sábado, 30 de enero de 2010

LA CONFITERÍA DE D.LINOS















Había en Sahagún una confitería que llevaba este nombre, que en tiempos de mi juventud constituía el refugio preferido donde saciábamos el gusto por el dulce ya fuera al mediodía o en la tarde-noche.
Los pasteles que aquí se hacían reunían las técnicas de confiterías más avanzadas y tenían por base los ingredientes naturales autóctonos, como la harina, los huevos, azúcar y frutas que hacían de estos pasteles, además de una golosina que nos encantaba, un alimento nutritivo bastante completo.
Cuando íbamos en cuadrilla a degustarlos, la media docena era la cantidad por barba que se solía pedir. Con pastel arriba o pastel abajo de este promedio nos quedábamos satisfechos para seguir haciendo nuestras actividades tanto económicas como recreativas.
Como ha sido casi siempre norma en estas reuniones juveniles, el traspasar las normas de buen comportamiento tiene un encanto especial.
Recuerdo que en esta confitería tenía una empleada poco ducha en dar las vueltas de la consumición. Cuanto mayor fuera el valor del billete que la dieras para pagar, más propensa estaba a equivocarse. ¡ Con que alegría y jolgorio celebrábamos las equivocaciones de esta pobre mujer!
Para celebrarlo acudíamos a la otra confitería local que se llamaba La Vicentina, para gastar el dinero que nos habían dado a mayores.
Recordando estas aventuras juveniles me ha venido a la memoria una historia parecida que hacían bastantes años antes los mozos de Moratinos y que mi tío Nicolás contaba con mucha gracia.
Como el nuestro caso cuando iban a Sahagún acudían a una tienda de comestibles cogiendo el tranquillo a una mujer de edad que la regentaba.Entonces los comercios solían tener pequeños espacios para exponer las muchas mercancías que vendían, teniendo que tener los sobrantes en habitaciones contiguas. Las abundantes cosechas de castañas que algún año se recogía,hacía que el sobrante de las que se vendían para consumirlas asadas,cocidas o confitadas, se utilizaran, previamente peladas para dejarlas secar, convirtiéndose en sabrosas y nutritivas pilongas.
















Como el pesaje de entonces se hacía con basculas de dos brazos iguales, en el que en uno se ponía la pesa metálica correspondiente y en el otro la mercancía a pesar.

















Esta buena señora para ajustar el peso entraba y salía de la habitación contigua con puñados de pilongas,ocasión que aprovechaban los jóvenes para pasar puñados del platillo a sus bolsos. Para más recochineo esta confiada mujer se disculpaba por la tardanza en hacer el peso diciéndoles: “De estas pilongas entran muchas” Me imagino la juerga que se montaría con su travesura. Según avanzaban los años y el nivel de vida se imponía degustar nuevos alimentos. Se servían en unos establecimientos algo más cómodos, que ofrecían toda clase de escabeches junto con el pan y vino correspondientes.
Para atender a los gustos de tan variados comensales se vendía escabeche de chicharro o sarda en barril de madera o en lata. El llamado de palometa estaba hecho con lo que aquí llamamos negritos, que era de un precio medio, pero el que más costaba y estaba fuera del alcance de muchas economías era el de salmón auténtico, pescado en los ríos donde entra a desovar en épocas muy concretas del año.
Como la vida ha mejorado para bien, de estas casas de escabeches se pasó a casas de comidas, donde con un menú variado de platos se atendían las necesidades del público.














Actualmente en Sahagún funcionan buenos restaurantes y un gran hotel para reuniones de muchas plazas.

viernes, 29 de enero de 2010

VERSO A PERICO EL BARBERO



















Perico el barbero sube
montado sobre su jaca
a prestarnos sus servicios
dos veces a la semana.

Por una fanega de trigo,
que unos veinte kilos pesa,
durante todo el año
todos nuestros pelos "mesa".

Por la doble cantidad
o sea, la media carga,
la barba de muchos días
a nuestros padres quitaba.

Que su buen comportamiento
no olvidemos en la vida
y a los buenos funcionarios
de buen ejemplo les sirva.

DEDICADO A NUESTRO AMIGO MIGUEL




















Miguel, buen empleado

de panificadora Holsan,

que con mucha diligencia

también nos repartía el pan.




En la fiesta de San Isidro

nunca faltó su regalo

y entre sentencias y chistes

pasábamos un buen rato.




En Villambroz, por la fiesta

del bendito San Antón,

sus coplas bien recitaba

con hondura y devoción.




A su furgoneta subía

a todo buen peregrino

que con los pies degollados

no podía seguir camino.




Cuando pronto te jubiles

y tus servicios nos falten

mucho te recordaremos

por lo bien que te portaste.




Amante de su familia,

hombre cabal y sincero

en Modesto tendrás siempre

un amigo verdadero.















sábado, 23 de enero de 2010

NOCHES DE RAMOS Y EL MAYO


















La costumbre de poner el ramo a las mozas del pueblo en la noche víspera del Corpus era una tradición muy antigua que me tocó vivir en mis años mozos y que al recordarla me admira el coraje espontáneo con que se afrontaban los más difíciles problemas de escalada despreciando el vértigo de las alturas.
En la noche citada nos reuníamos en la cantina todos los mozos y se acordaba dónde cortar las ramas y las escaleras necesarias para subir a los tejados. Normalmente se cortaban en los chopos de la carretera o en el plantío de la villa, que así se llamaba al que era de la Junta Vecinal que tuvieran abundancia y buen color de hojas, para que los arcos que también se hacían en la puerta de la iglesia y en alguna calle, resultaran mas tupidos y decorativos con el verde intenso de sus hojas, que recién cortadas, desprendían un olor pegajoso y picante tan característico de esta planta.















Arreglados los ramos para su mejor manejo, se subían poniendo escaleras de los tejados más bajos a los más altos y se buscaba, no sin mover muchas tejas, algún resquicio en las tablas o mullida del tejado por donde meter el ramo y quedara derecho y bien sujeto en lo más alto de la vivienda.
Como en muchas casas, especialmente en la mía, vivían varias mozas,también los ramos tenían que corresponder a uno por cada, con lo que los tejados no ganaban nada al andar de noche sobre ellos, y aunque se procuraba hacerlo lo mejor posible, algún vecino quisquilloso nos conminaba a que bajáramos del tejado con amenazas que nunca se cumplían.
Verdad es que alguna vez, por el afán de diversión, algún humero que a esas horas tan tardías echara humo, se le tapaba con cualquier cosa y agazapados en el tejado esperábamos a oír las exclamaciones airadas de las cocineras que asfixiados por el humo salían a averiguar la causa,que nosotros habíamos retirado ya.Los mozos que tuvieran algún plan con alguna chica procuraban adornar el ramo con alguna flor o arbusto, y según la clase de ramo tenía una significación especial.



















Si era el más corriente de chopo,“te quiero poco”; si de negrillo,“te quiero y te estimo”; “de álamo, “te aprecio y te amo”.
Junto a estas declaraciones amorosas, no faltaba también algún signo de algún pretendiente despechado que lo expresaba atando al ramo algún pingajo o calavera, que la aludida procuraba quitar lo antes posible.
Como nunca sentí vértigo en la altura me gustaba trepar al árbol más alto, que generalmente era el que mejor se podaba, y alguna vez ayudé a poner el ramo en la veleta de la espadaña, como siempre fue costumbre.
Cuando después de subir por varios tejados cargado con un buen ramo, te asomabas a la pared de la veleta y el aire fresco de la noche te daba en pleno rostro, sentías un emocionante placer al contemplar desde lo alto las casas dormidas del pueblo rodeando la iglesia. El momento más emocionante llegaba cuando tenías que ponerte en pie sobre la pared en declive de la espadaña para sujetar el ramo contra el viento, hasta que el compañero lo sujetaba con cuerdas fuertemente a la alta cruz de hierro que coronaba la espadaña.

Completando la noche de ramos se hacían arcos en alguna calle, que sus vecinos se encargaban de embellecer con flores y se ponía una mesa de altar donde el celebrante en la procesión posaba la custodia, para darla incienso entonando las preces del día del Corpus.












La víspera del día tan señalado, se tenía por costumbre salir al campo a recoger flores silvestres con lo que se adornaban estos arcos y el suelo de la iglesia. El lugar donde mejor crecían estas florecillas de corte bajo, colores muy vivos y exquisito perfume, era en los rellanos de los cárcavos donde se encontraba la tierra más fértil de ellas.
Recuerdo que como eran flores muy sensibles, había que cortarlas con mucho cuidado y hacerlas “manadas” para mejor trasportarlas. Las había de muchos colores y sólo recuerdo el nombre de una que tenía la cabeza como un clavel pequeño de un azul intenso que llamábamos “azuleras”. De lo que yo más me encargaba, por ser más fácil de recoger y llevar, era del rústico y oloroso tomillo, muy abundante y que por su olor penetrante tampoco podía faltar en estas celebraciones.

















Otro olor que no he podido olvidar era el que desprendían los pétalos de rosa silvestre y ramas de “hinojo”, de fuerte olor dulzón y anisado, que el ama del señor cura recogía en la huerta “rectoral” y adornaba el piso de la iglesia.
En aquellos años de mi juventud coincidimos una veintena de muchachos muy voluntariosos y estimulados por el ejemplo de muchos pueblos cercanos que había la costumbre de “ pinar el mayo” intentamos imitarles. El primer año la falta de experiencia nos llevó a no calcular bien el chopo adecuado para poderle pinar luego con relativa facilidad.


Cuando un árbol está pinado aparenta mucho menos que cuando está tirado en el suelo, factor que no tuvimos en cuenta y cuando fuimos a pinarlo nos dimos cuenta de lo mucho que cuesta hacerlo.
Para salir del paso lo mejor posible, no nos quedó otro remedio que cortar el chopo casi por la mitad y nos quedó un mayo muy achaparrado y poco estético por los muchos nudos que lucía desde su mismo arranque.
Al año siguiente lo intentamos con un chopo más pequeño y “latizo”con el que logramos un mayo aceptable aunque no exento de dificultades para pinarle. Esta operación requiere mucha experiencia y medios materiales que nosotros no teníamos y hacerlo casi a brazo con la ayuda de alguna escalera y horquillas resultaba difícil y hasta peligroso.
En otros pueblos que tenían buenas parejas de vacas lo hacían con más facilidad, colocando el mayo encima del carro, lo embocaban en el hoyo y dando para atrás lentamente a la pareja lo pinaban fácilmente.
Por faltarnos estos medios y la dificultad que entrañaba no volvimos a intentarlo quedándonos sólo el recuerdo de haber hecho una cosa que era nueva en el pueblo.

viernes, 22 de enero de 2010

REFRANES Y LETRILLAS















Como la lista de refranes sería interminable, solo pondré varios de los más usados en esta zona, salpicando la lista con unas letrillas para hacerlo más ameno.

Año de nieves año de bienes, pero se come antes lo que tienes.
El sopanvino no emborracha pero alegra a la muchacha.
Nadie tenga una viña junto al camino, porque todo el que pasa corta un racimo.
Cuando tenía dinero me llamaban Don Tomás, ahora que no lo tengo me llaman Tomás no más.
No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita.
Lo que pronto se aprende tarde se olvida.



Una moza fregando,
dijo al puchero:
"Ojalá te volvieras
mozo soltero".

Hombre de muchos oficios, pobre seguro.
Marzo airoso y Abril lluvioso sacan a Mayo florido y hermoso.
La luna de Octubre siete lunas cubre.
Las cartas son como las mujeres, se lo dan a quien quieren.
Arar sobre arado nunca fue pecado.
Malo vendrá que bueno me hará.

Y el puchero le contesta,
no con poco disimulo:
"No te hagas ilusiones
y friégame bien el culo".

Más hace el que quiere que no el que puede.
Más sabe el diablo por viejo que por diablo.
Casa de dos puertas, mala de guardar.
La de Juan Palomo yo me lo guiso, yo me lo como.
Cada uno cuenta la feria como le va en ella.
Cada uno en su casa y Dios en la de todos.

El cura de Perales

y el de Manquillos
se jugaron a las tabas
los calzoncillos.

Refranes de cada mes del año.

En Enero la liebre pone veinte pies en el sendero, y el galgo, con agua clara y pan duro, pone veintiuno.
En Febrero un rato al sol y otro al humero.
Truenos en Marzo, da la cuba con el mazo.
Abril siempre fue ruín: al final, al principio y al medio por no mentir.
En Mayo quemó la vieja el escaño, no por hacer frío, sino por hacer daño.
Cuando San Juan se mete hortelano, mucha paja y poco grano

Anda diciendo tu madre

que les quiere de carrera.
En casa tengo yo un galgo
vaya por el cuando quiera.

En Julio, la hoz en el puño.
Agua de Agosto. patatas miel y mosto.
Septiembre o seca las fuentes o lleva los puentes.
Por San Froilan siembra tu pan.
Por San Andrés el vino nuevo añejo es.
En Diciembre: leña y duerme.

Agua, Dios y vino en bota.
Las mujeres en camisa
y los hombres en pelota.

Cuando el río suena, agua lleva.
Dios les cría y ellos se juntan.
Donde hay patrón no manda marinero.
El que no llora no mama.
En martes, ni te cases ni te embarques.
Hay gustos que requieren palos.
El hábito no hace al monje.
Ver la paja en ojo ajeno y no la viga en el propio.


Asómate a la ventana,
si te quieres asomar.
Si no quieres no te asomes,
que a mi lo mismo me da.

Nadie puede decir de este agua no beberé, por turbio que se vea correr.
El miedo guarda la viña y el que no la vendimia.
Más vale un toma que dos te daré.
Más vale ser cabeza de ratón que cola de león.
El perro del hortelano, que ni come las berzas ni las deja comer al amo.
Todos los caminos llevan Roma.
La primera mujer escoba y la segunda señora.

Por esta calle yo entro
y por la otra doy la vuelta.
La que no tenga marido
que deje la puerta abierta.

Quien fue a Sevilla perdió la silla.
El que mucho abarca poco aprieta.
Quien se pica, ajos come.
Quien siembra vientos, recoge tempestades.
La ropa sucia, en casa se lava.
Unos tienen la fama y otros cardan la lana.
Zapatero a tus zapatos.
Un padre tiene para cien hijos y cien hijos no tienen para un padre
.

sábado, 16 de enero de 2010

RECORDANDO A VILLACRECES
















Leyendo en el periódico "Carrión" del pasado día 30 de Enero la entrevista que hicieron a Maribel Casas Cortés, activista y profesoraen la universidad de Carolina del Norte(E.E.U.U) quedé gratamente sorprendido de que una joven palentina, con un bagaje de estudios y experiencias a nivel internacional contestara, en la sección Personalísimo a la pregunta: ¿De Palencia, no aguanta? La indiferencia ante la despoblación.
Gran respeto y admiración merece esta joven por su sinceridad, no exenta de valentía, al expresar su opinión sobre el problema más grave que tenemos en esta zona y no hacemos lo suficiente por remediarlo antes de que sea demasiado tarde.
Como revulsivo a esta fatal indiferencia que nos invade, quisiera recordar el caso del desaparecido pueblo de Villacreces.
Este pueblo, cercano a Villada, aunque perteneciente a la provinciade Valladolid, es un claro ejemplo de lo que, en breve, serán muchos pueblos de esta zona. En las dos veces que lo he visitado sentí un cúmulo de emociones,difícil de explicar con palabras, al contemplar un pueblo, que en la década de los cincuenta era uno de los más prósperos de este contorno,convertido en ruinas, expoliado por toda clase de gentes, que se han llevado las tejas, ventanas, puertas y todo el material servible. En el colmo de la rapiña han desmontado la iglesia ladrillo a ladrillo, llevándolos por su valor antiguo.
La última vez que allí estuve, quedé estupefacto al observar que el cementerio, que hasta entonces habían respetado, estaba completamente profanado, sus tapias derruidas, los panteones saqueados y sus lápidas hechas añicos. Los huesos, que no aparecen por parte alguna, no sé si los llevaron estos desalmados, o alguna persona piadosa los recogió y puso en algún sitio digno.
En estos tiempos en los que se llevan tanto las excursiones a lugares desconocidos sería muy provechoso, se organizara algún viaje incluso en autobús, pues el camino hasta el pueblo se conserva en relativo buen uso, para que tanto gobernantes como gobernados nos miráramos en este espejo y recordar sobre estas ruinas el triste final que aguarda a muchos pueblos en esta zona de Campos.
Permitidme que acabe esta carta abierta con algo positivo, trascribiendo un párrafo publicado en la revista diocesana Sementera(Enero de 2004) por un joven responsable cuya firma es Jairo de Cisneros y dice así:
“Contra esta mentalidad quiero luchar. Estoy cansado de que me digan que no se puede hacer nada para cambiar mi pueblo y la sociedad en que vivimos. Quedan muchos caminos. Hay que romper muchas barreras. Lo difícil se hace; lo imposible se intenta. El futuro se construye desde el presente y juntos podemos ser protagonistas de nuestra vida.




Un pueblo de Valladolid,
Villacreces se llamaba.
Hará ya cincuenta años

que este lugar visitaba.


Para comprar par de mulas
en la prensa anunciadas
por los buenos labradores
que en este pueblo habitaban.


Cinco rebaños de ovejas
sus buenos campos pastaban
con el celo de sus dueños
mucha producción les daban.


Para completar el ciclo
un buen queso elaboraban
y en el mercado de Sahagún
de mucha fama gozaba.




Mas estos buenos recuerdos
se convirtieron en nada
al ver todas sus viviendas
por el suelo derrumbadas.


Tristeza da ver que muchos
la circunstancia aprovechan
y como aves de rapiña
a su casa todo lo llevan.


Desmontando uno a uno
los ladrillos de la iglesia
se llevan a las ciudades
que su calidad aprecian.


Los fundadores del pueblo
con mucho esfuerzo y unión
bella torre levantaron,
envidia de la región.


Sólo queda en pie la torre
como orgullo de este pueblo
y en cementerio olvidado
descansan en paz sus muertos.


En mi primera visita
a este pueblo abandonado
creí que respetarían
al menos su camposanto.


Mas en la segunda, aprecio
que sus tapias han tirado
y los cuatro panteones
hechos añicos quedaron.


Entre restos de sus piedras
tablas de cajas se encuentran
mas los huesos que contuvo
fueron objeto de venta.

Dicen que los elefantes
respetan mucho a sus huesos
peor que animales somos
si no respetan los nuestros.


Sus vecinos con esmero
que estas tierras bien cuidaron
no podrán ser su reposo
pues sus tumbas profanaron.


Honda pena me conmueve
ver que pronto llegue el día
que se conviertan en ruinas
muchos pueblos de Castilla.

martes, 12 de enero de 2010

PUEBLOS SIN FUTURO

















Cuando intento tratar este problema desde varios puntos de vista, me doy cuenta de la dificultad del tema, pues cada uno lo enfoca defendiendo su futuro e intereses.

Si nos dejamos llevar por la vía fácil de aceptar los planes, nunca seguros, de que nos subvencionen las múltiples facetas del trabajo agrícola, pareciéndonos que es la panacea que todo lo soluciona. Este razonamiento a largo plazo puede resultar contraproducente, por igualarnos a un niño enfermo que siempre estará castigado a vivir bajo la tutela de “papá-estado”. Este conformismo podía ser aceptado si con él se viera algún atisbo de mejorar la vida y progreso de estos pueblos. La bien pensada normativa de subvencionar a los labradores mayores para que dejen la explotación a los jóvenes, en la mayoría de los casos que conozco, no pasa de ser un arreglo familiar.
















En algunos casos se pone al frente de la explotación a un hijo o familiar que ejerce una profesión distinta a la agricultura y que para complementar sus ingresos los fines de semana se dedica a estas faenas, sin tener ninguna conexión con el pueblo.

Con esto se fomenta el absentismo en el campo que también puede llegar por la concentración de explotaciones. Este fenómeno es inevitable que se produzca en Moratinos, pues los cinco labradores que viven en él pasan de los cincuenta y cinco años y sus hijos están colocados fuera del pueblo en actividades ajenas a la agricultura.















En estas circunstancias es muy humano que estén esperando la jubilación por no tener iniciativas de futuro, tan necesarias en este complicado oficio.

A este desinterés personal y colectivo ha contribuido también la moderna actitud del Estado para que todas las explotaciones, sean,como ellos dicen, viables. No sé cuántas explotaciones tendrán que desaparecer para que este dudoso plan salga adelante.

Ciñéndonos a un caso práctico y natural diré que las tres explotaciones medias de vacuno que había en este pueblo desaparecieron asfixiadas por el cúmulo de normativas modernas que hicieron imposible su continuidad. Ante este panorama me pregunto: ¿Qué es mejor tener explotaciones pequeñas o no tener ninguna?

De momento, con estas desastrosas normativas, este año ha bajado el censo ganadero nacional en cinco mil explotaciones y no sólo no ha subido el cupo de leche que tantas sanciones provocó sino que ha bajado en más de dos cientos mil litros.

Con esto los grandes productores europeos se frotan las manos de satisfacción, por hacerse con un mercado que nos pertenecía y que hemos perdido por nuestra torpeza y falta de previsión. Este problema ganadero es también extensible al agrícola,desapareciendo por causas parecidas miles de explotaciones en toda España con lo que nuestra dependencia exterior puede llegar a ser muy peligrosa y antisocial.

Viendo la tendencia que siguen los que se jubilan, especialmente en esta zona de Campos, de vender sus explotaciones al mejor postor,estos pueblos, en no muchos años, pueden convertirse en cortijos que cuanto más grandes sean, sus propietarios menos contacto tendrán con estos lugares.











Todo el mundo conoce los grandes problemas sociales que desde muchos años atrás han tenido Andalucía y Extremadura por la excesiva concentración de propiedades que no son convenientemente explotadas.

A los grandes terratenientes les importa un rábano la pervivencia de las masas de peones agrícolas, que al coincidir juntos en varias localidades han sido siempre promotores de grandes desórdenes.

El Estado desde muchos años atrás no se atreve a poner el cascabel al gato resolviendo de una vez el difícil problema de ordenamiento rural y trata de ir ganando tiempo con el polémico paro agrario. Este problema, que por mi edad acaso no llegue a conocer, puede plantearse en esta zona donde durante siglos ha estado repartida la propiedad acrecentando con ello el estímulo personal de lo propio, que como en todas las facetas de la vida juega un papel importantísimo.

Esto ha quedado demostrado con el total fracaso de las comunas,agrupaciones de trabajo que probaron en Rusia y otras naciones por la falta de un férreo control y buena administración para que estos grupos tengan éxito.

No necesitamos salir al extranjero para tener ejemplos, pues los tenemos muy cercanos en España. Son varios los fracasos de cooperativas que parecía iban a alcanzar el cielo con las manos y de la noche a la mañana se disolvieron, como azucarillo en vaso de agua.

Con el carácter individualista que tenemos en esta zona nos es muy difícil participar en cualquier asociación, pues nos parece una gran pérdida de autosuficiencia pasar del “mío” al “nuestro”. Esta última palabra me trae a la memoria una anécdota que viví con Don Ángel, cura de estas parroquias en mi infancia, cuando fui a examinarme al seminario de León.
El Padre Justo venía muchos años a predicar y teníamos con él, tanto el Señor cura como los monaguillos una cierta confianza. Esta nos permitió entrar en la huerta del convento donde cultivaban estupendas lechugas que me causaron gran admiración y le dije: “Padre Justo, ¡qué buenas lechugas tiene! , a lo que él me contestó muy persuasivo: “No, hijo mío,tenemos, tenemos!
Si para llegar a este convencimiento hace falta pasar con sólo unas sandalias los fríos inviernos leoneses, aguantar varios años de estricto noviciado y los múltiples sacrificios que entonces imponía la Orden Franciscana, no es nada extraño que a los que no somos frailes nos cueste tanto renunciar al "mío".






Para la continuidad de estos pueblos muchos demagogos nos quieren hacer creer que esta se consigue con su industrialización, pero no explican qué industria viable se puede montar en un pueblo de ocho vecinos, unos jubilados y otros en trámite.

Este clavo ardiendo al que se agarran los estrategas del Estado para salir del paso no nos sirve, pues deben saber que en estos años pasados han fracasado varios de estos intentos.

No sólo en estos pueblos pequeños sino también en los pueblos medianos como Sahagún,que como cabecera de comarca, se montó una celulosa para aprovechar la gran cantidad de paja de cereal que aquí se recoge y parecía que tenía motivos para prosperar. Vano intento, pues a los pocos años de funcionar, no se sabe por qué causas, dio en quiebra quedando en la calle a un puñado de empleados que habían alimentado la esperanza de tener un empleo fijo.

Pocos años después sucedió lo mismo en Villada con otra celulosa que decían tenía más garantías de perdurar porque la montaron unos empresarios belgas. No sé que extraña maldición pesa sobre esta comarca para no cuajar los intentos realizados, o acaso se deba a nuestra apatía el no apoyarlos.

Como anécdota un tanto rara recientemente se ha montado en Sahagún por un joyero-relojero una fábrica de medallas y trofeos deportivos que dicen, exporta a todo el mundo sus productos. Ya es mala casualidad que prospere una fábrica que no consume material autóctono. Esperemos que el ejemplo cunda y llegue a buen puerto esta iniciativa.


















Acabo con este pequeño poema:



Dice un refrán muy antiguo:

poco pueblo mucho infierno.

Con nuestra conducta hagamos

que este refrán no sea cierto.


De este o de otros lugares

el campo cultivarán;

si no ayudan a los pueblos

de poco nos servirá.



Cuando todos los vecinos,

dos o tres no más serán

si alguien no les acompaña

marchar del pueblo tendrán.



Con buena ayuda de todos

el problema hay que resolver.

El que halle otra solución

¡por favor!...que nos la dé.

domingo, 10 de enero de 2010

LOS COMIENZOS DEL SERVICIO NACIONAL DEL TRIGO (S.N.T) EN VILLADA Y SAHAGÚN


Recordaremos los principios de esta buena institución y las consecuencias favorables que tuvo para los labradores de esta comarca y de toda España.
Apenas llegué a conocer la etapa de los paneristas, pero por los testimonios de los mayores, su modo de actuar era motivo de muchas quejas y merma de los ingresos de los labradores. Como estos intermediarios entre el fabricante de harinas y los productores de cereales han tenido siempre más unión que estos últimos, dominaba la fijación de los precios y controlaban el mercado de cereales a su antojo. Ejercían una verdadera tiranía sobre los labradores menos pudientes que tenían que vender la cosecha en Septiembre, para hacer frente a los pagos que siempre se acumulaban en este fatídico mes.
Esta lamentable situación fue enseguida comprendida y resuelta de una manera rápida y efectiva por el régimen de Franco fundando en toda España el Servicio Nacional del Trigo. Con ello cortó de raíz el negocio de los especuladores y logró unificar el precio del cereal a todos los labradores tanto pequeños como grandes.

Aunque no está de moda y no es bien visto hablar de la dictadura franquista, quisiera, siendo imparcial, romper una lanza en defensa de esta benemérita institución que contribuyó sobre manera a elevar el nivel de vida de los labradores. También sirvió para repartir lo mejor posible, la escasa producción de cereales que no alcanzaba a cubrirlas necesidades del consumo en los funestos años que siguieron a la guerra civil.







Me causa pena ver que muchos periodistas, tertulianos y comunicadores en general, por puro esnobismo o agradar el oído con lo que la gente joven quiere oír, no sean capaces de ser imparciales y contar los hechos como verdaderamente fueron.
Para los que vivímos aquella época nos es un tanto molesto que no se atreva nadie a recordar lo que, como toda obra humana, tuvo de positivo, tildando todo de nefasto y negativo.
El paso del tiempo se encargó de demostrar que mucho de lo hecho por el régimen de Franco tenía más perspectiva de futuro que mucho de lo que actualmente se proyecta.

Como ejemplo podría servir la opinión actual sobre los denostados pantanos que llevaron la riqueza y bienestar a amplias zonas que sin el riego benefactor morían sedientas por la sempiterna falta de lluvias.




















El subsidio familiar, que tanto han vituperado sus inconscientes detractores, se ha demostrado que fue muy útil para llegar a la meta de los treinta millones de habitantes imprescindibles para el progreso de España.

La ceguera, o tal vez el temor a perder los votos de los jóvenes, ha impedido remediar a tiempo el grave problema de despoblación que sufre España.











No hace falta ser ningún experto para saber que con la natalidad más baja de todo el mundo





















el envejecimiento de la población llegaría a límites preocupantes. Es pasmosa la facilidad que tenemos para el extremismo. Si la mayor natalidad era necesaria hace años, no veo la causa por la que hemos pasado al extremo opuesto, y no vale la excusa de que así somos más modernos, pues muchos países que fueron muy desarrollados y modernos antes que nosotros, han mantenido una natalidad aceptable.




















Actualmente las tímidas ayudas familiares van ganando protagonismo y se las considera necesarias para cortar el preocupante despoblamiento en muchas zonas de España.
Siguiendo con las ventajas que el Estado, por mediación de este Servicio, ponía a disposición de los labradores, citaré los centros gratuitos de selección de semillas, la concesión de semillas con garantías de origen y en los primeros años de escasez de fertilizantes, también los facilitaba con amplias facilidades de pago.
Todo este complicado mecanismo necesitaba tramitarse a nivel provincial, por lo que nosotros teníamos el centro comarcal en Villada. Como el trasporte más usual era el carro de mulas, para competir en la descarga con los pueblos más próximos, teníamos que madrugar bastante y como dice el refrán “que a todo hay quien gane”, se daba la circunstancia, un tanto paradójica, que pueblos más alejados que nosotros y con carros de vacas, siempre nos ganaban la vez. Estos madrugones eran lo más molesto de este sistema que tenía que atender a muchos pueblos, y si no querías estar todo el día en la cola, tenías que salir a las tres de la mañana y los de las vacas después de cenar.















Una vez en la cola se guardaba el orden bastante bien y si descargabas por la mañana, podías incluso cobrar el pagaré llamado contrato en el banco y volver para casa con el importe íntegro de la venta.
Pasados unos años que el Servicio se fue nacionalizando, nos autorizaron a hacer las entregas en Sahagún. Con esto ganamos en comodidad pues al estar a seis kilómetros se acabaron los tremendos madrugones.
En los últimos años que entregué el trigo al Servicio, si no había mucho apuro en las entregas, se podía echar tres o cuatro viajes al día. En los trámites oficiales había poca diferencia con Villada. En loque más se notaba el cambio era en el orden en que se llevaba en la entrega. Nunca llegué a comprender por qué se empezaba a recoger en una panera y a media mañana se cambiaba a otra sin respetar el orden de llegada.
Como esto sucedía cuando se entregaba con carros, todo el mundo quería llegar el primero a la nueva panera, con lo que se formaba en las calles de Sahagún una verdadera estampida.
Los carros de mulas, casi al galope, ganaban la partida a los de vacas, que no pudiendo competir trataban de bloquear la calle poniendo dos o tres carros a la par, con lo que el barullo era monumental sin que el jefe de panera moviera un dedo para evitarlo.
Con estos precedentes las reyertas personales eran inevitables. Fue muy comentada por esta zona la gran violencia a la que llegaron dos contendientes, el uno seccionó la nariz al otro de un soberano mordisco.
También había sus problemas cuando algunos labradores ya mayores requerían, para descargar los sacos, los servicios pagados a los ayudantes del jefe. Estos interesados ayudantes, creyéndose con todos los derechos, para trabajar menos descargaban los sacos casi en el suelo, exigiendo a los demás subir a lo más alto por difíciles tablones.
Existía entonces la buena costumbre de ayudarse a descargar los del mismo pueblo o amistades, con lo que se agilizaba mucho la entrega,siendo bien visto por el jefe que con este sistema recogía más trigo en menos tiempo.
Cansados ya de la faena de los ayudantes, un día todos los de San Nicolás decidimos hacer un plante y empezamos a descargar los sacos donde lo hacían los otros y en poco tiempo casi tapamos la oficina con trigo.
Visto esto por el jefe no le quedó otro remedio que mandarnos a todos subir lo necesario. Como venganza de nuestra actitud, los ayudantes pusieron los tablones muy píndios ycasi hasta el techo, cosa que no nos arredró en absoluto pues con nuestra juventud y mucha práctica podíamos subir con un saco de trigo hasta donde alguno de los otros, que se jactaban de prácticos, tenían dificultades para llegar.










Como estos pueblos están rayando con la provincia de León, tenemos no sé si el privilegio o desgracia de hacerlas entregas y varios trámites en las dos provincias, notándose más seriedad en los asuntos tramitados en Palencia y un mayor descontrol en León.

