jueves, 5 de enero de 2012

LOS PARAÍSOS FISCALES











En estos días en que tanto se habla de recortes, aumento del paro, negociación del mundo laboral y de otras muchas cosas que atañen a la economía, me parece oportuno tratar de los paraísos fiscales, que son el refugio de las ganancias logradas por los especuladores de los mercados internacionales y donde ponen a salvo sus pingües beneficios.
Está tan de moda esto de los paraísos fiscales, que nuestro buen cura D. Santiago pidió por su desaparición en la plegaria de la misa. Esta nueva petición me agradó y extrañó al mismo tiempo, pues en estas preces normalmente se hace referencia a temas mas generales como los enfermos, pobres, salud de la Iglesia y accidentes climáticos que causan la prosperidad o ruina de nuestro pueblo.
















Repasando la amplísima lista de estas instituciones repartidas por todo el mundo, no veo a ninguna que esté instalada dentro del Estado Español, aunque sí pegadas a él como son Andorra y Gibraltar.
No sé si esto es debido a que no sabemos aprovecharnos de las ventajas que otros logran, o que, con nuestro carácter quijotesco, queremos aparentar que estamos libres de esta perversión.
El problema de los paraísos fiscales que hay en todo el mundo y el dinero que encubren es verdaderamente pavoroso. Los veinte billones de euros que custodian han tenido un auge espectacular en estos últimos años, pues se calcula que se están haciendo con el veinte por ciento del capital circulante de la economía mundial.
Si fuéramos capaces de ponernos de acuerdo en una política global ordenada, sería posible ilegalizar estos paraísos.
















Ya en el pasado G-20 de Londres se marcó el camino para su desaparición, pero los grandes lobbies lo han bloqueado.
Este sistema fraudulento da un hachazo mortal a toda la economía mundial pues se está infiltrando en todos sus estamentos. Prueba esto el detalle que el setenta por ciento de las empresas que cotizan en el Ibex-35 operan en ellas, y se puede dar la paradoja que nuestros ahorros estén invertidos en alguna empresa de estas.
Los que presumimos de pertenecer al primer mundo lo hemos complicado demasiado con tanta deuda, agencias de calificación, bancos y demás zarandajas que nos están envolviendo como en una tela de araña, y si no se pone pronto remedio puede dar al traste con todo.









Los que llamamos despectivamente países del tercer mundo y emergentes pueden escarmentar viendo lo mal que nos va, y seguir con su régimen de crecimiento lento, basado en el trabajo y ahorro diario y no endeudarse en más de lo que tienen. Este sistema, que a algún economista puede parecer anticuado, hasta ahora les está dando estupendos resultados.
Con todas estas trapisondas los grandes capitales se libran de pagar los impuestos que les correspondería, recayendo estos en la sufrida clase media, que siempre paga los platos rotos.
La debilidad y estancamiento de este colectivo puede conducir a quedarnos sin el estado de bienestar que tanto ha costado conseguir.
En nuestros medios de comunicación apenas se profundiza en este espinoso problema, y salen del paso organizando debates sobre el manido tema de los partidos políticos y conflictos personales, con los que logran mantener el morbo.
















Los gobernantes acabarían con esto aboliendo el secreto bancario, pero alguno que no actúe correctamente pueden temer que el día de mañana no tenga donde guardar las riquezas ilegalmente ganadas.
Los lobbies que defienden todo esto son tan poderosos que no dudan en recurrir a toda clase de chantajes




Que esta grave crisis económica actual sirva de revulsivo para intentar acabar con este gran problema.

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