sábado, 7 de marzo de 2015

PALOMARES Y PALOMAS



                              
 Si antes hablé del tipismo de las bodegas, no lo es menos los palomares que recortan su silueta variopinta y multiforme sobre el monótono color pardo de las tierras de esta zona de Campos.
Muchas y variadas son las formas que adoptaron según la práctica de cada maestro albañil, heredada de sus antepasados, pero en esta zona dominaba el de patio interior redondo o cuadrado, existiendo alguno con pináculos de entrada en el tejado.
El que mejor conocí fue el que tenía en la huerta de San Nicolás mi abuela Nicasia, en el que, como ya he contado, hacía de ayudante en las faenas de conservación y limpieza. Era de forma cuadrada con cuatro paredes exteriores hechas con adobes cuya medida era de largo 40 centímetros, ancho 20 y de grueso unos 9 centímetros.
Las cuatro paredes que formaban el patio interior eran paralelas a aquellas pero más bajas, para dar caída al tejado que partía medio metro más abajo de la pared exterior. Este rodete se remataba con ladrillos y tejas y hacia de cortavientos, para que en invierno a su abrigo tomaran el sol las palomas. En medio de las cuatro caras del tejado, bajo un tejadillo adicional, tenía cuatro troneras o luceras por donde entraban las palomas y daban luz y ventilación al interior del palomar.
  



 La distancia entre ambas paredes era menor de un metro para facilitar la recogida de pichones, poniendo cada pie en el nicho de diferente pared, pudiendo recorrer el palomar de este modo a la altura que quisieras. Estos nichos tenían una profundidad en la pared de unos 20 centímetros y otro tanto de ancho y alto, con un borde inferior más alto de fuera, para impedir se cayeran los huevos y crías pequeñas.
   
En estos nichos las palomas hacen un pequeño nido, antes de la puesta con hiervas aromáticas si pueden, por lo que mi abuela siempre tenía un hacejillo de tomillo para que hicieran los nidos y dar buen olor al palomar, atrayéndolas por su exquisito olfato. También me contaba que antiguamente una intensa colonia que se llamaba “comino rústico” y las atraía con tanta fuerza que no abandonaban el palomar aunque se estuviera cayendo.
  Otro de los buenos secretos celosamente guardados por los buenos colombófilos, era el adiestramiento de los “pichones ladrones” que atraían a las hembras hacia el palomar propio. Este último truco no le creo muy fiable, pues las palomas se emparejaban de por vida, cambiando solamente de pareja por la muerte de alguno de ellas.
  Las aguas del patio interior o corralillo, se evacuaban cuando llovía, por un albañal, aquí se llama “gateras” situado en el centro tanto de la puerta exterior como la que da al patio Este y el gatero estaban dados de cemento para que corriera mejor el agua y defender las paredes de la humedad. Para que no se obstruyera con la palomina se le tapaba con una tabla que se levantaba fácilmente para su limpieza. En la boca exterior de este gatero se ponía una malla que impedía la entrada de gatos, roedores y alimañas que hacen mucho daño a los palomares. Para que tampoco pudieran entrar trepando por las esquinas, se forraban estos a buena altura con unos chapones de medio metro.
 En todos los tiempos han sufrido muchos ataques pues en el año 1465 tenían legislado que todo aquel que disparase al palomar con ballesta, arco o piedras, se le confiscara estos artilugios y se le sancionara, por cada paloma tomada con setenta maravedíes, la mitad para el amo y la otra mitad para el juez como estimulo por juzgar y cobrar la multa en el acto.
  Por desgracia actualmente la justicia no es tan expeditiva con los desaprensivos que dan la patada en la puerta e impunemente disparan su escopeta al bando que sale del palomar.
  Este es el mayor desmán que se puede hacer en un palomar de palomas bravas, que como tales el ruido en la puerta las pone tan nerviosas, que muchas no aciertan a salir y se lastiman contra las paredes. 
  La tremenda aversión que estos animales tienen a todos los ruidos de nuestra civilización es un dilema a la hora de elegir el mejor sitio para la ubicación de un palomar. Si lo haces cerca o dentro del casco urbano, estará más protegido de los ataques, pero su reproducción no será abundante por los ruidos. Si lo haces lejos se invierten las tornas, mayor abundancia de palomas y de ataques contra ellas. Como siempre en la vida la virtud está en buscar un sitio elevado, bien visible desde el pueblo, y según la experiencia, a una distancia media de 300 o 500 metros y lejos de caminos o carreteras muy transitadas.
  La mejor hora de atender un palomar, que serán las menos posibles, es de las diez a las doce de la mañana que es cuando salen muy pronto a alimentarse por el campo, retornando a las primeras horas de la tarde.
  Además del palomar cuadrado con patio que os he descrito, existe una gran variedad de modelos construidos según los materiales de cada zona y la inspiración y maestría del albañil que les construye. En esta zona predomina el redondo con patio interior que sólo se diferencia en su construcción del cuadrado en tener sus dos paredes en forma de anillos. En San Nicolás existe un modelo que exceptuando uno que hay en Villaselán muy parecido, no he visto en ninguna zona, ni fotografiado en revistas del ramo. Este palomar muy peculiar y acaso único es de planta circular sin patio, en el centro de su tejado tiene una airosa torreta cuadrada de madera cubierta de tejadillo, con unas troneras de entrada abiertas en la madera.
   De los otros tres palomares que quedan en el pueblo, acaso sea este último por su buen enclave, el único que conserve alguna paloma, dado el gran bajón que ha sufrido esta especie en los últimos años.
 Varias han sido las causas de esto, pero creo que la principal es el uso indiscriminado de herbicidas en la agricultura que acabó con las malas hierbas como el “alberjón”, el “titón”, la “neguilla”, la avena loca y otras muchas. Como semillas silvestres que son para su perpetuación han desarrollado un sistema de germinación tan retardado que algunas pasan el año sin nacer.
  

 Por esta circunstancia a la paloma la servían de alimento durante casi todo el año pues el trigo, cebada y demás cereales y leguminosas germinan con las primeras lluvias del otoño. Sobre esto había una sentencia que decía:
                           
                            Tú me cebas Abril y Mayo

                            yo me cebaré todo el año.


 Otra de las causas es el poco respeto a la ley de la caza, no respetando la veda, ni la distancia de mil metros de protección del palomar. Por el gran precio de las palomas para el tiro de pichón, se han extendido los asaltos nocturnos que es aún más grave, por lo que muchos propietarios han optado por abandonar su conservación.
  En mis tiempos de mozuelo una panda de amigos salíamos a cazar casi en plan festivo, con unas escopetas compradas en las subastas después de la guerra, tan antiguas y mal conservadas, que muchas veces se negaban a disparar. Como la caza de la liebre y perdiz requería más concentración y afición que la nuestra, nos entreteníamos en correr detrás de los bandos de palomas, entonces muy abundantes, y la mayoría de las veces no éramos capaces de matar una sola paloma.
 A este animal, que por algo se llama “bravía”, la naturaleza la ha dotado de un oído especial y una vista tan penetrante y al menor atisbo de peligro se pone a salvo con su potente vuelo.
  

 Quisiera aclarar un error muy corriente en llamar zurita a esta paloma, que aunque son de un gran parecido tienen características y costumbres muy diferentes. La bravía nunca se posa en los árboles, como lo hacen la zurita y la torcaz y aquella tiene las patas casi rojas y el pico negro que no tienen estas.
  Las palomas mansas que huyen de las casas y se mezclan en los palomares con las bravías se las distingue perfectamente de estas, además del color, por la falta de rapidez en los reflejos y lentitud en el vuelo.
  Hasta que no tratas de acercarte a un bando de bravías, no percibes el instinto de conservación que estos animales tienen. Si logras colocarte en un buen sitio y esperas que se aproximen, es una gozada verlas extendidas por toda la tierra, buscando evidentemente las semillas en todas las direcciones, y si alguna se aproxima y advierte el peligro, levantando rápidamente la cabeza, emite un fuerte arrullo de aviso. La reacción del bando es tan instantánea que muchas veces no te daba tiempo de echar la escopeta a la cara y disparar.
  


 En este bravo animal hasta las hermosas plumas de su pechuga de color verde púrpura que emiten unos brillantes reflejos atornasolados, le sirven de coraza. La falta de experiencia y los nervios te hacía a veces tirarlas de cara aunque fuera de cerca y no lograbas más que una nube de plumas de su pechuga que quedaba flotando en el aire sin que lograras abatir a ninguna . La fuerte capa de espesas plumas las hace inexpugnables de frente, no así de culo o en vuelo, donde los perdigones encuentran el camino abierto entre las plumas o en las alas extendidas.
  Recuerdo un talud formado por las aguas, orientado al mediodía que nos servía de puesto de espera, calentados por el tibio sol invernal y en animada conversación mientras llegaban los bandos. Sobre este escondite había una planicie de terreno pedregoso, al que las palomas tienen mucha querencia, y casi todas las mañanas se posaban en el varios bandos. Sobre el talud habíamos montado con ramas y follaje un buen puesto de observación donde se apreciaban cómodamente todos sus movimientos.


  A pesar de todas estas chapuzas, por seguridad la pólvora siempre se echaba con una medida que yo sobrepasaba en algún cartucho destinado al escondite de marras, logrando matar alguna a 90 pasos. En una ocasión la escopeta que era de cierre abajo y malos enganches, forzada por el exceso de carga, cedió por el cierre y me puso la cara con el humo más negra que la de un minero.
  En una ocasión, cansados de correr infructuosamente detrás de los bandos, un compañero logró situarse detrás de un montón de abono y se le echó encima un bando muy grande. Desde largo los demás veíamos consternados como trataba de disparar dos o tres veces sin lograrlo y ciego de ira arrojó la escopeta contra el suelo lejos de sí.
   


Debo aclarar que esta escopeta era de las antiguas de “Remington” con un cierre parecido al de los rifles, y por su cierre medio fijo fallaba la mitad de las veces.

  Diré también que en esta panda de “cazoleros”, como en chunga nos llamábamos, iba un amigo cuyo padre tenía un buen palomar, que llevaba una escopeta de “rabillo de pistón” una variante moderna de las antiguas que se cargaban por la boca.

Esta ya gastaba cartuchos que tenían el pistón interior y para su percusión llevaba un rabillo exterior sobre el que golpeaba el gatillo.


 La presencia de familiares con palomares en estas cazatas puede pareceros contradictorio, pero no lo era debido a la vigilancia que ejercíamos con nuestra presencia en el campo sobre los cazadores veteranos que usaban otros métodos más expeditivos que nosotros, pues no nos acercábamos nunca a ningún palomar.
  Por otra parte nuestras capturas eran minúsculas comparadas con la gran cantidad de palomas que acudían de palomares, mucho más numerosas del sur de Campos. Cuando lográbamos dos palomas volvíamos a casa tan ufanos, compensándonos de los días que regresábamos con las manos vacías.
  Estas pocas piezas que lográbamos eran muy apreciadas por la familia en lo que equivalía a un extraordinario. Casi antes de ponerlo en la mesa el olor a paloma estofada que despedía el puchero de barro inundaba la casa, sobre todo cuando mi madre que fue siempre gran especialista en estofados, movía el puchero diestramente y le hacía un “hoyo” en el rescoldo que dejaba la paja quemada y ponía encima de él una cazuelita de barro con agua para que conservase el suficiente agua y no se quemara el guiso.
   

En la cena, después de un abundante primer plato se consumía el oloroso y exquisito estofado de esta ave maravillosa que os he descrito y que sigue siendo aún después de muerta.
  La decadencia de las palomas, ha sido acompañada por la casi decadencia en el campo de las muchas clases de pájaros como alondras, corresenderos, mirlos, trigueros, pajarotonas, mosquiteros, relinchones, picachopos, ruiseñores, pardillos y jilgueros, que aquí llamamos siete colores, y otras muchas más.
  Hasta los domésticos gorriones ha llegado la decadencia pues han mermado de tamaño y peso y me da que pensar que un ave que siempre ha vivido a expensas del hombre sirva de aviso de lo que nos puede pasar a nosotros.
 
  La nostalgia de aquellos tiempos quizá haya contribuido a la extensión de este comentario que quiero cerrar en positivo proponiendo alguna pequeña y escasa vana esperanza por poder frenar la inminente desaparición de estos palomares tan típicos y económicamente rentables entonces.
  En cuanto a la primer causa negativa parece ser que se están tomando medidas para prohibir los herbicidas tan perniciosos, que por su alta concentración y toxicidad destruyen toda clase de malas hierbas. También se quiere fomentar el uso obligatorio de herbicidas selectivos de menos concentración que los primeros pues su acción se centra en una sola planta.
  Si fuera posible habría que declarar estas zonas como Áreas Ambientales Sensibles para la conservación de los valores y usos agrícolas tradicionales, con ayudas generosas para la conservación y construcción de nuevos palomares.
  Por descontado que sería necesario cumplir a rajatabla la Ley de caza respetando todos la veda y distancias reglamentarias.
  Si con estas y otras muchas premisas que se podrían adoptar, poco a poco recuperando la permanencia de esta especie, acaso los pocos jóvenes que van quedando en los pueblos, consiguieran con ilusión seguir esta tradición. 
   




2 comentarios:

La utopía de Irma dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
avelina dijo...

¡Soberbia entrada, me ha encantado. Felicidades por tu blog! Besos
Avelina