A media mañana del 20-7-2012
pasaron por esta iglesia dos peregrinos que formaban el matrimonio de María, de
Argentina y José de Puerto Rico. Después de sacar fotos de las imágenes de la
iglesia y un rato de oración, se explicaron con su deje simpático de hispanoamericanos.
Comentaron que les gustaban las
iglesias pequeñas pero bien cuidadas como esta y el Santo más conocido de ellos
era San Roque. Les pareció bien la imagen de San Isidro con la yunta de bueyes
conducido por el ángel.
María traía una memoria
electrónica de los edificios del Camino de Santiago en el que figuraba esta
iglesia construida entre los siglos XVI y XVII de estilo mozárabe.
Explicaron que a pesar de las
distancias geográficas de sus naciones respectivas, el origen común de sus
pobladores fueron los españoles. José decía con gracia y en plan de chufla, que
en Puerto Rico mataron a los indios para quedarse solos. Su cercanía con
los Estados Unidos había hecho que cayeran en su influencia.
Copiaron la dirección de mi blog
en la nota de la puerta y marcharon derrochando su gracejo especial del que
hacen gala, que completa muy bien nuestra manera de expresarnos.
Luego pasaron dos portugueses que
para adaptar sus nombres a nuestro idioma se llamaban Pancho y Nacho. Me
preguntaron lo de siempre, que si vivíamos alguno en las cuevas de la entrada. Un
poco contrariado les dije que eran bodegas para conservar el vino, y en una de
ellas se había hecho un moderno restaurante.
No les faltaba razón cuando
opinaban que debíamos embellecer las casas por fuera, pues por dentro ya sabían
que eran muy confortables y bonitas.
Del Camino de Santiago opinaban
que con su ruta de Este a Oeste contribuyera a que la expansión árabe tuviera
este muro de contención.
Teresa Herrero, valenciana, se
sentía muy cansada a pesar de que empezó el Camino en Frómista. Según la habían
dicho, las primeras etapas había que tomarlas con calma. A pesar de ser sólo
medio día no sabia si quedarse en el albergue San Bruno o seguir hasta San
Nicolás.
Llegaron más tarde un grupo de 7
ciclistas franceses muy jóvenes que traían entre ellos una algarabía propia de
su edad. Como niños me pidieron que les pusiera el sello en sus brazos y manos.
Con el bureo que formaron no pude sacarles una foto de conjunto.
Esta espera tiene dos vertientes,
a veces te aburres porque no pasa nadie y en otras te ves desbordado, pues no
puedes atender a todos los que llegan a la vez, con el inconveniente de no
entender sus idiomas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario