domingo, 13 de diciembre de 2009

NUESTRA PRIMA ANGÉLICA







Dentro de mi blog, y en capítulo aparte, ya relaté los recuerdos que tenía de mi tío Demetrio. Al saber que una de sus hijas, Angélica, vivía en Buenos Aires traté de contactar con ella por teléfono.
Al haber pasado la mayoría de su vida en esta ciudad comprendía las dificultades que tendríamos para ir a su lejana casa, pues vive en la calle Rivadavia. Convinimos que ella vendría a visitarnos al hotel, cosa que agradecimos sobremanera.
A la hora convenida bajamos al hall del hotel para recibirla.Como en la mayoría de los hoteles este espacio está siempre muy concurrido por la cantidad de gente que sale y entra constantemente. Como estábamos expectantes por conocer a este familiar teníamos la vista fija en la entrada.
Cuando vi entrar a una señora de su edad me dio como un pálpito de que era ella y levantándome resueltamente fui hacia ella y con el cruce de nuestras miradas nos vastó para fundirnos en un estrecho abrazo.

¡Que instinto tan maravilloso ha puesto la naturaleza en nuestra mente para reconocer rápidamente a los miembros de nuestra familia! No sabría explicaros este repente que tuve pero en este caso mi presunción no falló.

Saludada por Raquel efusivamente, para poder hablar con más comodidad buscamos un sitio silencioso de la cafetería y allí nos tiramos varias horas hablando de nuestras vidas.
Angélica nos contaba que toda su vida había estado dedicada a la enseñanza y cuando murió su primer marido se casó con un inspector. Comentando alguna anécdota con relación a su profesión, nos hizo recordar las que nos cuentan nuestros hijos. Esto nos demostró que los problemas de estas dos naciones hermanas en este y otros muchos casos son los mismos.
Los dos hijos de su primer matrimonio ya mayores están casados e independientes. La hija que tenía su segundo marido era pequeña por lo que se ganó el título de madre criándola con todo el cariño.
A sus 85 años tiene unas facultades tanto físicas como mentales envidiables, puestas a prueba en el largo desplazamiento que tuvo que hacer para visitarnos.
Las faenas agrícolas y ganaderas que la contamos para ella fue una novedad y se alegró mucho de que seis miembros de nuestra familia tuvieran su misma profesión. Fue un olvido imperdonable por nuestra parte no habernos sacado una foto con ella.
Intercambiando nuestras direcciones nos despedimos muy contentos y satisfechos de habernos conocido.












Mi primo Alberto de 75 años vive a 1.000 kilómetros, en Resistencia -Chaco-. Nuestra expedición salía al día siguiente para Iguazú y no teníamos tiempo libre para visitarlo. En una dilatada llamada telefónica cambiamos impresiones y nos dimos el correo electrónico para comunicarnos en lo sucesivo.

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