sábado, 29 de marzo de 2014

SABERSE ADAPTAR

  
Hará unos siete años que una pareja formada por Rebeca, de nacionalidad norteamericana y Patricio, inglés, vinieron a vivir a Moratinos.



Compraron una casa, que han ido arreglando con los años y se sienten como dos vecinos más del pueblo, procurando con entusiasmo adaptarse a nuestras costumbres, que en la mayoría de los casos, difieren mucho de las suyas.
Para los que hemos salido poco del pueblo este comportamiento tan ejemplar no deja de admirarnos y comprendemos el mérito que tiene aguantar de buen talante nuestro carácter un tanto brusco, muy propio de esta región castellana.
En su deseo de agradar y ser útil al pueblo, Rebeca intentó desinteresadamente darnos clases de inglés, que por ser su idioma materno domina a la perfección.
Derrochando mucha paciencia logró que aprendiéramos algunas palabras de inglés. Pero como la mayoría somos ya mayores, la diferente escritura y pronunciación de ese idioma se nos hacía muy difícil de entender y desistimos del intento, agradeciendo a Rebeca su buena intención.

El amor por los animales de esta pareja nos parece admirable si lo comparamos con el nuestro, pues siempre buscamos  una utilidad material. 
Quizá esto sea debido   a que no hace muchos años se labraba la tierra con el gran esfuerzo de las mulas y los rebaños de ovejas se cuidaban con la ayuda muy costosa de los perros de carea.
Este aprovechamiento del trabajo de los animales constituía el principal ingreso para nuestra subsistencia.



Como buenos ingleses les gusta madrugar y salir al campo con una buena cuadrilla de perros que, por pura afición,  cuidan y  pasean diariamente aunque las condiciones del tiempo no sean propicias.
Muchas mañanas, cuando yo salgo a dar un paseo, ellos ya vienen de vuelta. Hacemos un pequeño aparte comentando las noticias más interesantes del día y también les gusta enterarse de la marcha y variedad de los cultivos.
Procuran participar en las tareas comunales del pueblo y asisten a cuantas reuniones festivas se celebren, como la reunión de la machorra, la chorizada del día de la fiesta y otras varias.
También en la iglesia no falta su presencia para aumentar el escaso número que nos reunimos en la misa de los domingos.
Su casa está siempre abierta a los peregrinos que lo deseen y, según propia confesión en el blog que llevan, con el pago voluntario que reciben por sus servicios de cena y cama, la tacañería de algunos se compensa con la esplendidez de otros.

Como recuerdo a un peregrino muy conocido de ellos, que tuvo la desgracia de morir cerca de Logroño, han plantado junto al Camino de Santiago un buen castaño y como ofrenda han clavado junto al árbol el cayado como signo del peregrino recordado.
Como buenos amantes de la naturaleza plantaron también varios árboles en su casa y en la plaza del pueblo.

Nadie piense que escribo esto por pura adulación, pues no va con mi carácter, sino como reflejo de una realidad fehaciente y fácil de comprobar, de la que todo el pueblo esta muy orgulloso de tener unos vecinos tan especiales.   

sábado, 22 de marzo de 2014

EL CAMBIO DE COSTUMBRES



Para que el mundo progrese es necesario que la manera de enfocar los problemas se vaya adaptando al discurrir diario que la vida nos va imponiendo.
Desde la perspectiva que dan los años, y en especial en los últimos diez, nos parece imposible el vuelco que se ha producido en todos los órdenes, tanto en lo económico y de comunicaciones como en la manera de afrontar los problemas que en todo tiempo aguantó el hombre en su afán innato de sobrevivir.
 En aquella lejana época que podemos acotar desde los años treinta a los cincuenta, el Estado se inhibía de los problemas que pudieran afectar a los ciudadanos teniendo este que buscar el apoyo en comunidades como las cofradías, hermandades y demás agrupaciones que fomentaran el bien común.




En mi pueblo San Nicolás recuerdo que existía la cofradía de la Virgen del Rosario, donde ingresaban la mayoría de los matrimonios desde el día que se casaban. El objeto principal era el asistencial, como establecer turnos para velar al cofrade difunto y acompañarle en el entierro.
Gran raigambre debió tener esta cofradía pues era la propietaria de una finca de casi tres hectáreas, que en aquellos tiempos podía ser una de las de demás extensión, y que siempre se llamó la tierra de la virgen. 
Con la renta que pagaba el que la labraba se compraban los velones de cera con que los cofrades alumbraban a la Virgen en la procesión que reglamentariamente se organizaba todos los meses.
Como entonces había muchos que sobrevivían pidiendo limosna de un pueblo a otro, cuando llegaba la noche se establecía un turno entre los vecinos para ayudar a estos mendigos que, sin este apoyo, se veían obligados a buscar los sitios más inhóspitos para librarse del clima tan frío que padecemos.
A los jóvenes de hoy esto puede parecerles cosas de aventuras pero que sucedía en aquellos no muy lejanos años. 
¡Que contraste tan penoso se puede establecer en la manera de encontrar elementos que evitaran la muerte y el de ahora que por puro esnobismo se la busca, como recientemente sucedió a siete montañeros que por practicar un deporte arriesgado murieron despeñados  entre la nieve!



Uno de los adelantos más notables que hemos disfrutado fue la llegada de la luz eléctrica que primeramente nos alumbró en las largas noches invernales y también alimenta a un sin fin de aparatos domésticos que nos hacen la vida más cómoda, proporcionándonos también la gran información que disponemos.
Mas como el hombre desde los primeros tiempos ha sabido adaptarse a lo que disponía, el aceite fue uno de los primeros combustibles que utilizó para alumbrarse. 



El primitivo candil no era más que un depósito que contenía aceite de donde salía la mecha de algodón que se prendía al final su canal.
Para el trajín exterior, donde el candil era poco práctico por el viento, se inventó el farol que dentro de un espacio acristalado y un escape exterior de los humos llevaba una vasija con la correspondiente mecha encendida que le hacía indispensable para recorrer las dependencias exteriores de la casa sin peligro de quedarte a oscuras.
Como un complemento decorativo había velones de varios brazos y en las iglesias artísticas arañas abastecidas con este combustible.

Luego vino el uso del petróleo como combustible del modesto quinqué, que ya tenía un mecanismo más complicado. 
La mecha de un tejido de algodón tomaba ya casi forma esférica, accionada por una llave que regulaba la llama. Con el hueco que dejaba la mecha redonda entraba el aire y hacia que la llama fuera más blanca y se acentuaba la combustión con la colocación de un tuvo de vidrio que al retener la corriente de aire aumentaba la potencia luminosa.
Para las dependencias nobles y salones el humilde quinqué era sustituido por ornamentales lámparas con muchos colgantes y una campana translucida que esparcía su luz matizada por toda la habitación.


Luego vino el candil de carburo que consistía en dos depósitos independientes.
En el inferior se ponían trozos de carburo y en el superior se llenaba de agua con una llave reguladora para hacer caer el agua según la luminosidad deseada. Al caer esta sobre el carburo producía el gas acetileno que salía al exterior por un conducto rematado por una boquilla que tenía un filtro que evitaba el humo, logrando una luz muy potente que se utilizaba en muchas aplicaciones.


El fluido eléctrico acabó con todos estos sistemas pues la lámpara incandescente que inventó Edison se hizo con la mayoría del mercado.
Pero buscando lámparas más modernas y económicas se ha impuesto el tuvo fluorescente que valiéndose de unas reactancias en los extremos inflama el gas fluorescente que da una luz más matizada y económica.
La era de la electricidad ha proporcionado miles de aplicaciones como el bisturí del láser de gran utilidad en las operaciones y otras muchas aplicaciones por la enorme cualidad de cortar los tejidos y al mismo tiempo coagula las venas evitando la lenta y costosa operación de ir tapando de una en una.
Desde el año 1954 que me casé y vine a vivir a Moratinos las costumbres más o menos cambiaron como en mi pueblo, como formamos el mismo municipio los trámites oficiales son los mismos.
Recuerdo como un hito especial en los dos pueblos la llegada de la luz eléctrica y la implantación de la radio y televisión nos igualó con el resto del mundo.


Debido a este acontecimiento sufrimos la invasión de vendedores de radios principalmente, que nos inundaron la casa con aparatos a prueba. Un poco más tarde fue la llegada de la televisión, que especialmente a los mayores les parecía demasiado avance.

¡Qué tiempos aquellos en los que en la escuela de Moratinos había  cuarenta niños, la mayoría de matrimonios jóvenes con un promedio de cuatro hijos.
Todos estos adelantos en general han traído consigo que la gente se sienta más independiente y cada vez cuesta más pedir un favor al vecino con la naturalidad que se hacía antes. También se echa de menos la buena costumbre de jugar a las cartas cada noche de invierno en cada casa.
Actualmente en Moratinos se han instalado un hostal, un restaurante y un  albergue que están luchando por atraer a los peregrinos del Camino Santiago y demás clientes. Creemos que lo lograrán a pesar de la gran competencia que se ha instalado en todo el Camino.
En contraste con esto, antes no existía más que una pequeña cantina en cada pueblo donde nos reuníamos. Las calles a oscuras y llenas  de barro pero la vitalidad de la juventud lo suplía todo.

Ahora en cambio con la despoblación los pueblos se mueren a pesar de que disponen de muchas comodidades modernas, y si el Estado o a quien corresponda no toma cartas en el asunto en pocos años, dada la casi nula natalidad, estos pequeños pueblos desaparecerán.