sábado, 30 de agosto de 2008

VICTOR ADOLESCENTE

Cuando me casé y vine a vivir a Moratinos nos guardaba las ovejas un joven de Celada que se llamaba Víctor. Grandes son los recuerdos que de este chico se tienen en esta casa y muchas veces lo comentamos con verdadera satisfacción.
Sin duda esto se debe a su carácter alegre, abierto y servicial, siempre dispuesto a hacer y a recibir una broma con palabras ocurrentes, esforzándose siempre en que su trato y su conversación fuesen lo más amenas posibles.
El paso de los años y los desengaños de la vida no han sido capaces de cambiar su carácter pues, cuando nos encontramos en Sahagún, disfrutamos de una amena charla, comentando largamente los acontecimientos actuales y pasados que atañen a nuestras vidas.
En aquellos años cincuenta todavía había en estos pueblos un nutrido grupo de jóvenes de ambos sexos que alegraban la vida un tanto monótona, con sus reuniones, rondas y paseos que se daban en los atardeceres diarios y en las tardes de los días de fiesta.
¡Con qué deleite Víctor, después de pasar el día en la soledad del campo, tan pronto encerraba, se quitaba rápidamente las prendas de abrigo propias del oficio, dispuesto a aprovechar el tiempo alternando con las chicas de su edad!
Recuerdo que muchas tardes mi tía Áurea le ofrecía la merienda, que a veces rehusaba o lo hacía trágala perra. Pronto se acercaba a la esquina donde estaban reunidas las chicas y con su presencia empezaban las carreras y escarceos que promovía su espíritu inquieto, con el que lograba animar la reunión.
Algunas veces por curar alguna oveja u otras circnstancias no acudía pronto a la reunión, entonces su presencia debía de echarse en falta porque las chicas, con cualquier pretexto, se acercaban a casa preguntando por su tardanza.
Ayudaba a favorecer esta situación de ventaja para él que había unas cuantas chicas de su misma edad y los otros chicos eran unos cuantos años mayores, faltándoles la chispa y el empuje juvenil que Víctor rebosaba por todo su cuerpo.
No quisiera que con esto sacaseis la conclusión de que era un chico alocado e irresponsable.
En las obligaciones de pastor fue siempre muy competente, con gran afición a las ovejas, cuyo manejo no tenía ningún secreto para él. Esta inclinación de ganadero ovino la ha conservado, desde los años de adoescencia que aquí pasó, hasta que se jubiló.
Con su espíritu emprendedor y laborioso logró hacerse con una explotación agrícola que le produce unos beneficios suficientes para vivir don desahogo y satisfecho porque su intensa vida de trabajo ha tenido una compensación acorde con su esfuerzo.
Constituye para mí un orgullo y satisfacción conservar la amistad de estos hombres de hoy que, siendo jóvenes, pasaron por mi casa aprendiendo a dar sus primeros pasos en la vida y de los que tengo un grato recuerdo

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