lunes, 4 de enero de 2010

AMIGOS DE LA MILI

No sé por qué el extraño fenómeno de hacer amigos en la mili se ha venido repitiendo desde muy antiguo. Mi padre tuvo uno en Ledigos al que siempre recordaba con afecto.















Otro de la familia se casó con una hermana de su amigo y actualmente conozco a dos que, a pesar de rondar ya los ochenta, no se han perdido una sola fiesta patronal de sus respectivos pueblos y hasta hace pocos años, se trasladaban en bicicleta la distancia de unos veinte kilómetros que separa a los dos pueblos.
No encuentro otra explicación a esto que al estar lejos de tu entorno familiar y afectivo, al ser el hombre un ser social por naturaleza, necesita comunicarse con alguien y se busca en ese amigo satisfacer sus necesidades afectivas.
Yo las hallé en tres chicos que eran paisanos y labradores y coincidíamos en muchos planteamientos de la vida.














Uno de estos vive en Villada y se llama Policarpo con el que intimé en el periodo de instrucción en Miranda ayudándonos mutuamente y compartiendo los paquetes de comida que nos mandaban desde casa. Teníamos en común que él era el mayor de los hermanos varones y yo el único de ellos, por lo que las madres preocupadas, no querían que nos faltara de nada.
Por San Isidro, para que celebrara la fiesta, le mandaron a Poli un paquete tan voluminoso que no pudieron hacerlo por correo y se lo facturaron por el tren. Como estos paquetes tienes que retirarlos de la estación y había dificultades para lograr un permiso, determinamos hacerlo por nuestra cuenta. Mientras el tiempo de aseo que teníamos en el río, con el talón y autorización de Poli, me despisté y saqué el paquete, que por cierto pesaba lo suyo a pesar de que estaba cerca la estación.
Tomando las precauciones debidas para despistar a los gorrones de turno, nos sentamos de frente en las camas de abajo y en medio el deseado paquete. Al abrirle comprobamos que tenía de todo, pan blanco, chorizos, jamón, cecina, lomo y como postre de la fiesta amarguillos, pastas y hasta peladillas.
Todo la parecía poco a aquella buena mujer para que su hijo celebrara la fiesta y a fe que lo consiguió, pues tuvimos banquete para varios días.
En lo único que no coincidíamos era en la afición al cine que él no tenía y nada más que comenzaba la proyección, a pesar de que intentaba estimularle, se quedaba dormido como un bendito.
Él lo pasaba mejor por los bares tomando vinos, cosa que a mí nunca me gustó, pero procuraba complacerle y terminábamos merendando, en lo que no había disparidad de gustos.


Al teatro Principal de Burgos trajeron a un mago célebre y como la función era por la noche vestido de militar no se podía asistir. Para que Poli pudiese verlo, le presté algo de la poca ropa que tenía de paisano, como una gabardina raída que a él le hacía de chaquetón, unos pantalones, que por su mayor altura, le quedaban a medía pierna y otros aditamentos con lo que completamos el disfraz.





