repartiendo casa por casa. Si estos servidores no podían entrar lógicamente nosotros tampoco podíamos salir, no siendo a lomos de una caballería.
Cuantas veces en las crudas noches de invierno, si queríamos ir un rato a jugar a las cartas en casa del vecino, teníamos que valernos de tablones y linternas si queríamos cruzar la calle. Las albarcas eran un complemento imprescindible















Ante esta situación el Sr alcalde bajaba a Palencia donde le daban pequeñas ayudas, que intentábamos aprovechar lo mejor posible. Se concertó con el jefe de estación y capataz de obras de Sahagún para que nos dejasen traer la carbonilla que las locomotoras dejaban en las tomas de agua al purgar sus calderas.













Allá íbamos con nuestras parejas de mulas a cargar los carros con la negra carbonilla, que procurábamos descargar sólo a un lado de la calle para hacer un carril de emergencia,muy útil y práctico para transitar por el barro que era nuestro acompañante durante los largos inviernos que aquí padecíamos.
Pasaron los años y cuando ya casi todos teníamos tractor, tuvimos que ampliar el firme, pues este vehículo requiere uno más amplio y estable para su tránsito. Como entonces todo tendía a progresar, en la renfe llevaron a cabo una renovación de las vías y el balastro que quitaban para reponerlo con piedra nueva les estorbaba.
Siempre con alguna propina nos lo dejaban traer con los remolques y logramos afirmar definitivamente las calles hasta que llegó la época del cemento.
Antes de esta, los de Extensión Agraria de Villada nos aconsejaron que debíamos poner antes la red de acantarillado y agua corriente en todo el pueblo.
















Con mucha ilusión y una subvención de cuatrocientas mil pesetas, que concedieron a la Junta Vecinal, empezamos la obra con la prestación personal de todos los vecinos y la dirección de Extensión Agraria.
Con la subvención tuvimos para pagar la máquina que abrió las zanjas y comprar los tubos, gomas y demás material necesario. Toda la mano de obra corrió a nuestro cargo y aunque no lo habíamos hecho nunca con buena voluntad y alguna inevitable pequeña bronca, cada uno aportamos lo que mejor podíamos hacer, encontrándonos con verdaderos manitas que pusieron la red de agua corriente tan bien que apenas hubo fugas.
Muchos pueblos que no pusieron la prestación personal y lo dieron a un contratista que gastó la subvención en realizar la mitad de la obra, teniendo los vecinos que contribuir con una fuerte aportación económica si quisieron rematarla.
Con este mismo sistema antes aludido, comenzamos a dar de cemento todas las calles en dos etapas, pues los gastos del hormigón suponían bastante dinero. No obstante cuando vino a ver las obras el presidente de la Diputación nos felicitó y no se explicaba como con tan poco dinero habíamos dado tantos metros cuadrados de hormigón. Actualmente esta buena costumbre de la prestación personal se ha perdido, no sé si por que nos vamos haciendo más viejos y cómodos o porque el Estado pone a nuestra disposición más medios económicos.
Quisiera comentar ahora el principal problema que tienen los pueblos de esta zona de Campos y en general los de todo el centro peninsular, que es la tan traída y llevada despoblación.
Todos los partidos políticos marean la perdiz con este problema, pero ninguno intenta corregirlo con el único medio que está probado que ha dado buenos resultados.
Según nos cuenta la historia en toda época pasada cuando los reyes y gobernantes veían que una zona se iba quedando despoblada, acudían a zonas densamente pobladas y trasladaban a ellas familias jóvenes a las que facilitaban casas donde vivir, enseñanza para sus hijos y facilidades para emprender una nueva vida acorde con sus actitudes.
Actualmente el Estado con poca visión de futuro no sé si debido a no perder unos pocos votos, concede ayudas para cualquier petición que se le haga sin tener en cuenta la proyección de futuro que puedan tener.
Se da la paradoja que hacen parques infantiles donde no hay niños, complejos deportivos donde la población pasa de sesenta años y otras muchas extravagancias donde se gasta el dinero sin provecho alguno.
Quizá se puedan salvar de esta hecatombe los pueblos por los que pasa el Camino de Santiago, como San Nicolás con sus dos establecimientos ya en marcha y otros dos que se están construyendo en Moratinos. Quizá estos puedan subsistir con el paso de peregrinos, dando ocupación a un mínimo de la población, pero que no podrá remediar la despoblación galopante que parece ser no importa a nadie poner los medios para corregirla.
No he querido poner nombres y apellidos a todos los que he relatado en estas memorias por no herir susceptibilidades y poder expresarme con más libertad.



Al finalizar estos recuerdos estimo que todos los que pasen por algún cargo en estos pequeños municipios, sólo por la pérdida de su tiempo, merecen nuestro respeto y a casi todos los compañeros de mi promoción, que ya no están con nosotros, les dedico estas líneas como un pequeño homenaje a su memoria.

domingo, 21 de noviembre de 2010

LA CARRETERA VA ACABANDO CON LA GENTE



El pasado 8 de Noviembre ocurrió un desgraciado accidente en la carretera cerca de Salas de los Infantes (Burgos) en el que falleció Dña JuliaTejerína Santos de 31 años, profesora en el colegio de dicha localidad.
Sus afligidos padres Francisco y Julia,su familia y todos los vecinos de este pueblo de 22 quedamos conmocionado por la triste noticia, pues al ser tan pocos sus convecinos parece que nos toca a más el sentimiento de dolor por tan sensible pérdida.
Parece que con la cantinela de oír todos los días el número de muertos en la carretera no nos afecta a nosotros, pero por desgracia con este caso nos debe poner en guardia y extremar las precauciones al conducir, pues esta maldita lotería nos puede tocar a cualquiera el día menos pensado.
Se da la circunstancia de que esta familia tiene bastante similitud con la mía, por tener varios miembros dedicados a laenseñanza. En varias ocasiones cambiaban opiniones sobre temas de su profesión dando cuenta de su quehacer diario.
Por la experiencia vivida con mis hijos siempre aconsejaba a Julia y a su hermana Cristina que preparasen bien las oposiciones y no tuvieran reparo en presentarse en cualquier lugar de España, por lejos que estuviera.
Por eso esta tragedia nos ha afectado más al ver que, después de afrontar el esfuerzo que toda oposición lleva consigo y estar bien colocadas, viene el destino fatal que cada uno tenemos a truncar la vida de Julia, que era una maestra ejemplar y muy feliz ejerciendo una profesión para la que estaba muy capacitada.
Esta triste noticia corrió como la pólvora por toda esta zona,donde tenía muchos familiares y amigos, que vinieron al masivo entierro en tal número que ni la iglesia ni el cementerio pudo albergarles, teniendo que mucha gente seguir la ceremonia en la calle.
Resultó una ceremonia muy entrañable al oír las dedicatorias que cinco alumnos y una profesora del centro de Salas de los Infantes la dedicaron en el funeral.
También en el cementerio depositaron varias coronas de flores, expresión del cariño que tenían a su profesora en el centro.
Rebeca, que como mujer expresa mejor los sentimientos que los hombres, tiene en su blog de inglés que se puede ver en su traducción al español un emocionado relato donde cuenta su amistad con Julia, acompañada de su fotografía y una emocionada descripción del suceso,que aconsejo leer por ser una buena expresión de sus sentimientos personales y los de todo el pueblo.


Descanse en paz esta singular hija del pueblo de Moratinos y a sus padres y familia mi más sentido pésame y el de mi esposa e hijos.

viernes, 29 de octubre de 2010

SEMENTERA DE ANTES Y DE AHORA
















Cuando damos nuestro paseo diario por el campo vemos a los labradores afanados en la siembra de sus fincas.
Este año, debido a que ha llovido por aquí a tiempo, estas labores se hacen muy bien. Contribuyen a ello la variedad de aperos de tractor que dejan la tierra muy bien preparada para recibir la semilla. Aunque esta no nazca ahora, porque las diferentes labores de la tierra la dejan sin humedad, a poco que llueva en otoño germina con fuerza y uniformemente.
Esto debió de ser siempre así, pues oí decir a mis mayores, que lo importante era “preparar las sopas que el caldo ya vendría.” Con esta metáfora recuerdo cuán diferentes eran las sementeras de antes y las de ahora.
Esta diferencia la puedo comentar con todo detalle, pues por mi edad me ha tocado vivir las dos etapas.
La mayor diferencia que existe entre el laboreo mecánico actual y el antiguo de tracción animal, es que se hace en menos de la mitad del tiempo. Tampoco es comparable la tranquilidad y comodidad que te da levantar los pies del suelo conduciendo un tractor, que cada vez son más perfectos y sin esfuerzo físico obedecen las órdenes que tu consideres más convenientes.