A LOS QUE YO AMÉ




















Frente a nuestra puerta una acacia había
que, pasados los años, no quiso brotar.
Con mucha pena hubo que quitar
y en el mismo sitio un árbol nacía.


Plátano loco de plantón traía.
Fue tanto el esmero que puse al plantar
que a los pocos años le pude podar
y su buena sombra a todos servía.


Un camión un día tu rama desgajó,
vendándola bien la herida curó.
Contentos estamos de verte crecer.


Testigo que fuiste de nuestro quehacer
Cuando pase el tiempo y ya aquí no esté
sigue dando sombra a los que yo amé

AL DOCTOR MIGUEL CASADO
















Oculista hay en Palencia
que se apellida Casado
con mucha dedicación
gran prestigio ha logrado.


Hasta la misma Barcelona
su nombre es bien conocido
comparado a Barraquer
por los que de allí han venido.


Puede hacer ya treinta años
que sus servicios busqué
y siempre muy satisfecho
su buen remedio encontré.


Mi querida esposa Raquel
en usted tanto confía
que con ir a su consulta
obtiene la mejoría.


Avelina, nuestra hija
con apenas nueve años
mucho bien hizo a su vista
con sus lentes graduados.


La Seguridad Social
de su nombre se lucraba
figurando como Jefe
cuando en ella ya no estaba.


Con médicos he tratado
pero como usted ninguno
pudiendo ganar dinero
se conforma con lo justo.


Es magnánimo y correcto
elegante y desprendido
en su trato muy amable
y por todos muy querido.


Oftalmólogo eminente
caballero castellano
palentino generoso
y orgullo de sus paisanos.


Con mucho desinterés
aconseja a mucha gente
no mirando su provecho,
siempre a favor del paciente.


En la Seguridad Social
un doctor desaprensivo
apreció que mi retina
se me había desprendido.


Con este diagnóstico
y fuertemente alarmado
consulté con vehemencia
a mi buen doctor Casado.


Tras revisión exhaustiva
con mucho detenimiento
no encontró ningún síntoma
del fatal desprendimiento.


La provincia de Palencia
buenos médicos ha dado
y entre todos los mejores
se encuentra el Doctor Casado.


Esta tendencia muy nuestra
de atender al desvalido
puede haber sido la causa
de lo que aquí ha sucedido.


Familias enteras hay
que en varias generaciones
estudiaron medicina
descartando otras opciones.


Orgullosos nos sentimos
de tener tanto paisano
entregado a los demás
sin apenas valorarlo.


Apreciemos mucho a todos
los que ejercen medicina
y a usted, querido Doctor
mis gracias más expresivas.

2ª PARTE DEL MOLINO DE MORATINOS: MOTOR DE GAS POBRE


Pasados unos años inactivos nuestro molino fue vendido a un molinero que venía de otro situado cerca del río Cea. Se llamaba Torcuato, hombre muy cabal y con mucha experiencia en el trato con toda clase de gente y conocedor de todos los secretos del oficio de molinero.
Cuando venía al pueblo los domingos a misa, a la salida nos deleitaba con un amplio repertorio de chistes y anécdotas vividas, que contadas con su gracia especial, nos hacía pasar un rato verdaderamente agradable.

Como muestra de ello contaré una de sus anécdota que recuerdo especialmente.
Era un matrimonio muy enamorado. El marido no veía más que por los ojos de su mujer, María, poco ducha en labores culinarias. Sucedió que el día de la matanza del cerdo, la mujer cosió las tripas tal como salían del cerdo y las coció directamente. Sentados a la mesa se pusieron a degustarlas y el marido cogió un trozo y lo probó. Finalmente el esposo exclamó tímidamente: “Si no las hubieses hecho tú, María, yo diría que esta morcilla sabe a mierda”.
Este buen hombre, que tenía amistad con mi padre, se trasladó a este molino dispuesto a seguir con su oficio de molinero. Contaba con la colaboración de sus cuatro hijos en plena juventud dispuestos a arrancar un antiguo motor de gas pobre que había estado parado más de 12 años. En esta etapa cuando yo venía a moler, siempre procuraba venir antes de que arrancara el motor y aprendí así mis primeros conocimientos de mecánica con un motor tan antiguo y rudimentario que tenía casi todos sus elementos al descubierto.
Creo interesante describiros su funcionamiento pues no he visto ninguno igual. Aprovechaba la fuerza expansiva del vapor del agua producida en una caldera vertical, así como también el gas que produce la hulla o carbón graso al ser quemado y que le era especialmente necesario en el momento del arranque.
Esta rara mezcla del aprovechamiento energético le hacía ser sumamente económico, de aquí su nombre de motor de gas pobre, ya que, a pleno rendimiento, podía estar funcionando más de dos horas con la sola aportación de unos diez kilos de carbón mineral.













En las locomotoras, que durante muchos años se usaron en los trenes, sólo se aprovechaba la fuerza del vapor generado en grandes cantidades por una caldera que ampliaba la superficie de calentamiento con un panal de tubos horizontales que trasmitían el calor haciendo hervir el agua. El vapor resultante, introducido a presión en dos cilindros laterales, en tiempos alternativos, produce el movimiento de las ruedas motrices.
La gran cantidad de gas que produce el carbón al ser quemado en la caldera de vapor se desperdiciaba y salía directamente a la atmósfera.En el motor que os describo esto no sucedía y también este gas era aprovechado pues su caldera estaba completamente cerrada. Para que no se escapara el gas, ni cuando se echaba el carbón, este se vertía en un pequeño depósito que se cerraba herméticamente, y accionando un falso fondo por medio de un contrapeso exterior el carbón caía a la caldera que ardía en ella sólo por el tiempo de admisión del motor.
Como he dicho antes, este motor tenía al descubierto una pieza tan fundamental como el pistón, pues para lubricarse el pistón horizontal que tenía, salía casi medio recorrido fuera del cilindro. Esta circunstancia le servía para poder engrasarle sin ninguna bomba de presión de aceite ni “gaitas” modernas.
El procedimiento no podía ser más sencillo: se ponía el aceite dentro de una copa transparente para poder llenarla según se iba gastando, por medio de un tubito y una llave regulable, se hacía caer una gota por cada tiempo motor y con ella se lubricaba el pistón y la cabeza de la biela. Con otras dos copas similares y más pequeñas se engrasaban los taqués y árbol de levas. Los grandes ejes de apoyo del volante y demás piezas móviles iban provistas de un engrasador a rosca con grasa consistente.
Como este motor sólo tenía un cilindro de cuatro tiempos, para evitar los tiempos muertos, aprovechaba la inercia que producía un pesado volante de hierro fundido de más de dos metros de diámetro, con varios radios que resultaban muy prácticos para el arranque. También disponía de una gran magneto, cuyos arcos de hierro dulce contenían un bobinado de cobre, que por su tamaño debía producir una chispa bastante fuerte para facilitar el arranque.















