Por encargo de mi esposa
y por ella dedicado
a la gran mujer que lleva
el simple nombre de Zana.
Prudenciana la pusieron
en el bautismo a la usanza
que si tuvo otras virtudes
en prudencia, muy sobrada.
Su vida no ha sido fácil
pues aunque pronto casó,
en desgraciado accidente
a su marido perdió.
El hijo del matrimonio
que crió con mucho esmero
otro fatal accidente
la dejó sin él de nuevo.
Todos estos sinsabores
no domaron su carácter
y con nuevo matrimonio
supo salir adelante.
Como premio a su constancia
dos hijos también tuvieron
y su presencia alegró
todos los malos recuerdos.
Como herencia de su madre
fue una excelente artesana
pues sus dulces y rosquillas
de mucha fama gozaban.
Con mucho valor y aplomo
viuda está en este momento
esperando la visita
de sus hijos y sus nietos.
A los nuevos matrimonios
les puede servir de ejemplo
pues aunque mucho ha cambiado
lo esencial es el afecto.
Como la vida de Zana
otros casos contaría
de mujeres laboriosas
y de importante valía.
No hay clínica ni hospital
que funcione bien sin ellas;
primordial en su trabajo
como médicos o enfermeras
Tampoco en el Ejército
les ponen ningún reparo:
pueden llegar a general,
jefe, oficial o soldado.
Aunque mande mucho fuera
se la olvida pronto en casa
y atiende a su familia
como cualquier ciudadana.
En la enseñanza también
puede ser la gran experta
de ministra o directora
y de inspectora o maestra.
En toda profesión u oficio
demuestran su competencia:
que los hombres no coartemos
con nuestra opinión y fuerza.
Siempre ha habido y habrá
mujeres que como Zana
merezcan nuestro respeto
¡recia mujer castellana!
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