lunes, 7 de septiembre de 2009

RECUERDOS DE NUESTROS TÍOS DEMETRIO Y SIMPLICIA

















Con ocasión de comentar las muchas cualidades que tenía mi abuela Patricia, olvidé una muy importante, como fue su deseo ferviente de ver a su querido hijo Demetrio emigrado a la Argentina.
Varias veces se lo expresó en sus cartas, pero mi tío como buen hijo, siempre la daba largas cariñosas, para no quitarla su ilusión.
Difícil tenía la vuelta a España, pues en el tiempo de la dictadura podría haber incurrido en el delito de deserción, que llevaba aparejado castigos ejemplares.
Para entender mejor esto tenemos que remontarnos al año que mi tío entró en quinta. Como entonces debía sobrar gente para el Servicio Militar, asignaban un cupo de excedentes.
Este cupo favorecía a los que teniendo un buen nivel económico, pagaban una cota y quedaban exentos del Servicio. En el caso de mi tío Demetrio coincidió esta circunstancia con otra que le indignaba sobremanera. Tener que hacer la mili en lugar de otro quinto que era corto de talla, así llamados los que no sobrepasaban el metro y medio de altura.
Esta circunstancia fue la que le impulsó a realizar la idea de emigrar, pues según mi abuela, se obsesionaba con decir que no estaba dispuesto a ir a la mili por ningún corto.
Con mucha determinación y pocos medios estuvo trabajando en casa de un comerciante de paños que tenía familia en San Nicolás y regentaba un buen comercio en Oviedo llamado Germán.
Cuando logró algún dinero, se enroló en un buque mercante en el que hizo la travesía hasta Buenos Aires, donde empezó su nueva vida.
Grande sin duda sería el apoyo emocional que le deparó encontrarse con una chica llamada Simplicia también emigrante, que procedía de un pueblo cercano al suyo llamado Celada, con la que se casó y tuvo sus cinco hijos.





























Para los jóvenes quisiera explicarles el ambiente que existía tanto en San Nicolás como en Celada. Eran estos pueblos de labradores de pequeñas propiedades que malamente sacaban de la tierra lo suficiente para subsistir.
Entre estos pueblos limítrofes existió siempre cierta picadilla, que en el mejor de los casos se limitaba a poner apodos criticando algún defecto. En el caso de San Nicolás donde yo nací nos llamaban “raposos”, por el carácter introvertido que dicen que teníamos y a los de Moratinos donde me casé les llamaban “canónigos” por ser más extrovertidos.
En el caso de Celada, pueblo también muy pequeño, se da la circunstancia de que están tres pueblos tan cerca que en las mañanas planas se pueden oír cantar los gallos del uno al otro pueblo.
Aquí tampoco podía faltar la tradición de motejar expresando la situación económica de cada uno, según su posición en un pequeño valle afluente del Valderaduey. Sotillo está junto a este río. Joara a quinientos metros y Celada a un kilómetro más arriba.
Muy tradicional era la cantinela puesta simbólicamente en el canto de los gallos. Los de Celada dicen que cantaban “NECESIDAAAD, los de Joara “NO TAAANTA” y los de Sotillo “JODERSE, QUE TENGO EL PAPO LLENO”
Si he contado esta anécdota ha sido para expresar el ambiente reinante en pueblos pequeños, agravado en este caso por la cercanía.
Durante la escasez que sufrimos después de la guerra civil, mi tío Demetrio nos mandaba unos grandes fardos de acaso un metro cúbico, con toda clase de tejidos, confecciones, prendas de naylon que por aquí apenas había, colecciones de carretes de hilo y un sin fin de cosas que el pensaba que nos serían útiles.
Y efectivamente en el primer envío, que llegó un poco saqueado, se aprovecharon varias prendas casi como nuevas, que en aquellos tiempos de escasez se aprovechaba todo.
El segundo envío llegó casi desvalijado, en vista de lo cual mi padre le dijo que no mandara más, ya que su buena intención la frustraban los diferentes medios de transporte por los que debían pasar estos envíos tan lejanos.
En el año 1940 nos mandó una foto con los siete miembros de su familia, dedicada cariñosamente a su hermano Timoteo. En ella dice: “Dedicado a mi querido hermano Timoteo, en prueba de cariño. Tu hermano Demetrio Celada. 28/8/1940 República Argentina.”



















De gran alegría y comentarios nos sirvió esta foto, pues comprobamos que en esta familia como la nuestra abundan las mujeres. En la de mi padre cinco mujeres y un varón y en la de mi tío casi empatamos, cuatro mujeres y un varón.
También pudimos apreciar el gran parecido de sus hijas con las de tía Eusebia y Victorina, hermanas de mi tío Demetrio. También su parecido al de mi padre, con aspecto más cuidado por no haber trabajado en el campo, como lo hizo mi buen padre.
Pero lo que más nos impactó fue el gran parecido de mi tía Simplicia con su hermana Fausta, cosa por otra parte muy natural, pues los genes de las familias no entienden de distancias ni de océanos, manteniéndose indelebles en lo que duren nuestras vidas.
La familia que aquí formó esta hermana también fue numerosa y coetánea de la nuestra, teniendo que afrontar también la etapa más difícil pasada la guerra civil.
Dios aprieta pero no ahoga y en el presente estas familias numerosas son motivo de orgullo para todos sus componentes, pudiendo disfrutar del apoyo de los hermanos con los que los que se creció y se pasaron los mejores años de la niñez, que se recuerdan con nostalgia y cariño.

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