Por esta causa, cuando entablas conversación con una persona, se sienten libres mutuamente para expresar sus sentimientos como dicte su conciencia, sin las trabas que muchas veces te impone el paisanaje, liberándonos del apretado corsé que nos impone el no decir lo que pensamos, y ser esclavos de la mordaza que nos impone ser políticamente correctos.
Dividiré estas semblanzas en tres partes, casados, viudos y solteros y aunque podría poner nombres personales y lugares de origen,me abstendré de ello por respeto personal y tener más libertad para expresar mejor mi opinión.
Empezaré por un matrimonio que aparentemente daba la impresión de estar reñidos, pues se dirigían unos insultos de grueso calibre que no debo transcribir, por lo que quedamos extrañados de semejante conducta.
Con el paso de los días esta pareja se nos fue haciendo próxima y pudimos apreciar que los insultos no eran más que la tapadera con la que pretendían disimular el afecto mutuo que se profesaron en los cincuenta y tantos años de matrimonio y en la crianza comprometida de sus hijos.
Y como en toda relación humana lo que cuenta son los hechos y no las palabras, pudimos apreciar en él un acompañamiento constante en las múltiples "correrías" que la mujer hacía a todos los baratillos y tiendas, cargando con paciencia las compras, aunque estuvieran a grandes distancias.
Como llegamos a intimar bastante, un buen día ella nos contó que, para que la caminata no le fuera tan pesada, algunos días le proponía que entrara en un bar para echar un vaso.
Este detalle nos confirmó lo evidente, pues a pesar de que todos los días le estaba regañando por su afición a los bares, comprendía su necesidad y no la importaba que de cuando en cuando la satisficiera. Esta contradicción aparente nos demuestra que todo matrimonio duradero está basado en las renuncias mutuas que consolidan la vida en común.
Hay otros muchos matrimonios que no llegan al grado de insultos del anterior, pero sí a un toma y daca sobre las costumbres del otro cónyuge.
Pero la realidad se impone en muchas ocasiones, como la paciente espera de los esposos aguardando a la puerta del establecimiento comercial a que sus mujeres disfruten revolviendo montones de prendas buscando no sé si la ganga o el deseo que todas tienen por comprar.
1 comentario:
Modesto, me ha encantado la semblanza que has puesto de los jubilados. Es muy interesante la visión que muestras. Se nota que te mueves como pez en el agua, temas.
Un abrazo para Raquel y para tí.
Maripaz
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