viernes, 7 de octubre de 2011

RECORTES Y...RECORTES




















Como esto de los recortes está de moda y todos los cauces mediáticos nos bombardean día y noche con ellos, quisiera hacer una comparación de esta palabreja, que ha tenido a lo largo de mi vida significados muy diferentes.
Recuerdo con nostalgia, no exenta de ternura, los "recortes" que mi abuela Nicasia me daba, cuando se disponía a meter los quesos en salmuera y lavar el cincho para el día siguiente.












El cincho de esparto ha sido durante muchos años usado para la fabricación del queso, especialmente el doméstico.



















En él se introduce la cuajada cruda de leche de oveja, que después de escurrido en una bolsa y oprimido manualmente en el cincho, pasaba a la prensa o a recibir el peso directo de una buena piedra, que iban sacando los últimos residuos del suero.
Con esta presión una pequeña parte de la cuajada se escapaba por entre el cincho y la tabla que lo cubría, quedando adherido al queso un pequeño borde que había que quitar para la buena imagen de este y su manipulación posterior, como la salmuera y el secado.
Cuando coincidía que no estaba en casa, mi abuela siempre me guardaba estos recortes, pero cuando lo podía presenciar, creo que para aumentar mis reflejos, me mandaba que les fuera recogiendo en el aire según ella les iba recortando y me regañaba si alguno caía al suelo.
Como véis que grandes lecciones de enseñanza y cariño nos daban nuestros mayores, para que aprendiéramos a comportarnos en la vida, y que pasados los años se aprecian en toda su grandeza.
La palabra recorte, como habéis podido apreciar, siempre significa quitar lo que sobra en cualquier orden de la vida.
A este sobrante nocivo, a mi entender, se ha llegado por el afán de ayudar a nuestros familiares o amigos para obtener puestos de relevancia. Con este fin se han duplicado las plazas y destinos de manera incontrolada y el pago de estas nóminas gravitan sobre los presupuestos de una manera muy difícil de asumir en estos tiempos de crisis.
Esta tendencia natural de huir del trabajo y pasar la vida lo más cómoda posible, se ha puesto en evidencia a lo largo de muchas generaciones desde la más remota antigüedad.
La historia nos demuestra que las civilizaciones egipcia y griega fueron grandes en lo que duró su espíritu de trabajo y superación, decayendo cuando esto faltó.
En años más próximos, el Imperio Romano logró hacerse el amo del mundo, pero cuando las intrigas de sus gobernantes pretendían vivir todos del cuento, llegaron cuatro desarrapados, llamados los Bárbaros del Norte, que montaban los caballos a pelo, y sin más armas que su espíritu indomable de progresar, lograron desmontar al gran Imperio.
Y así podríamos seguir la historia hasta nuestros días. Para mi fue siempre un misterio cómo una nación tan poderosa como Estados Unidos tuviera una deuda astronómica y no tratara de aminorarla.


















Con la quiebra de uno de sus grandes bancos, se originó la crisis mundial que padecemos y han tenido que recortar drástricamente los gastos, incluido el de los vuelos espaciales, que fueron siempre su gran orgullo.
Acaso mi espíritu castellano de ahorrar me impida comprender cómo cualquier nación pretenda progresar endeudándose, pues el pago de intereses se lleva una buena parte del esfuerzo colectivo.
Este problema también existía en estos pueblos, pues conocí a labradores que malgastaron su vida trabajando en este rudo oficio y no fueron capaces de desempeñarse.
Siempre tuve presente el sabio consejo de mi madre cuando decía: Empeñarse era igual a sentar todos los días un molesto invitado a la mesa.
Con estas reflexiones tan radicales puede parecer, especialmente a los jóvenes que soy enemigo acérrimo del crédito. Nada más lejos de mi ánimo pues comprendo que siendo bien administrado es la savia que sostiene a muchas empresas y, que según esta montada la vida, parece imprescindible.








Vana pretensión la mía en lograr que esta inclinación de la gente por alargar el brazo más que la manga tenga un punto de equilibrio para el bien de todos.

1 comentario:

Maripaz dijo...

Modesto, me gusta acercarme a este rincón tuyo, porque aprendo de tu sabiduria.
Despues de haber visto esos rincones de tu casa y algunos de los enseres, tus escritos adquieren mas vida.