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En cambio con las mulas, tenías que ir andando detrás del apero y en el caso del arado sujetando sus manillas y aguantando el mal piso por los cavones en el tiempo seco, o chapando el barro en el húmedo. Además como delante de ti llevabas a dos seres vivos, que aunque les llamamos animales, el instinto de conservación les hacía aprender mañas para mitigar en lo posible el tremendo esfuerzo a que se veían sometidos.
Si consentías y aceptabas sus tretas estabas perdido y tenías quedemostrarles quién era el que mandaba. Utilizando la inteligencia que ellos no tienen tienes que intentar contrarrestar sus tretas con algún invento, o aplicándoles fuertes castigosen los que tienes que usar la fuerza física.
Para labrar casi la misma tierra que ahora se necesitaba reponer con frecuencia las mulas de labor. Esto se hacía preferentemente en las ferias, lo que resultaba más económico que en las cuadras de tratantes, por lo que estaban muy concurridas.
Había mucha gente que vivían de ellas, como tratantes corredores, correates y demás farándula, que infestaban las ferias con su acción maléfica.
Gracias a la mecanización se ha acabado con todo esto y ahorrado un sin número de horas en el campo.
Como en los meses de Octubre y Noviembre los días son más cortos había que aprovechar las horas de luz para rematar cuanto antes la sementera.
Aunque hay muchos refranes sobre este tema, citaré sólo tres, por ser los más usados en esta comarca. “Por San Froilán siembra tu pan”, "Por San Simón lo bueno y lo mejor” y "Por San Clemente alza la mano de tu simiente”




















En ello se indica que el mejor tiempo para hacer la sementera está entre los días cinco de Octubre y veintitrés de Noviembre, siendo la época óptima sobre el veintiocho de Octubre.
Como el tiempo algunos años no acompañaba se acortaban los días y había que compensarlo con un trajinar nocturno. La falta de luz eléctrica se sustituía por la de un candil de acetileno o carburo, como se le llamaba comúnmente.
Al atardecer, después de aprovechar los últimos resquicios de la luz solar se regresaba a casa, donde, después de atender las labranzas, se cenaba. Luego se iba a la panera a “hacer la piedra” que consistía en mojar la simiente con “piedralipe”que era sulfato de cobre disuelto en agua, y se lo dejaba en reposo hasta el día siguiente.















Sobre las cuatro de la mañana empezaba la nueva jornada envasando la simiente en “talegas” que eran sacos largos de lona propios para el transporte a lomos de las mulas.
A continuación se almorzaba concienzudamente con un buen plato de sabrosas patatas con carne que te daba calorías para estar trabajando hasta el mediodía.





Mi madre es la primera de la izquierda













Intentaré explicaros este plato: Mi difunta madre que tenía una mano especial para los estofados, preparaba la víspera las raciones de carne que fueran necesarias en un puchero de barro tapado con una pequeña cazuela de barro llena de agua.
Al rescoldo de la lumbre de paja le daba unos movimientos especiales para que se pasara uniformemente y lo dejaba reposar hasta el día siguiente.














