viernes, 9 de abril de 2010

APUNTES DE MIS JUEGOS INFANTILES Y LOS DE MI GENERACIÓN

Mucho temo que en estas notas repita algo de lo que puse en mi libro y que ahora estoy escribiendo en el blog que actualmente publico en internet. Intentaré escudriñar en mi memoria para recordar las diferentes fases de mi vida, que el tiempo se encarga de poner al día, procurando resulten algo interesantes.
El 12 de febrero de 1927 nací en una familia de labradores con otras cinco hermanas con las cuales compartí, acaso la época más feliz de nuestra existencia, que es la niñez. En San Nicolás, mi pueblo, había entonces un numeroso grupo de chiguitos de ambos sexos, que contribuían a animar al pueblo con nuestra vitalidad y alboroto, que siempre se forma alrededor de los juegos infantiles.
Con la perspectiva que dan los años se aprecia el enorme cambio que se ha producido en las costumbres y modos de vida, que el avance tecnológico ha impuesto en todos los órdenes.
En aquella época, donde los recursos económicos escaseaban, la necesidad de divertirse espoleaba la imaginación para hacerlo con los medios escasos que teníamos a nuestro alcance.
















CORRER EL ARO



Con un simple aro de hierro procedente de las cubas viejas que se estropeaban y una alambre fuerte doblada a la punta en forma de gancho invertido, al que llamábamos guía, hacíamos competiciones para ver quien corría más con él, o daba la vuelta a las esquinas con más dominio para rodar el aro. Particularmente en los días fríos nos servía para entrar en calor y ponernos la cara roja como un tomate.














ANDAR EN ZANCOS





Si el juego del aro nos servía para hacer pruebas de velocidad y maña, en este de los zancos primaba el equilibrio. Cuando los mayores podaban algún chopo o en el voto villa que se celebraba en San Nicolás el día 1 de Marzo, día del Ángel de la Guarda, se hacía una plantación comunitaria. Nosotros siempre estábamos atentos a coger de la ramuja cortada aquellos tallos que tuvieran una horcadilla lo más abierta posible. Cortábamos uno de los tallos a la medida de nuestra cadera contando desde la horquilla. Para que esta sirviera de apoyo para nuestros pies se cortaba el otro tallo un trozo como de una cuarta. El grueso del tallo que confrontaba con el de la cadera, se cortaba a una altura que calculábamos en dos o tres cuartas, según nuestras actitudes de equilibristas. Apoyándonos en una pared poníamos los pies en cada una de las horquillas y se echaba a andar sobre los zancos, que si eran muy elevados te cansabas pronto de guardar el equilibrio y la caída al suelo estaba asegurada. Esta nunca era grave pues al verte en apuros soltabas el zanco y caías sobre tus pies.
















PATINANDO SOBRE HIELO




Cuando en el crudo invierno bajaban las temperaturas y se helaban algunas charcas o arroyos, se formaban verdaderas competiciones de patinajes sobre hielo. Recuerdo con cierta envidia lo bien que patinaban los pastores jóvenes sobre el piso de madera que tienen sus chóclos. Como el tiempo era frío no se quitaban los zajones que con su lana hacia fuera les libraba de rozarse en las rodillas en las caídas, cosa muy corriente y dolorosa que nos ocurría a los que gastábamos pantalón corto o normal.
También teníamos la desventaja que los zapatos que gastábamos tenían el piso de goma o suela, que se deslizaban bastante peor que los de madera.













LA CAMOSTRA







Este juego se hacia con cartones, que eran las tapas de las cajas de cerillas, tenían gran aceptación entre nosotros, que llevábamos a organizar un mercado de ello. Como todo mercado que se precie su precio oscilaba según la mayor o menor oferta. El precio normal de cien cartones era el de cinco céntimos de peseta, llegando en tiempos de mucha oferta a comprar ciento veinte cartones por el mismo importe.
Con un buen puñado de ellos nos juntábamos hasta seis jugadores y marcábamos en la pared de adobe capeada de barro una raya como de un metro horizontal al suelo, que indicaba donde había que golpear el cartón antes de caer libremente al suelo. Este juego se llamaba la camostra por la gran cantidad de cartones que quedaban esparcidos por el suelo hasta que alguno de los jugadores se hubiera quedado sin cartones. Se pasaba entonces a la segunda fase que consistía en medir escrupulosamente con una paja o un palo el cartón que hubiera caído más cerca de la pared cuyo dueño jugaba en primer lugar y los restantes seguían en orden a la mayor distancia de la pared. El primero cogía todos los cartones del suelo y colocándoles bien los lanzaba contra la pared y todos los que cayeran con la cara impresa hacia arriba eran de él, siguiendo tirando los restantes jugadores con los que habían caído con la cara no impresa que llamábamos lisa.



E L P I T O

Este era un trozo de madera dura de unos diez centímetros que terminaba en punta por ambos lados. Los jugadores llevaban una maza de tabla con la que al darle de canto sobre uno de sus picos hacía saltar a este a buena altura, para darle con la maza en dirección a un círculo donde estaban metidos los demás jugadores. Si estos lograban repeler el pito para que no cayese dentro del círculo seguía jugando el mismo, pero si alguno lograba darle fuera este pasaba a lanzar de nuevo.