Como un entretenimiento juvenil imantábamos las navajas, en aquel tiempo tan comunes y prácticas para comer las meriendas en el campo, y cuando alguno poco enterado, intentaba hacerlo con el motor en marcha, se llevaba un buen calambrazo.
La mayor dificultad que tenía este motor era su arranque muy inseguro y necesitaba la fuerza física de varios hombres jóvenes y decididos. Esta circunstancia concurría en los cuatro hijos que tenía este señor y cuando ibas a moler era una verdadera odisea ver el esfuerzo titánico que tenían que hacer para arrancarle.
Dos se colocaban a ambos lados del volante agarrados a sus radios, otros dos tiraban de la correa que transmitía el movimiento del motor al molino y no despreciaban la ayuda de cualquier cliente.
El señor Torcuato dirigía la operación ayudando lo que podía frente al volante y alguna vez me encargaba de meter la compresión cuando él diera la orden.
El árbol de levas que también estaba al descubierto,tenía un rebaje en el bulón móvil para que la válvula de compresión no se cerrara y facilitar el arranque. Preparados todos, se empezaba a mover el volante lo más rápido posible y cuando ya no se podía aumentar más la velocidad, me indicaban metiera la compresión.

Si había suerte, soltaba la primera explosión y pronto el motor cogía su régimen de marcha normal. Si no arrancaba, había que echarle un caldero de carbón en la tolva de alimentación, dando al ventilador de la caldera para hacer reserva de gas e intentar el arranque de nuevo.
En sus primeros tiempos, me contaron mis padres era tan potente este motor que podía moler con tres piedras al tiempo y por la noche también podía mover la dinamo para la producción de electricidad. Cuando yo le conocí, no molía más que con una piedra y muy raramente con dos. Esta pérdida de potencia y su dificultad para arrancar hicieron que fuera sustituido por un gran motor diesel mucho más manejable.





Y ya que hablamos de motores, quisiera rendir un tributo de admiración al inventor de este singular motor de combustión interna que tantos beneficios ha reportado a la humanidad.







En el año 1892 obtuvo su primera patente el gran ingeniero inglés R. Diesel que, preocupado al observar como gran parte de lo más denso del petróleo, lo que hoy es el gasóleo, se tiraba por inservible en las refinerías al no haber un motor que lo utilizase. Después de muchos trabajos de investigación logró, que aumentando la presión en los cilindros subiera la temperatura del aire para poder quemar este basto combustible, inyectado con precisión y finura por una potente bomba.

Este gran inventor, paradojas de la vida, no supo sacar provecho de su gran innovación y cuenta la historia, que murió en la mayor miseria.
Siguiendo la narración del molino de Moratinos, diré que el Estado a los pocos años, dándoles una subvención, cerró todos estos molinos maquileros y parte de las fabricas de harinas por no considerarlas ya rentables. Hace unos años fue adquirido por un labrador que, como muchos de nosotros, no sabemos más que labrar esta bendita tierra de la que sacamos su principal producción de cereales, que no tienen mucha aceptación en el ya saturado mercado internacional.
Hago esta reflexión, contemplando las ruinas en que se ha convertido este molino estratégicamente colocado entre la carretera Nacional 120 y la nueva autovía a Burgos, pasando por su propia puerta la nueva calzada de los peregrinos de Santiago. Teniendo terreno propio de un lado y otro de la autovía, se podría haber montado una gasolinera y complejo turístico, aprovechando las viejas instalaciones del molino para uso recreativo.

viernes, 8 de enero de 2010

DOS TÍOS MUY QUERIDOS



















Dos tíos muy queridos
Pedro y Victorina fueron
que buscando mejor vida
a Zamora se marcharon.


Don Florencio de Zamora
a San Nicolás llegó
en busca de un hombre bueno
¡vive Dios¡ que lo encontró.


Pues tío Pedro le fue siempre
su hombre de confianza
de todos los mil negocios
que en Zamora regentaba.


En la fabrica de jabón
nadie más que él mandaba
y el almacén de coloniales
con prudencia vigilaba.


Florencio reconocido
su misma casa le dio
y junto a la de su madre
muchos años él vivió.


Un solo hijo tuvieron
y que Julián se llamó
sus veranos juveniles
con nosotros los pasó.


Ignacio y yo fuimos siempre
sus asiduos compañeros
de las muchas travesuras
que nos servían de juegos.


Fingiéndonos inocentes
cosas “nuevas” preguntamos
y él con mucho disimulo
se excusaba contestarnos.


Cuando mi padre a las tierras
en su carro nos llevaba
le enseñaba bien las fincas
que de su padre labraba.


Mas su mundo no era este
y bien que lo demostraba
pues nunca mostró interés
por lo que aquí se lograba.


Mi tía Victorina fue
excelente cocinera
que bien hacía rabada
o un buen guiso de ternera.


En una cocina grande
con chimenea y repisa
donde exhibía orgullosa
los regalos que la hacían.


Tarros, cazos y calderos
de cobre bien relucían
como los chorros del oro
de lo limpios que tenía.


Con almireces de bronce
juntaba planchas de leña
que adornaba con buen paño
de tafetán por más señas.


Con hermosa galería
aquella casa contaba
donde se tomaba el sol
por la tarde y de mañana.


En aquel servicio grande
adornado con mil plantas
lo que allí se hace se hacía
como si en jardín estabas.


Juntos del pueblo marcharon
a su querida Zamora
y en el mismo cementerio
en paz descansan ahora.


Mis primos Julián y Alicia
que están jubilados ya
rogamos que nos visiten
con más frecuencia quizá.


Casi todos los veranos
visitan a sus parientes
dan a todos igual trato
y a ninguno diferente.


A los dos bien les deseo
que excelente salud tengan
y que con sana alegría
disfrutemos cuando vengan.

EL MOLINO DE MORATINOS

Con este nombre fue conocido en toda esta comarca el que estaba ubicado junto a la carretera general 120 muy cerca del pueblo y aunque actualmente es un montón de ruinas, tuvo en aquel tiempo su importancia en la vida tanto de Moratinos como de San Nicolás.
Ateniéndome a lo escuchado a mis padres, a comienzos del siglo XX un hombre laborioso y emprendedor llamado Fermín construyó en este lugar un molino de los llamados de “fuego” o molinos a motor para distinguirlos de la gran mayoría que se llamaban de“agua”por ser este el elemento primordial que los movía.




Esta buena iniciativa le valió pingües beneficios, pues en toda lazona de la Vega Saldaña, páramo próximo incluido, la Vega de Sahagún y Cuenca del Valderaduey no había un solo molino de motor.
En los meses de pleno estiaje cuando el poco agua de las presas desaparecía por el necesario uso de riegos, una masiva afluencia de usuarios acudía a moler a este molino, que en años de sequía se pasaba tres o cuatro meses sin dejar de moler noche y día, parando solamente el tiempo imprescindible para picar las piedras.



Esta operación tenía asignado un día a la semana, que me parece era los miércoles por la mañana y consistía en que, una vez apartada la tramoya donde se echaba el grano, se quitaba el tambor de madera que cubría la piedra.
Una vez descubierta esta, por medio de un soporte de medio arco que se conectaba a ambos lados de la piedra, se levantaba esta por una tuerca manual sobre una cabria giratoria que la trasladaba sobre un soporte próximo dándola la vuelta de manera que las dos piedras, la fija y la móvil quedaban con la cara de pique hacía arriba.

















El molinero provisto de un martillo de dos bocas, parecido al que se usa para picar las guadañas, con golpes bien calculados, iba ondeando primeramente las canales que la piedra tiene en el sentido de sus radios que es por donde se distribuye el grano a moler. Con la ayuda de una regla comprobaba que las superficies, tanto de estos canales como la parte plana moliente, quedaran lo más rectas posibles para acoplarse perfectamente a la piedra fija, que también lleva el mismo sistema que la que gira sobre ella.
Hacer bien esta labor era fundamental, en una piedra especial que todos los molinos tenían reservada para moler trigo, cuya harina se destinaba al consumo humano, que se llamaba “de fino” mientras que a las usadas para moler cebada y otros cereales, para los animales se llamaban “de puerco”.
Este molino tenía una buena limpia del trigo, que aún permanece entre las ruinas y un buen cedazo, que acaso por el valor de sus finas telas tamizantes lo vendieran al no usarle. Con estos dos complementosy mojando el trigo levemente, se lograba que humedeciendo la corteza del grano, soltara el salvado más medrado y se mezclara menos con la harina que resultaba al ser pasada una sola vez por la piedra.
Las fábricas de harinas más frecuentes en esta zona eran las que tenían seis cilindros, aunque las más sofisticadas llegaban a tener hasta diez y doce cilindros. Este sistema de cilindros permitía hacer la molturación por etapas, quitando por medio de varios cedazos el salvado producido en cada una de ellas.












En las de seis cilindros, después de una cuidada selección y humedecimiento del trigo, se le pasaba por el primero que casi no hacía más que aplastar el grano, que pasado por un basto cedazo nos daba lo que se llamaba salvado de “hoja”.
Por un complejo sistema de elevadores se conducía al segundo cilindro, un poco más apretado que el primero, que nos daba el salvado fino, el tercero la “tercerilla”,el cuarto la “cuarta” el quinto la harinilla, y el resto con un apriete masivo nos daba la fineza definitiva de la harina empleada en tahonas y repostería.


Con este método tan sofisticado de molturación se eliminaba casi todo el germen y gluten de la cáscara del trigo. Modernamente los gustos han cambiado y se añaden estos elementos a la fabricación del pan, que si ha perdido en blancura lo gana en vitaminas.



Agradecidos debemos estar a estos molinos, la mayoría desaparecidos,pues durante la intervención contribuyeron a mitigar el hambre moliendo con la amenaza de una buena sanción, el trigo autóctono y lograron que el pan nunca faltara en nuestra mesa.
Todos estos molinos llevaban el nombre genérico de “maquileros” por la manera de cobrar sus servicios al cliente.
De muy antiguo venía la costumbre de cobrar la “maquila”, cantidad que siempre se cobraba de la misma especie del cereal que se molía y en la cantidad tradicional de “cada cuarto un cuartillo” que para mejor entenderse, reduciéndolo a kilos equivalía aproximadamente a cobrar un kilo por cada veinte de molienda.
En esto también afloraba la picaresca por ambas partes, pues cuando se medía para moler, el cuarto siempre se “copetaba”, buscando sacos que llenos sobrepasaran los cuatro cuartos. Como esto lo tenía asumido el molinero, cuando maquilaba metía el celemín a fondo sacándole lo más “encopetado” que podía, con lo que ambas partes quedaban equilibrados y tan contentos, no sabiendo quien engañaba a quien.
El antes mencionado Sr. Fermín, como hombre adelantado a su época, montó en el mismo motor del molino una pequeña central eléctrica, que si para ahora sería una antigualla, para aquellos años de 1920 fue unavance extraordinario para estos pueblos que nunca habían tenido luz eléctrica.
En un derroche de iniciativa empresarial, tan escasa en estos lares, tuvo que montar de su propio peculio, una red de reparto por varios pueblos de esta comarca, con sus correspondientes transformadores y ,aunque la línea era de postes de pino con dos hilos de cobre, tuvo que suponer una cuantiosa inversión.
De este hombre tan trabajador y avanzado tengo un buen recuerdo, pues como buen molinero, era un gran experto en trabajar la madera y mi padre le encargó que me hiciera la primera “carraca” que yo tuve. Con la gran ilusión infantil que me hacía tenerla pronto en mis manos, recuerdo que hice varios viajes al molino sin resultados y al final por no verme solo andando por la carretera me la hizo.


















Olvidaba deciros que el suministro de energía eléctrica, era sólo durante la noche y el contrato mínimo era necesariamente por una bombilla, con lo que se arreglaban la mayoría de las casas y todavía había algunas que no la usaban por parecerles un lujo caro. En otras casas para tener varias bombillas instalaron el contador correspondiente, sólo para alumbrado, pues los electrodomésticos muchos de ellos ni se habían inventado.


Recuerdo emocionado la cariñosa broma que mi abuela Nicasia me gastaba cuando oscurecía y comprendía que era la hora que daban el fluído. Con mucha ceremonia conectaba la llave y fingía contrariedad al no haber luz, echándole la culpa al operario encargado de esto que se llamaba Lorenzo.
Como intercesión a dicho señor, mi abuela me hacía repetir “Lorenzo, que venga la luz” y cuando fija mi vista en la bombilla y tras varias peticiones llegaba la luz, mis ojos reflejaban una alegría infantil inmensa, que debía compensar a mi querida abuela los desvelos de cuidarme cuando mis padres estaban de viaje o en alguna faena del campo que nunca faltaba.












Toda esta gran obra de molino y central se vino abajo por la mala administración y derroche sin medida de su mujer e hijos, que, cuando cobraban los recibos de la luz, lo gastaban en vicios y francachelas. Cuando llegó la guerra civil ya se había encautado de todo un prestamista de Sahagún .