Con qué grata nostalgia recuerdo las disputas que mis hermanas tenían por no levantarse tan temprano, y proponían a mi madre que lo podían hacer la víspera. Pero ella las razonaba que las patatas tenían que pelarse al tiempo de cocerlas, para que nuestro almuerzo estuviera siempre en su punto. Con mucha diplomacia las proponía que una se encargara de hacer la cena y a la que la gustara más madrugar hacer el almuerzo. Con esto las quería inculcar el hábito de responsabilidad que siempre tuvieron y que aprendieran a cocinar correctamente en cualquier circunstancia. El secreto de estas patatas con carne estaba en el buen gusto que las daba la carne de oveja que matábamos de nuestro rebaño, engordadas con la espiga y yerbas que se dan en estas rastrojeras castellanas.
Una vez que dábamos buena cuenta de este plato aparejábamos las mulas y cargábamos sobre sus lomos las talegas de simiente. Lo difícil era buscar el equilibrio que tenía que hacer la talega que iba sola, para que no se cayese, ya que la otra, al ir montado encima, era fácil promediar el peso.
Según la distancia de la finca se salía antes o después, pero siempre la llegada era poco antes de que empezara a verse. Colocada la simiente repartida por toda la tierra, se enganchaban los aperos y mi buen padre se colocaba la sembradera que pendía de su hombro y ofrecía a las parejas un bocado de simiente. No sé si esta costumbre tenía un objeto curativo por contener sulfato, o era la costumbre de cuidar bien a sus labranzas.
Con un atisbo de luz nos poníamos en marcha. Mi padre delante, sembrando a boleo, y nosotros cubriendo la simiente con dos gradas tipo araña, que llevaban cada una de calle un metro aproximado.





Era tal la destreza de nuestro buen sembrador que llevaba más paso que las mulas y en toda la mañana no éramos capaces de alcanzarle.
Según me decía para que aprendiera a sembrar, la mano tenía que entrar decidida en la simiente y coger la mayor cantidad posible. Luego, calculando el recorriendo del brazo, ir soltando esta por entre los dedos pulgar e índice para hacer como un abanico de simiente que empezaba en tus pies y acababa tocando algún grano en tu oreja.
Aprendí a sembrar a boleo, pero no con la perfección y rapidez que él tenía. Pero con la llegada de las máquinas sembradoras, esta faena ancestral se perdió, como tantas otras.
La cantidad de la tierra cultivada en el núcleo principal de la Tierra de Campos, cuyo punto central se sitúa en Villalón, creo que habrá sido la misma cultivada por los Romanos, que ya apreciaron las buenas condiciones de esta zona para el cultivo del trigo.
Si lleva el título de “Tierras de pan llevar " era porque su buen trigo candeal se lo llevaban a todas las naciones de su vasto imperio. Alrededor de esta zona privilegiada se extiende una zona de páramos y montes bajos que fueron roturados cuando, después de la guerra, sufrimos el bloqueo de Europa.











En 1951 un buen ministro de agricultura del gobierno de Franco, llamado Cavestany, para intentar compensar el déficit de alimentos, implantó la ley de la reserva, que incentivaba con doble precio aquellas producciones que se lograran en terrenos nuevos, en donde nunca había entrado el arado.
Como de azúcar no andábamos muy sobrados, ya que se consumía negro y apenas refinado, se impusó la moda de hacer pozos para producir remolacha en estos nuevos regadíos, que también llevaban el doble precio.
Como la naturaleza no entiende de leyes ni subvenciones, la mayoría de estos pozos han desaparecido, pues la capa freática de esta zona es muy pobre y si se realizan nuevos regadíos es trayendo el agua de ríos o pantanos caudalosos.
Estas diferencias de las sementeras podrían muy bien extenderse a otras facetas de la vida, en las que el hombre siempre ha logrado adaptarse al medio en que le ha tocado vivir.


Que esta evolución favorable, que siempre acompañó al hombre a lo largo de toda su existencia, continúe como hasta ahora en beneficio de todos.

sábado, 23 de octubre de 2010

REFLEXIONES FINALES

Después de esta relación de las doce poblaciones que hemos recorrido, podemos darnos una idea de esta zona muy importante de Andalucía. Comentaré algo del desarrollo de esta excursión, que en términos generales, podemos considerarla satisfactoria.
Al finalizar las excursiones de día completo se notaba un ambiente de cansancio por ser demasiado amplio el conjunto de visitas realizadas. Las excursiones de medio día resultaban más llevaderas por tener en el hotel un tiempo de descanso.
Quizá debido a muchas adjudicaciones tardías de plazas por renuncia de las sorteadas, haya sido la causa que a los de Palencia nos haya tocado rellenar con trece y seis plazas dos autocares diferentes que se completaron con los de Ávila.
Esto que a simple vista no parece tener importancia, sí la tiene, pues en principio coarta la libertad del diálogo que se establece más pronto.