JUEGOS DE IMITACIÓN

En aquellos años cuarenta tener una bicicleta era el sueño dorado de cualquier chiguito. Con imaginación se suplía la falta jugando con las ruedas de las maquinas aventadoras que se usaban en las eras, se preparaba un palo de unas tres cuartas de largo que se metía por el hueco de las ruedas y estribando las manos en cada extremo, corríamos con ellas haciendo vaivenes parecidos a los que veíamos hacer con el manillar de las pocas bicicletas que había. Otro juego de imitación lo hacíamos con una simple caja de zapatillas a la que se ataba una cuerda, llenábamos la caja de tierra y tirábamos de ella por un camino que era accidentado o nos loi maginábamos. En las subidas imitábamos el ruido de los motores al acelerar y en las bajadas el chirrear de los frenos.


LA BUFADERA

Era un juego más reposado que consistía en agujerear un trozo de madera fina con dos taladros poco separados y pasar por ellos una cuerda de trenzado de lana que se ataba en los extremos. Se metían los dedos por cada lado de la tabla a la que se hacía girar unas vueltas para que cogiera el primer impulso, que se aprovechaba dando tirones alternativos que la hacían girar a tal velocidad que emitía un bufido intermitente y de ahí proviene su nombre.


LA PERINDOLA
Es un juguete de mesa que gira sobre su punta cuando se le da impulso con los dedos en un manguito que lleva en su parte superior.Bajo él tiene cuatro caras en la que se marcan cuatro letras, en una llevaba la S que indica poder sacar lo que has apostado, la P que tienes que poner lo que apuestas, la D que tienes que dejarlo todo según está y la mejor era la T que indicaba que ganabas todo lo que se jugaba.













EL HOYO




A este juego le viene el nombre de un pequeño hoyo no muy ancho que había que hacer en el suelo. Los jugadores podían tener canicas, que entonces escaseaban y a falta de ellas podían valer garbanzos,pepitas de aceitunas o simples piedrecillas lo más redondas posible. Desde una raya establecida previamente se tiraba a ver quien dejaba la piedra más cerca del hoyo. Este empezaba a jugar poniendo la uña del dedo pulgar frente a la piedra, la daba un primer impulso hacia el hoyo al tiempo que decía, Úñala al segundo Escarla y al tercero Embócatela. Las piedras que lograra meter en el hoyo con estos tres golpes eran suyas, si fallaba seguía el turno a otro jugador, siempre en orden a la mayor aproximación al hoyo.












JUGAR AL CASTRO O AL PINPIRICOJO





Para este juego no se necesitaba más que un pequeño trozo de teja.Con su lado más vivo se trazaba sobre el suelo un conjunto de cuadros contiguos para con una pierna levantada ir pasando la teja de un cuadro al otro empujándola solo con la pierna que fijaba en el suelo. Las formas que se hacían con los cuadros eran muy variadas. Cuando se hacía la forma de un aeroplano tomaba este nombre el juego. Se usaba también la forma rectangular, cuadrada y de romboide. El que ganaba el primer juego llevaba la ventaja de que marcaba con una cruz un cuadro que ya no podrían pisar los otros jugadores teniendo que dar un buen salto para pasarle, que muchas veces forzaba a poner los dos pies en tierra y por tanto perder.











JUGAR AL CORRO


Estos eran muy numerosos y todos consistían en agarrarse las manosy formar un circulo que iba dando vueltas al ritmo de la canción, que era el motivo principal del juego. Entre muchas recuerdo esta.Que hermoso pelo tiene carabí ¿Quién se lo peinará?carabí urí, carabí urá.Se lo peina su tía carabí Con peine de cristal carabí urí, carabí urá.Elisa ya se ha muerto carabí.La llevan a enterrar carabí urí, carabí urá Encima de la caja carabí .Un pajarito va carabí urí carabí urá .Cantando el pío pío carabí cantando el pío pa carabí urí carabí urá.







CARRERAS DE SACOS


Esta prueba era la más socorrida en todas las fiestas de pueblos o reuniones de jóvenes. Consiste en meter las dos piernas en un saco del os que se usaban para el trasporte de grano, e intentar llegarc orriendo el primero a una meta establecida. Al querer forzar la marcha las caídas eran espectaculares,produciendo la risa en los espectadores. En alguna ocasión ganaba el que lo tomaba con calma y no se caía en el recorrido.

MORDER LA NARANJA
Esta prueba consistía en morder una naranja que estaba flotando en un recipiente de agua. Como la densidad de la naranja debe ser casi igual al del agua, tan pronto la tocabas con los dientes se sumergía y con la ilusión de cogerla sumergías la cabeza un largo rato sin resultado y tenías que sacarla medio asfixiado por falta de oxigeno.
COGER LA MONEDA
Prueba muy divertida que consistía en poner una moneda pegada al culo de una sartén, previamente bien tiznada de hollín. Se colgaba la sartén por su mango con una cuerda a la altura del jugador. La prueba consistía que este lograra con los dientes morder la moneda. Cosa muy difícil pues las narices tocaban antes que los dientes y desplazaba a la sartén, lo que si se lograba con creces era poner las narices y el rostro bien tiznado, que era lo que se pretendía para hacer reír a la gente. Sería muy prolijo y un tanto pesado relatar los mil y un juegosque la imaginación fecunda de la juventud estaba siempre dispuesta a inventar

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