viernes, 23 de octubre de 2009

ENTIERROS DE ANTES




El pasado veinte de Septiembre asistimos al entierro de mi querido consuegro Teodoro en su pueblo natal de Joarilla de las Matas (León).
Constituyó un acto multitudinario de dolor, por ser el finado muy conocido y apreciado en todos los pueblos limítrofes.


De San Miguel, por ser el pueblo de Paquita, esposa del finado, acudieron una gran mayoría de sus vecinos.
















Este acontecimiento me ha traído a la memoria la gran diferencia que he apreciado en los setenta años que llevo participando en estos actos.
El uso mayoritario del coche ha contribuido a que en los entierros actuales, en general ,se concentre gran multitud de gente que, sin tener una afinidad con el difunto, le gusta acompañar y de paso saludar a conocidos y amigos.
Esta buena costumbre, que contribuye a la unión de estos pueblos tan pequeños y distantes, sin embargo, a mi entender, también ha ocasionado que con la multitud se haya perdido el sentimiento familiar de recogimiento y dolor que antes tenía.
Las mujeres más allegadas al difunto no acudían al entierro, y se quedaban en casa donde recibían el pésame. El luto de entonces era muy riguroso. Las mujeres vestían totalmente de negro y los hombres corbata negra y una franja en la manga de la chaqueta.
















Las chicas jóvenes, a las que se hubiese muerto uno de sus padres, no pisaban el baile en más de un año y las bodas no se celebraban hasta pasados dos años.
El anuncio de la defunción, sin la ayuda del teléfono y los coches, tenía que hacerse por mandado personal. Para asistir a la ceremonia había que recorrer a pie o en caballería la distancia que a veces sobrepasaba los veinte kilómetros.
El finado salía siempre de su domicilio llevado a hombros por familiares y amigos hasta el cementerio, donde se le daba sepultura en una hoya previamente cavada.
Para que los familiares más directos no tuvieran que hacerla, siempre había vecinos o amigos de la familia que se encargaban de hacer esta ingrata labor. Una vez que la caja se colocaba en la hoya también se encargaban de cubrirla con tierra, procurando hacer con ella un pequeño montículo para que cuando mermara no bajara del nivel general del cementerio.
La costumbre de los panteones apenas existía y su generalización se ha puesto en boga a partir de los años setenta.
El velatorio actual en los tanatorios tiene mucho de reunión social y comodidad para la familia, pero acabó con la tradición de velar el cadáver durante toda la noche. Normalmente había vecinos que lo hacían a primera hora hasta las doce y otros madrugadores que cogían el relevo hasta que amanecía.
Nunca faltaba alguna vecina que se especializaba en tener un repertorio de advocaciones para encomendar el alma del difunto.
Había en Terradillos una mujer pariente nuestra llamada Bernardina que era verdaderamente una institución en este contorno de pueblos donde iba a rezar. Tenía tan amplio repertorio de jaculatorias que podía pasar una noche entera sin repetir ninguna.

Para que sus rezos no resultaran pesados, con mucha psicología, invitaba a los presentes a mantener una charla de los acontecimientos diarios. Entre estas pausas era costumbre repartir un vaso de vino a los presentes, labor que por desgracia, me tocó hacer en muchos velatorios. Los funerales se celebraban con toda solemnidad. Antes de la misase entonaban en el coro los Maitines en gregoriano con sus lecciones. Seguía la misa de Réquiem y al Ofertorio se acercaba una mesa con seis obladas de pan alumbradas por un cerillo y en el medio una jarra de vino que eran bendecidas por el celebrante.
Este ofrecimiento lo hice muchas veces ya que mis familiares mayores tenían defectos auditivos y no oían al celebrante.

En años anteriores a los cincuenta las familias más acomodadas tenían la costumbre de dar la llamada caridad en los entierros. Esta consistía en repartir a los asistentes al entierro picachos de pan,queso y vino con largueza (El picacho era la cuarta parte de un pan de medio kilo). Aprovechaban esta circunstancia todos los pobres que pedían limosna en toda la comarca, que estaban muy atentos a estas celebraciones.
Según contaba mi madre en años más atrás, en las caridades también se servían raciones de un cocido de legumbres y tocino.
Para los familiares que venían al entierro, algunos de muy lejos, la familia del finado les servía una comida o merienda reconfortante para que regresaran a sus casas.
En aquellos tiempos que no había Seguridad Social, la iniciativa solidaria de los pudientes quería remediar algo la extrema necesidad en que vivía mucha gente.

Aseverando esto os puedo contar que en la iglesia de San Nicolás hubo una caja mortuoria que servía para llevar los cadáveres al cementerio de todos los más pobres que no tenían para comprarla.También servía en caso de fallecimiento de algún mendicante que, por desgracia, abundaban.














Tal vez a los jóvenes les parezca muy exagerado, pero deben entender que entonces no había jubilación ni sanidad para todos, la mayoría trabajaban hasta el día de su muerte para lograr, a duras penas, subsistir.
No era ciertamente muy agradable ver enterrar a una pobre viuda en la santa tierra, sin el abrigo de una caja, espectáculo que no recomiendo a nadie.
Estos privilegios de que disfrutamos hoy, debemos procurar no abusar de ellos y sentirnos orgullosos de tenerlos.

El Sr Obama,presidente de la nación más poderosa de la tierra, está luchando por conseguir nuestra sanidad universal, frente a los grandes intereses de las compañías aseguradoras, que dejan sin protección a un cuarto de su población.

En contraste con esto último debemos aplicar el sabio refrán que dice:"De lo que no cuesta se llena la cesta” referido a la opinión cada vez más generalizada que comparto para cortar el derroche de medicamentos, que actualmente convierten nuestras casas en botiquines. Acaso esta tendencia se podría enmendar algo, pagando el usuario aunque sólo fuera el uno por ciento de su importe

2 comentarios:

Angel dijo...

Muchas gracias por compartir su blog con todos nosotros. He encontrado el blog a traves de la pagina de german vaquero, y solo puedo felicitarle por el gran trabajo y desinteresado de su blog.

Un placer leer su blog.

Angel Garcia Moral ç
Sahagún

Maripaz dijo...

Modesto, que bonito homenaje a Teodoro.

Muy interesante lo que cuentas de los entierros de ántes.

Un abrazo para los dos