Como apoyo a esto diré que delante de los asientos que ocupábamos nosotros en el autobús teníamos de compañeros al lado derecho un matrimonio de Ávila y al izquierdo otro de paisanos nuestros Calixto y Carmen, residentes en Calzada de los Molinos, pueblo cercano al nuestro.














Por descontado que el trato con nuestros paisanos fue desde el primer día muy franco y efusivo. En cambio con los de Ávila, que fueron correctos en todo momento, no se estableció ese trato familiar que necesitamos los jubilados para contarnos nuestras vidas, hasta dos días antes de finalizar la excursión.















Victorino y Cecilia matrimonio también de un pueblo que dista de Moratinos unos seis kilómetros, Población de Arroyo. Aunque iban en el autobús que llevaba solamente seis palentinos,enseguida nos conocimos y pasamos buenos ratos preguntando por muchos conocidos de nuestros pueblos, comentando temas comunes de nuestro quehacer en el campo.
Esperamos que este encuentro nos sirva para continuar nuestra amistad,que extendemos a sus jóvenes hijas, que conocimos en Palencia. Con mucho afecto ofrecimos nuestra casa a estos dos matrimonios paisanos,con los que hemos pasado una semana juntos disfrutando de estas vacaciones.
Con mucho celo nuestra cuidadora Julia nos atendió en muchos desplazamientos, echándose en falta que la guía local no nos acompañó muchos días en los que podíamos haber convertido las tediosas horas de autobús.
Agradezco a Julia su buen deseo de que me saliera bien el resumen de los apuntes que me veía coger todos los días. Aquí tiene la prueba para que lo juzgue. El hotel Puente Real no anda muy sobrado de actividades culturales. Tengo observado en los muchos años de mi jubilación, que cuanto mayor es el hotel menos atención se tiene en esto. Se da por sentado que a los turistas extranjeros sólo les interesa el buen plato y tostarse con avaricia con nuestro sol. No se tiene en cuenta que acaso la mitad de su clientela, sobre todo en esta época,nos interesan otras cosas que no son tomar el sol puesto que lo tenemos en abundancia en nuestros pueblos.
También me he dado cuenta que cada vez se aprovechan menos las aptitudes que tienen muchos mayores para cantar, recitar y contar chistes con la gracia especial que muchos tienen. Un señor de Ávila nos lo demostró con creces y todos se lo agradecimos.
Este fenómeno no sé si se debe al pensamiento juvenil, que con esnobismo nocivo nos quieren contagiar, o a la pereza de los animadores para organizar toda clase de competiciones de juego de salón novedosos y organizar, como antes, verdaderas veladas culturales,que se hacían con preferencia la última noche de estancia.

En los hoteles del norte, como los de Galicia, Asturias y Santander, menos contagiados del frenético avance turístico, quizá están más atrasados en las nuevas técnicas que se han implantado en toda la costa mediterránea, pero conservan un no sé que del ambienteque se respiraba antes en estos establecimientos.
Con estos razonamientos quizá alguno me quiera catalogar como antiguo pero nada más lejos de la realidad pues con mis ochenta y tres años de edad afronto el escribir un extenso blog en internet con ilusión juvenil.
Cuando nos llegan los datos de personas que visitan este blog, tanto mi mujer como yo casi no podemos creer que tengamos un promedio de cincuenta lectores diarios, que en la mayoría de los casos se quedan en la cómoda postura de lectores. No falta quien pone algún comentario que compensa nuestro trabajo agradeciéndolo de veras.
Somos conscientes de nuestras limitaciones tanto técnicas como literarias. Las primeras se deben a que por vivir en un pueblo tan pequeño, no tenemos línea adecuada en el teléfono. En cuanto a las literarias las suplimos con nuestra buena voluntad de agradar a los lectores y con vuestra benevolencia seguiremos escribiendo de nuestras Vivencias en Moratinos