Lo pasamos bien pues vimos un programa muy completo, pero al regresar al cuartel el oficial de guardia, que estaba amargado por no poder ir a verlo, retenía a todos según entraban.
Cuando llegamos nosotros encarándose con Poli le dijo: -
"¿ Pero se puede saber de donde vienen ustedes a estas horas?"
Con la mayor naturalidad del mundo, le contestó:
"Pues mire usted mi teniente, venimos de ver a ese tío".
Le hizo gracia la frase y soltó una carcajada que nos contagió a todos y tengo mis dudas si fue solamente la frase, o contribuyó también la pinta que traía Poli de paisano con la indumentaria anteriormente descrita.
Sea como fuere Poli nos libró con su ocurrencia de dormir en la prevención pues el regocijado oficial nos mandó a todos a dormir a la compañía. Por su carácter espontáneo y noble, mi amigo gozó de gran popularidad en todo el cuartel y cuando hacía guardias, no era extraño verle sentado con los sargentos, cuando estaban fuera de turno, fumándose un cigarrillo. Actualmente nuestra amistad continua y se ha hecho extensiva a sus hermanos.
Los mencionados otros dos amigos eran de Villalcón y primos carnales. Acaso por circunstancias familiares, llevaban el mismo nombre de Lucio. Uno de ellos que se apellidaba Del Pozo, estuvo conmigo en intendencia y como buenos amigos, nos contábamos nuestras vidas. Él se ganaba la vida sirviendo de jornalero en las faenas del campo y aspiraba a poder colocarse en la ciudad, para lo que creía necesario sacar el carné de conducir en una academia privada.
Sus posibilidades eran escasas, pero no quería pedir nada a sus dos hermanas que estaban sirviendo en una misma casa en Burgos. Desde que quedaron huérfanos como hermano mayor, se sentía responsable de la familia. Aunque entonces las academias cobraban mucho menos que ahora, tenía sus dudas si pudiese hacer frente a los gastos.
Procuraba apoyarle en todo y una tarde fuimos juntos a una academia y se matriculó, cosa que yo también tendría que haber hecho y me hubiera evitado molestias posteriores. Si no lo hice fue porque el horizonte de la mecanización del campo estaba muy lejano y como no tenía necesidad próxima de carné, me fastidiaba renunciar a mis tardes de cine.
Mi amigo, con una voluntad de hierro, se esforzaba por aprender los tests. Con mi curiosidad innata por aprender cosas nuevas, casi sin querer, les aprendí y le tomaba la lección antes de ir a la academia.


Como preparaba el carné de primera, íbamos a ratos al taller de camiones del cuartel y con la ayuda del manual de Arias Paz aprendimos mucha mecánica, que me vino muy bien en el manejo de la maquinaria que tuve después. Reconocido por mi ayuda, algún domingo me invitaba a acompañarle al cine con sus hermanas, cosa que agradecía aunque fuera en plan familiar.







En la mili, aunque vistas de paisano, no se da siempre la ocasión de acompañar a dos chicas apañadas que como paisanas entendían de la misma manera los problemas actuales de nuestra tierra.
Cuando nos licenciamos, con su carné de primera en el bolsillo, ya se quedó en Burgos y tanto él como sus hermanas no dudo se hayan colocado bien por su gran laboriosidad y buen comportamiento, cosa muy normal en los nacidos por estas tierras.
Lucio, el primo del anterior, aunque sirvió en un destacamento de Gamonal, entonces un pueblecito cerca de Burgos, muchos días bajaba y pasaba la tarde con nosotros. Como era muy abierto y amigo de divertirse se nos pasaba el tiempo volando, teniendo algún día que pasar la noche en nuestro cuartel cuando llovía para no llegar calado a su campamento.
Cuando se licenció volvió a Villalcón y ocupo su puesto de obrero de confianza en casa de una viuda de buen capital, donde estuvo trabajando siempre.
Al morir esta señora, en pago y reconocimiento de los muchos años de buen trabajo e intachable conducta, le mandó todos sus bienes.
Al no tener hijos en su matrimonio y querer disfrutar de una bien ganada jubilación, como tantos otros, vendió sus tierras y se fue a Madrid.


Recordando a estos amigos compuse los versos que siguen:

De la mili tres amigos
que dos Lucio se llamaban
y el tercero Policarpo
y es natural de Villada

Primos eran los primeros
y en Villalcón trabajaban
en las labores del campo
como por aquí se usaba

Siguiendo a muchos otros
a la capital se fueron
y mejorando sus vidas
por el pueblo no volvieron

La amistad sigue con Poli
y con todos sus hermanos
y cuando bajo a Villada
buenas charlas nos pegamos

La amistad hecha en la mili
no sé que misterio tiene
que perdura mientras vivas
pues los recuerdos contiene

Somos todos tan mayores
que de setenta pasamos
sin muchos achaques serios
con buena salud sigamos.

No hay comentarios: