viernes, 16 de diciembre de 2011

OBSERVACIONES CAMPESTRES

De las cuatro estaciones del año quizá sea esta la más regular en esta zona, pues este año nos ha brindado unas temperaturas muy benignas, e incluso algunos días bastante calurosos.
Esta circunstancia ha dado pie a los gurús del cambio climático para apoyar su teoría de que la capa de ozono se está debilitando por la creciente contaminación, y la temperatura tiende a subir, casi imperceptiblemente, a lo largo de estos últimos años.
Sea como fuere la sabia naturaleza ya se encargará de demostrarlo, o seguirá proporcionándonos estos otoños tan saludables, en especial a los que por la edad somos más sensibles al frío.


















En nuestros paseos por el campo podemos apreciar el gran colorido que toman las hojas de los árboles y demás plantas, antes de su caída, con la llegada de los fríos invernales.
Es digno de apreciar lo previsora que es la naturaleza, que, antes de que se caigan las hojas, hace brotar las incipientes yemas de las que han de salir las flores y hojas la próxima primavera. Estas pasan el invierno como aletargadas no dando ningún signo de vida, hasta que llega la hora propicia para brotar.
Además de este fantástico colorido antes citado, en el otoño es cuando se recogen la mayoría de la fruta que aquí se da, y las hortalizas también llegan al punto máximo de su desarrollo.















También, con la humedad y calor de estos días, brotan los hongos y setas en praderas, caminos y troncos con tal profusión, que hace difícil distinguir las venenosas de las comestibles. Es recomendable no coger más que las que se conozcan a fondo, por haberlas probado convenientemente, y desechar las desconocidas para evitar complicaciones.















La repoblación forestal ha aprovechado, diseminados por todo el campo, pequeños trozos de terreno, que por su inclinación no eran laborables, con plantaciones de pinos. Estos dos años pasados ofrecían un vigoroso desarrollo, alegrando con su intenso verdor el color gris de las tierras de cultivo.
















Hoy hemos podido apreciar los nidos que la temible plaga de la “procesionaria” ha implantado en fuertes bolsas blancas en la mayoría de sus copas, presagiando el ataque inminente, como sucedió hace ya varios años.


















Según me he podido informar, esta plaga tiene un comportamiento un tanto especial. Destaca en primer lugar que sea capaz de alimentarse con las hojas-agujas del pino tan ásperas y fuertes.
Su reproducción es fantástica, pues cada bolsa contiene millares de huevos, que una vez convertidos en larvas pueden acabar con el más frondoso pinar.
Una vez completado su ciclo vital es horroroso verlas descender de los pinos enganchadas unas a otras como si fueran en una procesión, de ahí deriva su nombre, para dirigirse a la tierra donde se esconden.






















No se tiene claro cuantos años tardan en convertirse en crisálidas y luego en mariposas, que son las que ponen los huevos en las bolsas, reproduciendo así su destructivo ciclo vital.
Para defenderse de sus escasos depredadores, además de este recurso defensivo de ir enganchadas unas a otras, tienen su cuerpo cubierto de pelos venenosos, que incluso llevados por el viento, producen una fuerte urticaria a todo ser viviente que les toque.
El tratamiento de esta plaga, además de resultar caro, es muy difícil de aplicar por la altura y extensión que tienen los pinares. Para poder de alguna manera salvarles se recurre a la fumigación desde helicópteros con resultados muy variables.
Estos fenómenos naturales tienen sus pros y sus contras desde siempre, y el hombre, valiéndose de sus recursos e inteligencia, ha sabido superarlos para garantizar su supervivencia.

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