sábado, 14 de noviembre de 2009

OTRAS FIESTAS DE SAHAGÚN
















El día 28 de Octubre se sigue celebrando la feria de San Simón,que con el paso de los años ha cambiado bastante. En los años del 40 al 70 era una feria al uso de las de esta comarca, con concurrencia de ganado mular y vacuno en la plaza y aledaños en que actualmente se levanta la Formación Profesional. También muy concurrida era la del ganado lanar, por ser la época de vender el deshecho de las ovejas viejas y los corderos ya mayorespara el sacrificio. Acudían también los pastores con buenos lotes de cencerras de diferentes tonos, que hacían sonar para que el comprador probara la calidad y sonido de cada una, formándose como un concierto cencerril.
Esta feria de San Simón también se ha denominado la de los pavos, porque a ella acudían buenos lotes de ellos. Eran cebados casi a mano desde pequeños y luego echados a pacer como verdaderos rebaños, en los rastrojos de los pueblos de páramo limítrofes a Sahagún.






El tiempo que trascurre desde esta feria a la Navidad es el justo para darles una alimentación especialmente diseñada para su engorde y sacrificio en las fiestas navideñas.







Al faltar esta crianza se pasó a denominarse la feria de los puerros, cuyo cultivo en la vega del Cea está por estas fechas en la óptima sazón para recogerlos.


















Podéis comprobar que el paso de los años ha ido dando a esta antigua feria diferentes nombres, según los productos que en ella sevendían.

Actualmente lo más importante de ella es la exposición de maquinaria agrícola que se instala en los aledaños del palacio de los deportes.
También estas ferias tenían su lado lúdico, pues alguna compañía de teatro montaba su teatro portátil en la plaza de San Lorenzo. Casi con el mismo elenco de actores que tenían en Madrid, representaban las obras más clásicas de nuestro teatro, de autores españoles y extranjeros. Como muchos padres iban acompañados de sus hijos, para que a estos les resultara más ameno, empezaban con un sainete cómico que distendía el ambiente. Seguían con la obra principal, que podía ser comedia de fondo, de enredo o tragicomedia. Si era buena obra te hacía pensar cuando salías, que es el mayor misterio del teatro. Y para terminar, dando satisfacción a la mucha gente joven que también asistía, casi con los mismos actores pero con diferente indumentaria, organizaban como una revista musical muy animada yvistosa. Un recital de las canciones más modernas servía de fin defiesta.
Con este espectáculo tan variado la gente salía satisfecha de haber pasado más de dos horas olvidándose de los problemas diarios. Con estos alicientes acudía la gente de los pueblos cercanos, que junto a los de Sahagún mantenían estas compañías teatrales, a veces hasta una semana con dos sesiones diarias.
Otro espectáculo que se daba con frecuencia era el circo. En aquella su época dorada en que había varios recorriendo toda España, alguno hacía alto en Sahagún por pocos días. Gran expectación promovía en toda la región la llegada del circo, anunciado de antemano con una propaganda rumbosa y colorista.
En aquellos años que no había televisión, internet ni consolas de juegos, el espectáculo tan variado del circo gustaba a todos. Traían un buen repertorio de payasos, en algunos casos de fama internacional como Charlie River que sin decir una sola palabra y valiéndose solamente de una silla, emitía solo como un aullido que hacía destornillarse al público.





















Gustaban mucho los equilibristas y gimnastas con sus demostracionesde destreza y fuerza. Un buen parque de elefantes, caballos, perros y otros muchos animales servían para lucimiento de sus domadores, que hacían con ellos cosas inverosímiles y de mucho peligro.
Muy espectacular era también la actuación de los trapecistas que a la altura de las lonas del techo realizaban ejercicios muy arriesgados. Uno de ellos era el llamado triple salto mortal, que no todos los trapecistas se arriesgaban a hacer. Lo realizaban dos trapecistas de cualidades diferentes. El llamado portor o recibidor tenía unos brazos muy desarrollados y potentes y unas piernas en consonancia para agarrarlas al trapecio y aguantar el empuje de los dos saltadores. El otro compañero de salto era de complexión física más liviana que favorecía su gran agilidad y rapidez de movimientos. Puestos en dos trapecios frente a frente, iniciaban unos vaivenes de ensayo acompasados, poniéndose el recibidor boca abajo y con los brazos extendidos en actitud receptiva. El volador de pie bamboleándose sobre el trapecio, aguardaba la orden seca de su compañero girando tres veces seguidas sobre si mismo, agarrándose a los brazos firmes de su compañero. De la fuerte inercia que un cuerpo humano girando rápido en el espacio llega a alcanzar, lo demostraba el fuerte chasquido que se escuchaba cuando las manos del lanzado chocaban con los brazos del que recibía, resbalando hasta las manos que unidas aguantaban el empuje del salto. Con un balanceo muy vistoso soltaban las manos y el lanzador egresaba a su trapecio.
Si he detallado tanto este salto ha sido por la nostalgia que sentí este último San Antolín en Palencia, cuando siguiendo la tradición asistí a una pobre exhibición de circo. Cuando entras sientes una sensación de vacío, pues estaba ocupado acaso por menos de un tercio de las localidades. Esta falta de público, debido principalmente a los inventos modernos que ya dije, es lo que hace presagiar desgraciadamente el final del circo.

Un grupo de payasos intentaba hacer reír a la mayoría del público formado por niños. En la exhibición de animales se echó en falta a los grandes protagonistas de la emoción como leones, tigres y demás fieras, limitándose a una exhibiciones con poco gancho de elefantes y caballos amaestrados. Pero donde se notó más el bajón fue en los trapecistas, que rodeados de redes de seguridad por todas partes, privan al público de la emoción de este espectáculo. Vistos desde abajo parecía que estaban actuando dentro de una jaula, como los domadores de antes, realizando varios ejercicios y un protocolario doble salto mortal.

Hablando de redes de seguridad me vino a la memoria la singular Pinito del Oro, que también actuó en Sahagún, instalando su gran circo en la era-solar que hoy ocupa la telefónica y casas adyacentes. Esta gran trapecista de fama mundial no usaba ninguna red de protección. Como ayuda, que creo era más psicológica que efectiva, confiaba en que su marido desde el suelo siguiera sus evoluciones, para que en caso de fallo pudiese amortiguar la caída recibiéndola en sus brazos. Esta arriesgada técnica demostró tener poca efectividad, pues en los tres casos de fallo sólo en uno pudo hacer algo su marido que salió también lesionado y en las dos restantes sufrió gravísimas lesiones, que sólo con su voluntad indomable supo sobreponerse y volver a actuar. Daba vértigo y escalofrío verla actuar en las alturas en toda clase de posiciones en el trapecio. Era tal su dominio que pisaba en él, sin valerse de las manos, como si pisara en tierra firme, lo mismo en vertical que invertida apoyada en su cabeza. Pero el ejercicio que más emocionaba al público era cuando apoyaba solamente dos patas de una silla sobre el trapecio. Sentada sobre ella iniciaba, en el más difícil equilibrio, unos vaivenes con los que llegaba a tocar la lona del techo.


Como podéis ver por Sahagún pasaban los principales espectáculos que entonces había en España. Para lograr su continuidad el público tenía a gala asistir a todos ellos

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