martes, 12 de enero de 2010

PUEBLOS SIN FUTURO

















Cuando intento tratar este problema desde varios puntos de vista, me doy cuenta de la dificultad del tema, pues cada uno lo enfoca defendiendo su futuro e intereses.

Si nos dejamos llevar por la vía fácil de aceptar los planes, nunca seguros, de que nos subvencionen las múltiples facetas del trabajo agrícola, pareciéndonos que es la panacea que todo lo soluciona. Este razonamiento a largo plazo puede resultar contraproducente, por igualarnos a un niño enfermo que siempre estará castigado a vivir bajo la tutela de “papá-estado”. Este conformismo podía ser aceptado si con él se viera algún atisbo de mejorar la vida y progreso de estos pueblos. La bien pensada normativa de subvencionar a los labradores mayores para que dejen la explotación a los jóvenes, en la mayoría de los casos que conozco, no pasa de ser un arreglo familiar.
















En algunos casos se pone al frente de la explotación a un hijo o familiar que ejerce una profesión distinta a la agricultura y que para complementar sus ingresos los fines de semana se dedica a estas faenas, sin tener ninguna conexión con el pueblo.

Con esto se fomenta el absentismo en el campo que también puede llegar por la concentración de explotaciones. Este fenómeno es inevitable que se produzca en Moratinos, pues los cinco labradores que viven en él pasan de los cincuenta y cinco años y sus hijos están colocados fuera del pueblo en actividades ajenas a la agricultura.















En estas circunstancias es muy humano que estén esperando la jubilación por no tener iniciativas de futuro, tan necesarias en este complicado oficio.

A este desinterés personal y colectivo ha contribuido también la moderna actitud del Estado para que todas las explotaciones, sean,como ellos dicen, viables. No sé cuántas explotaciones tendrán que desaparecer para que este dudoso plan salga adelante.

Ciñéndonos a un caso práctico y natural diré que las tres explotaciones medias de vacuno que había en este pueblo desaparecieron asfixiadas por el cúmulo de normativas modernas que hicieron imposible su continuidad. Ante este panorama me pregunto: ¿Qué es mejor tener explotaciones pequeñas o no tener ninguna?

De momento, con estas desastrosas normativas, este año ha bajado el censo ganadero nacional en cinco mil explotaciones y no sólo no ha subido el cupo de leche que tantas sanciones provocó sino que ha bajado en más de dos cientos mil litros.

Con esto los grandes productores europeos se frotan las manos de satisfacción, por hacerse con un mercado que nos pertenecía y que hemos perdido por nuestra torpeza y falta de previsión. Este problema ganadero es también extensible al agrícola,desapareciendo por causas parecidas miles de explotaciones en toda España con lo que nuestra dependencia exterior puede llegar a ser muy peligrosa y antisocial.

Viendo la tendencia que siguen los que se jubilan, especialmente en esta zona de Campos, de vender sus explotaciones al mejor postor,estos pueblos, en no muchos años, pueden convertirse en cortijos que cuanto más grandes sean, sus propietarios menos contacto tendrán con estos lugares.











Todo el mundo conoce los grandes problemas sociales que desde muchos años atrás han tenido Andalucía y Extremadura por la excesiva concentración de propiedades que no son convenientemente explotadas.

A los grandes terratenientes les importa un rábano la pervivencia de las masas de peones agrícolas, que al coincidir juntos en varias localidades han sido siempre promotores de grandes desórdenes.

El Estado desde muchos años atrás no se atreve a poner el cascabel al gato resolviendo de una vez el difícil problema de ordenamiento rural y trata de ir ganando tiempo con el polémico paro agrario. Este problema, que por mi edad acaso no llegue a conocer, puede plantearse en esta zona donde durante siglos ha estado repartida la propiedad acrecentando con ello el estímulo personal de lo propio, que como en todas las facetas de la vida juega un papel importantísimo.

Esto ha quedado demostrado con el total fracaso de las comunas,agrupaciones de trabajo que probaron en Rusia y otras naciones por la falta de un férreo control y buena administración para que estos grupos tengan éxito.

No necesitamos salir al extranjero para tener ejemplos, pues los tenemos muy cercanos en España. Son varios los fracasos de cooperativas que parecía iban a alcanzar el cielo con las manos y de la noche a la mañana se disolvieron, como azucarillo en vaso de agua.

Con el carácter individualista que tenemos en esta zona nos es muy difícil participar en cualquier asociación, pues nos parece una gran pérdida de autosuficiencia pasar del “mío” al “nuestro”. Esta última palabra me trae a la memoria una anécdota que viví con Don Ángel, cura de estas parroquias en mi infancia, cuando fui a examinarme al seminario de León.
El Padre Justo venía muchos años a predicar y teníamos con él, tanto el Señor cura como los monaguillos una cierta confianza. Esta nos permitió entrar en la huerta del convento donde cultivaban estupendas lechugas que me causaron gran admiración y le dije: “Padre Justo, ¡qué buenas lechugas tiene! , a lo que él me contestó muy persuasivo: “No, hijo mío,tenemos, tenemos!
Si para llegar a este convencimiento hace falta pasar con sólo unas sandalias los fríos inviernos leoneses, aguantar varios años de estricto noviciado y los múltiples sacrificios que entonces imponía la Orden Franciscana, no es nada extraño que a los que no somos frailes nos cueste tanto renunciar al "mío".






Para la continuidad de estos pueblos muchos demagogos nos quieren hacer creer que esta se consigue con su industrialización, pero no explican qué industria viable se puede montar en un pueblo de ocho vecinos, unos jubilados y otros en trámite.

Este clavo ardiendo al que se agarran los estrategas del Estado para salir del paso no nos sirve, pues deben saber que en estos años pasados han fracasado varios de estos intentos.

No sólo en estos pueblos pequeños sino también en los pueblos medianos como Sahagún,que como cabecera de comarca, se montó una celulosa para aprovechar la gran cantidad de paja de cereal que aquí se recoge y parecía que tenía motivos para prosperar. Vano intento, pues a los pocos años de funcionar, no se sabe por qué causas, dio en quiebra quedando en la calle a un puñado de empleados que habían alimentado la esperanza de tener un empleo fijo.

Pocos años después sucedió lo mismo en Villada con otra celulosa que decían tenía más garantías de perdurar porque la montaron unos empresarios belgas. No sé que extraña maldición pesa sobre esta comarca para no cuajar los intentos realizados, o acaso se deba a nuestra apatía el no apoyarlos.

Como anécdota un tanto rara recientemente se ha montado en Sahagún por un joyero-relojero una fábrica de medallas y trofeos deportivos que dicen, exporta a todo el mundo sus productos. Ya es mala casualidad que prospere una fábrica que no consume material autóctono. Esperemos que el ejemplo cunda y llegue a buen puerto esta iniciativa.


















Acabo con este pequeño poema:



Dice un refrán muy antiguo:

poco pueblo mucho infierno.

Con nuestra conducta hagamos

que este refrán no sea cierto.


De este o de otros lugares

el campo cultivarán;

si no ayudan a los pueblos

de poco nos servirá.



Cuando todos los vecinos,

dos o tres no más serán

si alguien no les acompaña

marchar del pueblo tendrán.



Con buena ayuda de todos

el problema hay que resolver.

El que halle otra solución

¡por favor!...que nos la dé.

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